Al mirar a los ojos francos y claros de Jimena, sin ninguna impureza, abiertos y honestos, Orson sintió por primera vez que tener dinero no era algo de lo que sentirse superior.
Antes, siempre pensaba que no había nada que el dinero no pudiera resolver; y si lo había, era simplemente porque no se había ofrecido suficiente dinero.
Pero la actitud de Jimena desbarató esa idea.
"No confundas las cosas, que me quieras o no, y que quieras un carro son dos asuntos diferentes", Orson bajó la guardia y habló con sinceridad, sin el aire de superioridad de antes.
De verdad quería regalarle un carro a Jimena. El que ella tenía ya había visto mejores días y, además, era manual. Muchas de las funciones del carro ya estaban desgastadas y, si seguía así, pronto estaría para el depósito de chatarra.
Pensando en la seguridad de Jimena, Orson quería regalarle un carro nuevo, uno de los que tienen buen rendimiento y menos probabilidades de accidentes.
Jimena había tenido varios accidentes y Orson realmente estaba asustado.e2
Jimena observó detenidamente la expresión de Orson. Sus ojos alargados la miraban con un brillo de súplica, como si le rogara que aceptara su carro.
Esa expresión de impotencia y sinceridad no parecía fingida.
Con cierta duda, Jimena preguntó: "¿De verdad quieres regalarme un carro?"
"Claro que sí", respondió Orson rápidamente. "Eres la madre de mis hijos, no quiero que un día un accidente con ese cacharro te deje grande y que mis hijos se queden sin su mamá".
Orson hablaba con el corazón en la mano.
Solo podía usar a los niños como escudo, sin atreverse a admitir que él mismo tenía miedo de perderla.
Aunque ella lo rechazaba, al menos, seguía viva en su mundo todos los días.
Si algo malo le pasara a ella, no quería ni imaginar el dolor desgarrador.
El corazón resistente de Jimena se ablandó con sus palabras, sus ojos redondos y brillantes de repente se tornaron astutos y con una sonrisa preguntó: "¿Entonces me llevarás a esa concesionaria?"
Orson, como padre de los niños, tenía la obligación de proteger su seguridad.
Si él quería regalarle un carro, ella no veía por qué no aceptarlo.
"Pero yo sí quiero regalarte un Maserati", insistió Orson, apretando su mano con firmeza.
Jimena, perdida en sus pensamientos sobre qué carro elegir, no se daba cuenta de la tensión entre ellos.
Orson sostenía su mano con fuerza, como si temiera perderla.
Y ella no intentó retirar su mano.
Pensativa, después de un rato, sus ojos se iluminaron: "Qué tal si vamos a la concesionaria de BMW a echar un vistazo, siempre me han gustado los BMW".
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...