El comprador (COMPLETO) romance Capítulo 17

Mis propias palabras daban vueltas dentro de mi mente creando un lío mental impresionante.

Me molestaba conmigo, con el, con mi amiga con su marido, me molestaba hasta con Dios por ser tan cruel a la hora de escribir el guión intrincado de mi vida.

Me senté al lado de Alexander, ya no me sentía a gusto sobre sus piernas. Nunca debería haberme sentido a gusto, pero hay cosas inevitablemente inevitables. Y si suena a redundancia es porque así me sentía con el... Redundante completamente.

En esta ocasión, iba observando con detenimiento el paisaje, pues quería memorizar cada resquicio que pudiera servirme en el futuro para escapar. O directamente irme de su lado.

Ahora no era algo muy viable pero una vez que Patri estuviera en forma, podría necesitar largarme y al menos necesitaba un poco de información.

Todo el camino, iba observando carreteras vacías y árboles múltiples.

En algún momento llegamos a una valla y una especie de garita. Un guardia bajó y abrió la valla y pasamos sin detenernos, y justo ahí, noté que detrás  nuestro venían tres coches más.

— ¿Por qué nos están siguiendo? — le pregunté tristea Alexander, podía ser cochera al azar pero no parecía, desde el punto de vista que los cuatro autos eran idénticos — Es seguridad para tí Lore, con ese hombre suelto no quiero errores.

— No me llames Lore Alexander por favor y tú seguridad no es muy buena cariño, anoche todos dormían cuando me fuí — dije molesta y mirando por la ventana, con los brazos cruzados bajo mis senos.

El me tomó de la cintura y volvió a subirme sobre su cuerpo. Luché pero al final cedí.

El me agotaba y ahora estaba muy triste. El le hacía tanto ir como venir.

Y sobre todo... El me hacía olvidar.

Me hacía olvidar mi vida. La suya. Nuestro trato. El caos que parecía ser todo lo que me rodeaba y me hacía olvidar que estaba casado y debía poner distancia.

Pero sobre todo... Alexander me hacía olvidar olvidar.

Su presencia me hacía olvidarme hasta de lo que debía estar olvidando ahora mismo que era, lo mucho que me gustaba aquel maldito ser.

— No sabes las ganas de besarte que tengo — me dijo apretando mi cintura y mi mandíbula con sus manos — las ganas de prenderme de tu cuello, de volver a sentir el olor de esa boca que me enloquece — deslizó el pulgar por mis labios hasta mis dientes sin dejar de mirarnos — no te haces una ínfima idea de las ganas que tengo sentirte desnuda junto a mí, lo mucho que quisiera poner cada una de tus piernas a mis dos lados y hundirme dentro de tí hasta que solo quedará nuestro placer para torturarme la consciencia — el no sabía lo húmeda que estaba mi ropa interior por la imagen que sus palabras iban creando en mi mente — así que noe pidas que no te llamé Lore, porque si te llamo corazón, detono mis más grandes deseos y eso, estoy seguro que no lo quieres ahora mismo. Te deseo demasiado como para permitirme decirte lo que me gusta, así que Lore es mejor opción.

— Parece que se te olvida un detalle Alex — noté que cuando dije su nombre en diminutivo se apretó su agarre a mi cuerpo — estás casado. No puedes desear nada, porque no eres libre.

— Te diré dos cosas ahora mismo y presta mucha atención — habló sobre mis labios y cada palabra que dijo era como si me estuviera besando — nunca me lleva Alex, de tus labios solo quiero escuchar Alexander — no evitó morder una esquina de mi boca y tuve que cerrar los ojos para no besarlo y meter mi lengua a su boca y olvidarme de todo lo que me impedía hacerlo — yo jamás seré libre Loreine, no lo fuí antes y no podré serlo jamás. Pero que me gustas, te deseo y me vuelves loco, eso — se detuvo respirando fuerte y apretando su boca a la mía sin mover los labios — es lo más sincero, directo y ventajista que te he dicho. Estoy loco, muy loco por tí.

Después de lo que sucedió con Alexander en el coche, no pude perder los temblores de mi cuerpo.

El me hacia sentir perdida. Era la antítesis de lo que necesitaba en mi vida pero no podía hacer nada para remediarlo.

Mientras más trataba de huir, más cerca me sentía.

Eran las palabras, los gestos, los momentos y los enigmas, junto a otras muchas cosas, lo que me tenía al borde del abismo que suponía ese hombre.

— Quiero que estés tranquila, firmes los documentos y nos vayamos a casa. No estás segura en este sitio — asentí derrotada y cansada.

Bajamos del auto y mi ropa cara no me hacía parecer una persona de aquel pueblo. Se veía como si fuéramos unos millonarios excéntricos que venían a un hospital cualquiera a ver a algún conocido.

La bufanda y el sombrero que el me dió, me enmascaraban la imágen. Cosa que agradecía.

Un médico alto, joven y muy guapo se nos acercó para firmar los documentos...

— Como le expliqué a su esposo, la chica necesitará volver a entrar al salón en tres meses, hay una de las heridas que debe cerrar en falso por dentro y es muy probable que se fistulice, si eso sucede, tendremos que operar otra vez, supongo que nos veremos en ese tiempo. Ella despertará mañana en algún momento del día y estará muy agitada, debe darle los medicamento indicados y necesita atención médica diaria.

El seguía hablando cosas que no entendía ni oía.

Alexander le explicaba que tendría un servicio médico completo y de enfermería y que en ese tiempo la traería para que la revisaran y vieran el tema de la siguiente operación.

Y eso justamente, me hizo preguntarme... ¿Por qué el estaba asumiendo la responsabilidad de asumir los costes de la cirugía en tres meses, cuando en menos de dos, yo saldría de su vida y mi amiga conmigo?

No tuve tiempo de preguntar nada, pues él me tomó de la mano y me llevó por un pasillo a toda prisa y me detuvo frente a una habitación, acercando su rostro al mío para decir...

La doctora era tan hermosa como tierna.

Me dejó una tarjeta de su clínica privada, por si necesitaba algo con mi amiga y me aconsejó que durmiera un poco para que mañana cuando ella despertara yo estuviera apta para apoyar a mi amiga.

Me dejó allí, solo cuando comenzó todo el traslado de Patri.

Le retiraron el tubo endotraqueal y una hora después ella había controlado naturalmente su frecuencia respiratoria y eso era algo muy favorable a la hora del traslado.

Nada más subirla a la ambulancia yo tuve que regresar al auto de Alexander porque los paramédicos no le dejaron ir con ella y de todos modos aquel ser me esperaba.

Caminé hasta el coche y cuando iba a abrir la puerta para subir,e llamó nuevamente la doctora y me giré a verla.

— Espero que nos podamos tomar un café un día y me digas que tu amiga está mejor — me dió dos besos y quedamos en eso.

Yo vería como ir a ese encuentro, pues Alexander no me dejaba vivir, pero no iba a negarme el socializar sobre todo, con alguien que había sido tan linda conmigo.

Ella se  llamaba Mónica y era ginecóloga.

Cuando se fue, me subí al auto extrañada de que Alexander no hubiese intervenido y mi guardaespaldas no se hubiese molestado en abrirme la puerta, cosa que siempre hacía y me molestaba.

Pero como solo quería irme detrás de mi amiga, no dije ni media palabra y miré la tarjeta que tenía entre las manos con esperanzas de tener una salida normal, alguna vez en mi vida.

Ni Alexander me preguntó por la mujer que se había despedido de mí afuera de su coche, ni nadie emitió un solo comentario hasta que llegamos, después de un largo camino al pueblo y a la mansión del comprador.

Allí, desde que empezamos a avanzar por los jardines, vimos dos patrullas en la entrada y me llevé una mano al pecho, asustada de que hubiesen descubierto que yo no era más que una asesina.

— ¿ Quieres que los saque de aquí antes de que bajes? — preguntó sorprendentemente cercano Joseph a Alexander.

— No te preocupes Joss — casi abro la boca por la sorpresa cada vez más grande de ver lo cercanos que se trataban en este justo momento aquellos dos hombres — en algún momento tenía que conocerla...

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