Los ojos de Asier, parecían estar llenos de misterio, profundos y oscuros como el cielo nocturno.
El humo blanco se enredaba alrededor de su rostro, provocando escalofríos a Elia.
No se había atrevido a tomar la tarjeta negra, así que se inclinó y se la colocó en la mano, diciendo: "Tranquilo, no te he cobrado más que el vino."
Ella llevaba una blusa con escote y al inclinarse...
Inconscientemente, Asier sintió una tensión en su garganta.
Su mano tocó la de él, la sensación era suave y fría, le resultaba familiar.
Fue solo un contacto breve, pero los pensamientos del hombre empezaron a agitarse.
Su mirada se volvió más profunda, comenzó a sentir emociones.
Incluso su toque accidental podía despertar su excitación.
Esa mujer, siempre estaba atrayéndolo.
Elia le colocó la tarjeta negra en la mano y estaba a punto de levantarse cuando él la agarró de la muñeca. Su mano era grande y fuerte, con un tirón, ella terminó sentada en su regazo.
Sus piernas eran cálidas y musculosas.
En ese momento, sentada en su regazo, Elia sintió su cambio.
Se quedó paralizada, con los ojos bien abiertos, llenos de asombro: "Sr. Griera, ¿qué está haciendo...?"
Intentó empujarlo, pero su mano la sujetaba, mientras que la otra la sostenía por la espalda, impidiéndole escapar.
Su voz era baja y un poco ronca: "¿Necesito hacer algo contigo antes de que aceptes el dinero, verdad?"
Había sido muy generoso con los otros amigos de Anabel, les había dado mucho dinero.
Y ella era la prima de Anabel, habían crecido juntas, él no podía soportar verla en aprietos y no darle dinero.
Se consideraba mucho más atractiva que Elia, ¿por qué el Sr. Griera la había invitado a sentarse en su regazo y no a ella?
Mientras sentía celos, Orson la llevó fuera, bromeando en voz baja: "Eres valiente para quedarte aquí, ¿no temes por tu vida? Ríndete, nunca será tu turno."
Todos se marcharon y Orson incluso tuvo la amabilidad de cerrar la puerta del cuarto.
Solo quedaban Elia y Asier.
Antes, Elia había pensado que mientras hubiera gente alrededor, Asier no intentaría nada, y solo necesitaba encontrar una oportunidad para escapar.
Pero ahora...
Estaba aterrada, sintiendo un escalofrío en la nuca, como si su sangre fluyera al revés, el miedo y la sorpresa se entrelazaban.
Luchó con todas sus fuerzas: "Sr. Griera, no soy lo que piensas, solo soy una camarera."
Pero, debido al roce, Asier había empezado a perder el control y el movimiento irregular en su regazo hacía que su temperatura subiera gradualmente.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...