El comprador (COMPLETO) romance Capítulo 37

Me dolía el corazón por él.

Por el amor que le tenía, y por lo doloroso de todo lo que me había contado. Incluso tuve que controlarme mucho para no llorar a mares e interrumpir su historia.

Me senté sobre él, dejando mis piernas abiertas a cada lado de su vientre y lo ví suspirar triste.

— ¡Vas a decirme que no! — aseguró dolido. Sus ojos se cerraron vencidos y agónicos.

— Voy a decirte que luego Alexander— respondí rápido, para no prolongar ese incómodo momento para los dos. Puso sus manos en mis muslos y coloqué las mías sobre las suyas... Acariciándolo.

Intentando calmar su pena y que entendiera el porque de las cosas.

— Te quiero ahora Lore — hizo una pausa acompañada de un gesto de aflicción — luego será demasiado tarde. No vas a quererme y yo voy a perderte.

— Entonces no me pierdas — tiré de sus manos y lo hice sentarse llevandolas a mis nalgas y me apretó contra él. Mis pechos se estrujaron en su tórax — danos el tiempo correcto para construir un amor sano y sin fisuras. Sabes que no me has contado ni la mitad de tu historia y que has hecho cosas que no puedo desaparecer de mi mente en una sola noche — escondió su rostro en mi cuello y le dije al oído — seamos objetivos y vayamos sin prisas. Si me regalas un amor bonito, te doy hasta mi vida si me la pides pero no puedo casarme llena de secretos que en cualquier momento pueden explotar en mi cara y acabar con nosotros Alex, sabes que tengo razón. Y sabes también que has hecho cosas graves con tal de tenerme a tu merced y eso lleva tiempo para que lo olvide.

— No me llames Alex nunca por favor. Tú no...

— ¿Por qué no ? — poco a poco iría levantando esas barreras que lo mantenían a distancia de todo y cuando no quedara nada, sería suya y él completamente mío.

— Todo el mundo me dice así y no quiero que tú seas parte de ese mundo — me hacía cosquillas en la espalda — quiero que tu mundo no  se parezca a nada de lo que he vivido o tenido hasta hoy. Seré tan objetivo como quieras que sea, pero por favor quédate conmigo para siempre.

— Has que pueda quedarme y me tendrás. Has que me quede. Hazme tan tuya que no pueda irme conmigo pero has algo Alexander que nunca pueda acabarse. Has que diga que sí.

Nos dió la vuelta en la cama y se perdió nuevamente en mi cuerpo. Sus manos saboreaban mi piel que cantaba en sus dedos hambrientos de ella.

No hubo nada de espacio entre nosotros y nada de silencio en aquella habitación.

Por mucho que apretaba su cuerpo y el embestía en el mío, no terminaba de creer lo que estaba pasando entre los dos.

Me fundía en su boca. Se perdía en la mía.

Mi espalda se arqueaba bajo su peso y bajo cada caricia que me daba, porque se sentía demasiado intensas.

— Me fascina amarte y siento que te voy a deber tanto, que nunca podré saldar mis cuentas contigo porque tu amor me ha hecho volver a vivir y tenerte es un reto que me mantendrá siempre atento para no perderte y juro por cada latido de mi corazon, que te amo... Como nunca tendrás idea. Como nunca podré decirte y como nunca podrás impedir que lo haga.

Lo besé. Me mordió sonriendo, en los labios. Nos tentamos y no dejamos de gritar el nombre del otro, por mucho que los jadeos nos impedían reunir suficiente aire para hablar.

Sus manos, su lengua, ¡dios!... su piel era un bendito paraíso que me hacía sentir la diosa del mundo entero solo por ser venerada por él.

Me vibraba el cuerpo bajo el suyo y sentí, en cada orgasmo que me regaló, que no había nada en el mundo, por oscuro y cruel que fuera, que lograría alejarme de él.

Volvía a sentirme como en una ruleta rusa, pero con la diferencia de que yo sí estaba dispuesta a morir con tal de tener más de esto que me devoraba por dentro y podía decir que incluso por fuera.

Amanecí entre sus brazos y la calma con que me miraba era idílica.

Sonreí con vergüenza y escondí mi rostro en el hueco de su hombro, mientras él acariciaba mi pelo y besaba mi mejilla.

— Buenos días preciosa.

— Hola extraño...

Me atreví a mirar la curva sonriente de su boca y perdí el control de la mía sobre la suya.

Rodamos por las sábanas y se acomodó sobre mí, perdido en el mismo beso en el que yo me deshacía.

Me encantaba su boca, la manera en que me abrazaba. Estaba adorando perderme en su aroma. Confundirme con su escencia y dejarme hacer lo que quisiera de nosotros.

— ¿Nos duchamos juntos? — dijo guiñando simpático un ojo.

— Pero rapidito que tengo hambre.

— ¿Un rapidito entonces? — me pellizcó la cadera y me dió un ataque de risa removiendome bajo sus manos juguetonas.

Jugamos un poco más de camino al baño ignorando cualquier vergüenza que podía tener al estar ambos, completamente desnudos y oliendo a sexo.

— Quiero esto el resto de mi vida.

Esas palabras iban acompañadas de un deseo implícito porque todo saliera bien y nada pudiera estropear lo que sentíamos en ese momento que queríamos inmortalizar, y si hubiésemos podido, detener el tiempo en esa misma ducha.

Agua tibia. Su cuerpo restregando al mío con su masculinidad, era como un desayuno del placer.

Esa mañana me bañó como a una niña pequeña que se dejaba hacer. Lavó mi pelo. Acarició mi cuerpo con malicia mientras lo limpiaba para luego volver a ensuciarlo con sus acometidas salvajes contra los azulejos de la ducha, en la que grité dando la bienvenida a un orgasmo impresionante.

— Prefiero que la expresión sea te amo y no te quiero.

— Y yo prefiero que no seas tan tiquismiquis — se rió alzando las cejas.

— ¿Soy tiquismiquis?... Ni siquiera sé que es eso.

Me sacó el vestido y quedé en ropa interior. Recorrió con sus dedos la zona alta entre mis pechos y bajó su boca a lamer mi piel de allí donde tocaba.

— Tiquismiquis es como ser majadero, especialito, caprichoso, como tú, vamos... Que lo quieres todo a tu medida — ya se había metido nuevamente dentro de mí y ni siquiera pidió permiso para correrme las bragas y perderse en mi cavidad.

— ¿Así de tiquismiquis? — embistió de nuevo y dejé mi cabeza caer sobre el borde de la piscina recibiendolo con un gemido — o ¿así? — volvió a hacerlo y no se detuvo nunca hasta que me tuvo gritando una vez más su nombre entre lloriqueos orgásmicos.

— Quiero seguir cumpliendo tus objetivos — dijo en la ducha, mientras una vez más, nos bañabamos juntos para almorzar y que él se fuera a hacer sus cosas mientras yo veía a Patri.

— Mis objetivos no son estos y lo sabes. No puedes convencerme con sexo para que me case contigo .

— Yo creo que sí — dijo, tentando mis pechos y le dí un manotazo.

— Déjame en paz...

Era absolutamente mágico verlo tan divertido y relajado. Parecía otra persona.

Aquellos ojos azules tenían un aspecto brillante que hacía que quisiera mirarlos para siempre.

Mientras yo me ponía ropa interior y un jean corto, con una camiseta holgada, él se ponía un traje de ejecutivo que le quedaba de muerte.

— Enséñame a ponerte la corbata — le pedí, subiendo mis manos por su pecho hasta los hombros.

Por más que lo intentamos entre risas, jamás conseguí hacerlo tan ejemplar y rápido como él.

Lo hice para jugar un poco, yo sabía anudar una corbata pero no con la destreza que el tenía, obviamente eran muchos años de ensayo.

Cuando por fin decidimos dejarlo y solo me quedaba ajustar el nudo, sus manos parecían haberse sembrado en mi cintura. Y entonces dijo algo, que no supe como tomar...

— Tengo que ir a ver a Cristel mañana y quiero que vayas conmigo.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El comprador (COMPLETO)