¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia romance Capítulo 55

Los ojos de Asier, parecían estar llenos de misterio, profundos y oscuros como el cielo nocturno.

El humo blanco se enredaba alrededor de su rostro, provocando escalofríos a Elia.

No se había atrevido a tomar la tarjeta negra, así que se inclinó y se la colocó en la mano, diciendo: "Tranquilo, no te he cobrado más que el vino."

Ella llevaba una blusa con escote y al inclinarse...

Inconscientemente, Asier sintió una tensión en su garganta.

Su mano tocó la de él, la sensación era suave y fría, le resultaba familiar.

Fue solo un contacto breve, pero los pensamientos del hombre empezaron a agitarse.

Su mirada se volvió más profunda, comenzó a sentir emociones.

Incluso su toque accidental podía despertar su excitación.

Esa mujer, siempre estaba atrayéndolo.

Elia le colocó la tarjeta negra en la mano y estaba a punto de levantarse cuando él la agarró de la muñeca. Su mano era grande y fuerte, con un tirón, ella terminó sentada en su regazo.

Sus piernas eran cálidas y musculosas.

En ese momento, sentada en su regazo, Elia sintió su cambio.

Se quedó paralizada, con los ojos bien abiertos, llenos de asombro: "Sr. Griera, ¿qué está haciendo...?"

Intentó empujarlo, pero su mano la sujetaba, mientras que la otra la sostenía por la espalda, impidiéndole escapar.

Su voz era baja y un poco ronca: "¿Necesito hacer algo contigo antes de que aceptes el dinero, verdad?"

Había sido muy generoso con los otros amigos de Anabel, les había dado mucho dinero.

Y ella era la prima de Anabel, habían crecido juntas, él no podía soportar verla en aprietos y no darle dinero.

Se consideraba mucho más atractiva que Elia, ¿por qué el Sr. Griera la había invitado a sentarse en su regazo y no a ella?

Mientras sentía celos, Orson la llevó fuera, bromeando en voz baja: "Eres valiente para quedarte aquí, ¿no temes por tu vida? Ríndete, nunca será tu turno."

Todos se marcharon y Orson incluso tuvo la amabilidad de cerrar la puerta del cuarto.

Solo quedaban Elia y Asier.

Antes, Elia había pensado que mientras hubiera gente alrededor, Asier no intentaría nada, y solo necesitaba encontrar una oportunidad para escapar.

Pero ahora...

Estaba aterrada, sintiendo un escalofrío en la nuca, como si su sangre fluyera al revés, el miedo y la sorpresa se entrelazaban.

Luchó con todas sus fuerzas: "Sr. Griera, no soy lo que piensas, solo soy una camarera."

Pero, debido al roce, Asier había empezado a perder el control y el movimiento irregular en su regazo hacía que su temperatura subiera gradualmente.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia