CAPITULO 6
Bianca estaba herida de su pierna, no sabía que había sucedido aquel día, sentía una especie de persecución, e inseguridad después de lo que ella consideraba era un intento de acabar con su vida.
Sus dos hijas se acostaron a su lado, querían cuidar de su mamá, Bianca las abrazo, está era la paz que deseaba volver a sentir.
Decidió contarle a Laura lo que había sucedido, no quería preocuparlos a todos, pero estaba segura de lo que había sentido.
— No se lo digas a Lucius, necesito estar segura que no fue mi imaginación.
Lucius estaba muy extraño desde hace varios días, desde el día de la fiesta, pensaba que era el estrés de ser Alfa, de las responsabilidades que cayeron tras sus espaldas, de todo lo que estaban por pasar.
Laura le prometió guardar silencio pero deberían estar alertas, si alguien la había lanzado por el precipicio podría volver solo para lastimarla
Lucius efectivamente estaba distante, nervioso y extraño, le dio un beso en la boca un poco más pasional que de costumbre.
— Aún estás nervioso, lo sé por tu beso — Sonríe Bianca mientras le da una suave caricia en la mejilla.
Lucius esbozo una sonrisa incómoda, desde que Miranda le había dicho aquellas palabras, no se sentía bien, su corazón amaba a Bianca, pero habia dejado entrar esa llama pasional de la que su padre le hablo.
— ¿Como te sientes? ¿me puedes acompañar a visitar Luna Roja?— rogaba que si, no quería estar solo con la tentación andante.
Miranda era hermosa y sensual, tan dispuesta a cumplir sus fantasías, pero el no quería caer en esa tentación, el miedo de fallarle a su amor era más grande.
— No puede, aún su pierna está lesionada, puedes pedirle a Darío que vaya contigo — respondió Laura que estaba encargada de cuidar de Bianca.
Bianca suspiro
— ¿porque no esperas que me recupere? Creo que es lo mejor — ella tomo la mano de su esposo, también se sentía insegura de aquella loba, pero decidio no hacerlo evidente, no quería que pensaran que era celosa.
Darío que entró en ese momento a visitar a su hija escucho la conversación
— Se que no quieres estar lejos de tu esposo, pero esa reunión es muy importante para la manada — Darío quería ir y ver a su hija, Miranda tenía que escuchar su versión.
Bianca solo se resigno, debía confiar en su esposo, en lo que el la amaba, sentía la completa seguridad que Lucius nunca caería en los brazos de Mirands.
Lucius empaco su maleta, no tardarían más de dos días en aquel lugar y de poderse menos tiempo, le dio un beso en la cabeza a sus tres tesoros, Sus dos hijas y su esposa.
Bianca le entrego una notita con su letra " Te amo y siempre estaré aquí".
La frase lo motivo a sonreír, a darle un beso en los labios y saber que aquella mujer no lo haría caer en tentación.
El viaje fue largo, llegaron al anochecer donde Miranda los esperaba con un banquete, ella esperaba que Lucius llegará solo, pero al ver a Darío su pose de loba segura se desvaneció ante sus ojos.
— Pensé que vendrías con tu esposa — saluda a Lucius de manera tímida dándole un beso en la mejilla, mientras que a Darío le da la mano incómodamente.
— Aún está lesionada después de la caída, no puede moverse con facilidad — Lucius se mantiene serio y distante.
Miranda los acomoda en habitaciones separadas y lejanas una de la otra, no quiere que Lucius este cerca de Darío pues su meta es hacerlo caer en tentación.
Lucius saca sus cosas, encima de la cama coloca la nota de Bianca, le da un beso, los dedos pintados de pintura de sus hijas les da un plus de ternura y familia a aquella nota.
Miranda deja a Darío en su habitación, este le pide un momento.
— Se que es incomodo para ti, pero creo que aquí podemos hablar con libertad del tema que nos une, quiero ser como un padre para ti.
Darío quiere acercarse a ella, nunca sintió nada por la madre de Miranda, no se va a mentir, solo fue un desahogo en el peor momento de su vida, pero eso no significa que no quisiera ser padre.
Lucius suspiro, cayó sobre la cama algo agotado, escucho la puerta abrirse.
— Sabría que vendrías, y te voy a pedir el favor que... — se quedó en silencio, sospechaba que esto lo haría Miranda pero al verla en aquella lencería se quedó mudo.
—¿Te comieron la lengua los ratones?— bromea la loba — Porque la necesito — Miranda con una mirada sensual, mientras Lucius sentado al borde de la cama boquiabierto la observaba, empezó a bajar la tiras de la lencería quedando desnuda y solo con una tanga cubriendo su parte inferior que no dejaba nada a la imaginación.
Lucius la tomo del abdomen y empezó a besarlo, Miranda tenía una sonrisa, había caído, el Alfa de Luna Azul era suyo.
Los dos cayeron a la cama, ella se subió encima de él y con sus manos empezó a quitarle la camisa.
Lucius estaba perdiendo la razón, deseaba esto, lo necesitaba para dejar de sentir que algo en el estallaría en cualquier momento.
El lobo giro la cabeza y vio la nota de Bianca, esa nota que expresaba lo que amaba y lo que tenía al regresar a casa.
Miranda empezó a intentar quitarle los pantalones con una gran sonrisa en su rostro.
—¡Bajate!— Lucius la tomo de la cintura y la bajo de un solo empujón de la cama haciéndola caer al suelo.
—¡¿que te pasa?!— exclama ella enojada.
Lucius le entrega la ropa y la saca a empujones de su habitación
— No voy a perder mi gran tesoro por ti — dice frunciendo el ceño.
Miranda se siente humillada
— Esto me lo vas a pagar Lucius —
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: DOS HERMANAS, UN ALFA