Elia y Cecilia se miraron fijamente, sin que ninguna de ellas dijera nada, simplemente observándose.
Se hizo evidente la resistencia en los ojos de Cecilia, que lentamente se transformó en una súplica.
Estaba pidiéndole a Elia que hablara, que la perdonara.
Cecilia era una mujer muy orgullosa, y hacerla ceder podría resultar bastante difícil.
Solo alguien tan imponente como Asier podría hacer que bajara su orgulloso semblante para disculparse con Elia.
Si Elia no le daba una salida, este impasse de ese día sería difícil de resolver.
Cecilia, con voz humilde, terminó sus disculpas, esperando la reacción de Elia, pero no esperaba que Elia simplemente la mirara fijamente con unos ojos claros y no dijera ni una palabra.e2
Mientras Cecilia se consumía por dentro, temiendo otro estallido de Asier, justo cuando estaba desesperada, Elia dijo: "No te preocupes, esta vez te perdono, pero que no haya una próxima vez".
"Puedes estar segura, no habrá una próxima vez". Dicho eso, Cecilia respiró aliviada y miró ansiosamente hacia Asier para ver su reacción.
Si no fuera por el enojo de Asier, ella nunca se habría disculpado con Elia.
Y en ese momento, su actitud sumisa ante Elia se debía completamente al poder disuasivo de Asier.
La mirada gélida de Asier se suavizó y dijo con voz fría: "Siéntate".
Se refería a Cecilia.
Ella se sentó de inmediato, y sus nervios tensos también se relajaron.
Inconscientemente miró hacia la puerta y vio a Bruno despidiendo a dos guardaespaldas.
Cuando le hablaba a ella, Asier era frío y severo, pero al dirigirse a Elia, su voz se tornaba dulce, tan suave que parecía derretirse.
El drástico cambio, como un cuchillo, se clavaba profundamente en el corazón de Cecilia, trayendo consigo un malestar persistente.
Mira, esa era la diferencia entre cómo Asier trata a Elia y a ella.
Para defender a Elia, reprendió a Cecilia con frialdad y hasta le dijo que se arrastrara fuera del restaurante.
Ella había sentido su frialdad cuando hablaba con ella, y en ese momento, viendo su ternura con Elia, ese gran contraste parecía dejar su corazón muerto.
Y mientras estaba sumida en su gran desolación, apareció un pedazo de pescado agridulce en su plato, y la voz bondadosa de Maximiliano llenó sus oídos: "Cecilia, tú también come un poco más, has adelgazado mucho estos días".
Al verla afligida, Maximiliano también se sintió compungido, pero eligió no hablar para que Cecilia viera el afecto de Asier por Elia y así ella pudiera dejar ir sus esperanzas por completo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...