El clímax de un millonario romance Capítulo 32

Capítulo 2.

La intensidad de sus ojos verdes fue lo primero que capta mi atención. Su piel morena tirante y perfecta causan que mis labios se remojen con la ayuda de mi lengua. Quedo fascinada. El tiempo se detuvo ante mis ojos y no soy capaz de conectar el cerebro con mi boca para decir algo.

Recorro cada rincón de su esculpido rostro deseando que sea guardado en mi memoria para idealizar lo que podríamos ser juntos; labios carnosos, barba creciente en su mandíbula recta y nariz perfilada. Tiene el cabello muy corto, casi al ras de la cabeza. Me contempla con gesto divertido con una sonrisa de dientes blancos y pulcros de costado.

Veo la primavera y el verano juntos al mismo tiempo. Veo lo imposible, lo inevitable y el desastre. Y eso suena maravilloso. Se ve maravilloso. Contemplo en aquel fugaz momento lo que podría ser mi próxima obsesión. Mi próxima perdición.

Creo que estoy dispuesta a que él sea digno de romperme el corazón.

¿Cómo tanta belleza puede esconderse en una sonrisa tan traviesa que incita a lo indebido? ¿Puede hacerle justicia la palabra indebido a lo que él imana? Su cazadora de niño malo podría delatarlo si pienso de forma superficial.

Quiero vivir en ese hermoso cliché.

Trago saliva un instante mientras sigo limpiando inútilmente la barra. Madre mía, es bellísimo. Miro hacia atrás un momento para saber si a la que está a hablando, quizás, es a Katy.

Pero descarto la idea al ver que me sigue sosteniendo la mirada. Frunce el ceño al ver que no le respondo.

—No, no trabajo aquí...

A pesar de que lucho por conseguir una voz clara y poco nerviosa, consigo todo lo contrario.

—¿Y por qué estás limpiando la barra sino trabajas aquí? —curiosea.

Abro la boca para responderle, pero Katy me toma de las caderas posicionándose detrás de mí.

—Nate regresó. Ya podemos irnos —me avisa, siento sus dedos al desatar el nudo del delantal que está atado en lo bajo de la espalda.

Me lo quito rápidamente por encima de la cabeza sin perder contacto visual con él. Le da un trago a su bebida. Una cerveza de las más caras y al tragar veo como la nuez de su cuello ancho se mueve.

Echándole una última mirada hipnotizada me marcho junto con Katy sin decir una palabra.

Ningún hombre me ha dejado muda. Siempre tuve el control de todas las situaciones que involucraban el coqueteo.

Estoy sorprendida y no tardo en regañarme por no haberle pedido el número de teléfono. Quizás podría continuar con mi fantasía de tenerlo ante mis pies un ratito más.

Cuando ambas estamos listas para marcharnos tengo la ilusión de encontrarlo entre las personas del bar. Suelto el aliento al ver que ya no está.

Se ha ido.

Alguien nalguea mi trasero mientras estoy arreglando una de las camas matrimoniales del hotel. Me enderezo, sobresaltada y observo a la culpable con los ojos entrecerrados.

Amelia me sonríe como si se hubiese salido con la suya.

Yo hago el mismo gesto.

—Hola chicas ¿cómo han estado?

—Bien, gracias por preguntar señor —le sonríe Amelia a labios cerrados respondiéndole por las dos.

¿Qué hacia el dueño del hotel aquí? Era extraño verlo. Aunque era habitual en él visitar a los empleados para ver si teníamos alguna inquietud o disgusto con el trabajo, no era común verlo tan seguido.

—En una hora se realizará una cena para los empleados del hotel en uno de los salones principales —el señor observa el reloj de muñeca —. Quiero presentarles a mi hijo ya que él tomara el mando del hotel por un tiempo.

—¿Usted se va? —decimos casi al unisonó con Amelia echándonos una fugaz mirada y luego volviendo nuestros ojos al señor Voelklein.

—Discúlpeme señor Voelklein pero me cuesta ver a otra persona que no sea a usted en el hotel —se sincera ella mientras toma entre sus dedos su fino collar

Él abre los ojos y aprieta los labios con cierta resignación mientras tiene sus manos entrelazadas, pensativo.

—Créanme que mi hijo es la persona más encantadora y empática que puede manejar este hotel. No voy a dejarlas en mano de una persona que sea despiadada e incompetente—nos asegura, dirigiéndose a la puerta —. Las veo abajo chicas.

Se despide y nos deja solas nuevamente.

—Tom Voelklein como nuestro jefe —asimilo en voz alta, algo preocupada —. Si bien el señor Voelklein es exigente, no podría ver este hotel en manos de otra persona.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El clímax de un millonario