Elia lo vio así y se apresuró a aliviarlo de la carga: "Déjame hacerlo, tú siéntate y descansa un rato."
No había olvidado que Asier recién se había recuperado de su pierna y que agacharse y levantarse tan seguido podría sobrecargarla.
Si su pierna volviera a sufrir alguna lesión, ella jamás se lo perdonaría.
Elia intentó tomar el hielo de las manos de Asier, pero él hábilmente se lo impidió. Dijo con un tono autoritario y sin dejar lugar a réplica: "Quédate quieta, tú no puedes alcanzar esa zona, yo te ayudaré."
Dicho eso, tomó con cuidado el pie de Elia y lo colocó sobre su muslo doblado. Temiendo que ella no tolerara bien el frío del hielo, comenzó a aplicarlo lentamente sobre su tobillo, usando una gasa como barrera.
Apenas hizo contacto con su piel, Asier preguntó ansioso: "¿Qué tal? ¿Está muy frío?"
Elia sintió un nudo en la garganta al encontrarse con la mirada tierna y llena de preocupación de Asier, pero negó con la cabeza diciendo: "No está frío, es bastante agradable."e2
Ningún hombre había sido tan tierno con ella antes, y aunque su madre también la quería, tenía una forma despreocupada y sólo se interesaba por jugar las cartas.
Nunca había cuidado de Elia con esa meticulosidad.
En ese momento, Asier volvió a concentrarse en aplicar el hielo en su pie.
Aunque Elia aseguraba que se sentía cómoda, él no se atrevía a poner todo el hielo directamente sobre su piel, sino que lo presionaba suavemente y con pausas, asegurándose de que su tobillo recibiera la crioterapia sin sentir demasiado el frío.
Después de tratar ambos pies, Asier soltó el pie de Elia y dijo: "Listo, descansa un poco."
Se disponía a levantarse cuando sintió la misma contracción muscular en el muslo del día anterior.
El espasmo le impidió ponerse de pie y el hielo que sostenía cayó al suelo. Para mantener el equilibrio, sus manos se apoyaron instintivamente en el piso.
"¡Asier!" Elia notó su incomodidad y se apresuró a salir de la cama para sostenerlo.
Elia, dubitativa, soltó a Asier. Verlo sufrir tanto y no poder hacer nada la afligía profundamente. Se cubrió la boca para no dejar escapar sus sollozos y obedeció, regresando a la cama.
Las palabras que Asier había dicho, calmadas y con un tono un tanto autoritario, la hicieron actuar.
Asier siempre había sido una persona calmada y sabia. Si en una situación así decía que no necesitaba ayuda, entonces realmente no quería que ella interviniera.
Además, su preocupación la había desbordado, dejándola sin poder ayudar en nada.
Sólo podía mirar cómo Asier soportaba el dolor sin interrumpirlo, así que se tapó la boca para no hacer ruido que pudiera distraerlo.
Sin embargo, sus lágrimas seguían cayendo.
Elia rezaba que la recuperación de la pierna de Asier no fuera solo una mejora temporal para luego perder de nuevo la sensibilidad, dejándolo incapaz de caminar otra vez.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...