Elia se sentía mal, como si tuviera un nudo en la garganta que la hacía sentir asfixiada, incluso le costaba respirar un poco.
Les había explicado a los niños que no tenían un papá. Les había dicho que los había tenido ella sola.
Siempre pensó que los niños eran demasiado pequeños para entender y que creerían lo que ella decía.
Pero nunca imaginó que los niños añoraban a su padre en secreto e incluso se unieron para buscarlo.
Esa era la razón por la que habían ido a Grupo Griera.
Elia no podía culparlos, ni tampoco quería hacerlo.
Era su problema, ella era quien había privado a sus cuatro hijos del amor paternal desde que eran pequeños.
Pero cada vez que pensaba en el hombre que había irrumpido en su vida hace cinco años, Elia se llenaba de ira y odio.
También quería ajustar cuentas con ese hombre, pero ¿dónde podría encontrarlo?
Cuando vio a Asier, también notó ciertas similitudes entre él y Abel y Joel. Los ojos y la actitud de Abel se parecían a los de Asier, y los labios y la nariz de Joel también eran parecidos a los de él.
Pero el padre de los niños no podía ser él.
Él era el presidente de Grupo Griera, siempre en lugares lujosos y en el mundo de los negocios. ¿Cómo podría ir a un lugar tan remoto y pobre como Pueblo Saurí?
Ese hombre había caído de un helicóptero y estaba herido por todas partes.
Elia sospechaba que ese hombre podría ser un criminal o un soldado.
Pero al escuchar a Elia negarlo, la creencia de Abel se derrumbó en un instante.
Elia se giró y vio a Abel llorando, se asustó y le preguntó con cuidado: "Abel, ¿qué te pasa?"
"Nada!" dijo Abel, salió del abrazo de su madre, se metió en su habitación y cerró la puerta.
En el momento en que cerró la puerta, las lágrimas brotaron de sus ojos, incluso empezó a sollozar, pero se contuvo y no dejó que se escuchara su llanto.
El comportamiento de Abel no era normal y preocupaba mucho a Elia. Jimena también notó que algo andaba mal con Abel y compartió una mirada con Elia, viendo la preocupación en sus ojos. Señaló la puerta de la habitación, insinuando si necesitaba ir a ver qué estaba pasando.
Elia negó con la cabeza, indicando que no era necesario, Abel siempre había sido un niño sensato, más maduro que los niños de su edad, su rápido paso hacia la habitación seguramente significaba que no quería que nadie lo viera llorar.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...