¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia romance Capítulo 1993

Su calidez siempre era como una brisa de primavera, acariciando su corazón y llenándola de una sensación cálida y feliz.

Julia pensó que había encontrado al hombre que más la amaba en este mundo. ¿Cómo podía ser que un hombre que no te ama te ponga siempre en primer lugar?

Pero en ese momento, una frase de su padre funcionó como un despertador para la semilla que dormía en lo más hondo de su ser.

Esa semilla, que debería haber dormido eternamente si nadie la mencionaba, no tendría oportunidad de echar raíces ni brotar. Pero alguien la regó y la abonó, y de repente, la semilla en hibernación creció robusta, desplazando todas las burbujas de calor de su corazón y dejando solo el dolor de aceptar la cruda realidad.

Que alguien sea bueno contigo no siempre significa que te ame, puede ser simplemente porque es una persona buena por naturaleza.

Daniel siempre había sido un hombre cálido, eso ella lo sabía desde el principio.

Su bondad la hizo creer que eso era amor, y no solo su instinto natural.e2

De repente, Julia se dio cuenta de la verdad. Cuando uno despierta, duele, y duele mucho.

Daniel podía ver claramente el dolor en los ojos de Julia, esa incomodidad profunda como el agua, que le apretaba el pecho de angustia.

Él se acercó un paso, la miró directamente a los ojos y le dijo, palabra por palabra, con claridad: “Julia, no voy a mentirte, es cierto que antes me gustaba Jimena, pero desde que te conocí, fue saliendo poco a poco de mi corazón. La única que amo eres tú. Si no fuera así, no me habría casado contigo. Hoy invité a Jimena a ser dama de honor no por capricho, sino porque el maestro de ceremonias dijo que necesitábamos dos damas de honor y solo había una. No quería que nuestra boda tuviera ningún vacío, por eso la invité a que fuera la otra dama de honor”.

Julia, con los labios apretados y la respiración temblorosa, no sabía si creerle a Daniel.

Ese día era uno de los días más importantes de su vida, y si se daba la vuelta y se iba, tendría una vida entera para hacer una nueva elección.

entonces, ¿por qué debería seguir preocupándose?

¡No había nada más que los separara a él y a Jimena!

"Sí, ¡el padre de mis hijos es él!" Jimena, al ver que Orson se acercaba, rápidamente apoyó sus palabras. Nunca había tenido un momento en que estuviera tan contenta de ver a Orson como en ese momento.

Antes, ella no podía soportarlo, pero en ese momento, él era su salvador.

Todos los presentes dirigieron su mirada hacia Orson, que saltaba al escenario.

Vestido con un traje blanco, tan guapo y elegante como un príncipe, se dirigió directamente hacia Jimena. Al llegar frente a ella, de repente se arrodilló, sacó una caja roja de algún lugar, la puso frente a Jimena y le dijo con una expresión llena de ternura: “Jimena, cásate conmigo...”

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia