El comprador (COMPLETO) romance Capítulo 65

—¿Te das cuenta de lo que esto significa?

Espeto molesta porque sigo entendiendo que él es un tramposo y que ni siquiera a sabiendas del hombre al que me expongo, consigo estar a la altura.

Soy mi propia trampa. Me hago zancadillas a mi misma.

—Te dije desde el minuto uno —empezó a defenderse con su habitual calma —que tú serías la culpable de no entender lo que digo y no mirar y leer lo que firmas.

El papel que me había dado dejaba muy en claro que nunca, jamás en mi vida podría dejar de dedicarle mi tiempo a él,  que bajo ningún concepto más allá de la muerte, podría dejar de ser suya y justo con eso garantizaba el traspiés para acercarme a él y derrotar un poco a Christian.

—Nunca me has querido verdaderamente, Alexander —le reclamo dolida y me aparto del documento —todo se resume a tenerme. No has aprendido a quererme y buscas la manera de mantenerme encadenada a tí mediante contratos.

—No hables así de mi amor por tí, Loreine. No lo permitiré.

—Y, ¡¿Acaso miento?! —grito para él, encarandolo nuevamente —dices que me amas pero todo lo que haces es obligarme a estar a tu lado. Incluso ahora que te vuelvo a necesitar, sales con esto. Un paso por delante siempre pero un paso controlador. Y eso no es amor, Alexander.¡Tú no me amas!

A una velocidad que no esperaba, se me vino encima. Me llevó contra su pecho y me pegó a una pared detrás de ambos, el bote se movía y yo solo podía pensar en lo cerca que lo sentía de mí.

Pegó su frente a la mía, su nariz derrapó entre mis labios y me besó con efusión.

El comprador, tan comedido siempre y tan galante, había perdido los nervios. Se le escapó el control de entre las manos solo con dos palabras muy colocadas por mi parte y me bebía las ganas con ardor.

—¡Yo te amo más de lo que puedo entender, Lore!

Sus palabras se silenciaron en mis labios nuevamente. Jamás me había sentido tan violentada por su pasión.

Me empujó contra uno de los sofás y caímos en el sin medida, sin prestar atención. Torpemente.

Subió mis manos por encima del brazo del mueble y las sostuvo allí entre una de las suyas mientras se perdía en mi cuello y yo le abrazaba la cintura. Ambos nos deseábamos.

—Entonces hazlo bien, Alex. Ámame bien y deja que me sienta libre de amarte a tí y de estar a tu lado. No me encierres más. No me manipules.

Se acomodó entre mis piernas y sus manos cayeron bajo mi espalda apretando mi piel en el proceso y pegando su nariz otra vez a la mía...

—Tú eres mi esposa Lore, no quiero que estés lejos de mí.

—Nos hemos hecho mucho daño y tenemos la intención de seguir haciéndolo Alexander. Lo sabes.

Hundí mis dedos en su pelo y me inclinó hacia él, tomándome por la nuca, alzando mi cuerpo y dejando nuestras bocas bastante cerca una de la otra.

—Sé que me amas y que te amo, que nos debemos explicaciones y nos merecemos el perdón, lo demás no me interesa saberlo Loreine. ¡Vuelve a mí!

Su rostro suplicante se acercaba al mío y me embriagaba en su mirada tan profunda. Estaba enamorada de ese hombre y no había forma de negarlo. Le quería sobre todo lo demás.

Hasta que no volví a verlo no lo entendí lo suficiente.

—Voy a darte mis fines de semana ,Alex. Nada más... tendrás ese espacio de tiempo de mí y deberás demostrarme que verdaderamente me amas y tal vez, solo tal vez y escúchame bien en esto. Solo tal vez, te perdone y tengamos un futuro juntos.

—Voy a recuperarte Lore. Puedes estar segura.

—Sin embargo ahora me voy...

En los papeles que Alexander me había enseñado, figuraba todo eso y me obligaba a cumplir esa orden por diez años mínimo.

Un político como Christian no se atrevería a ganarse un pleito legal que trascendería a la prensa si lo podía evitar y eso, era justamente el traspiés que le ponía el documento con Alexander.  Una gran ayuda para mí y cierta ventaja para él.

—Tienes deberes conmigo si no quieres que los ponga en la cárcel a los dos.

Su amenaza me la sabia de memoria. Y la creía también.

—En esto estamos todos en igualdad de condiciones, Christian —expuse bajando del auto en la casa donde vivía con él —todos tenemos cola que nos pisen y sabes que si voy a la cárcel tú vas detrás y tu caída será peor que la mía.

No dijo nada.

Ambos habíamos hablado esto tantas veces que lo único que había cambiado era mi acercamiento con Alexander.  Eso no era algo que hubiésemos planeado pero si es un hecho irremediable ahora.

—La semana que viene hay una gala a la que asistirás conmigo, aunque no sea de mi brazo. No lo olvides. Mantendré un ojo en tí, no salgas de aquí.

—Los fines de semana estaré con él —me apresuré a decirle y se detuvo a mirarme —tengo obligaciones.

—¡¿Así que ahora eres una puta de dos?!... Como has ascendido.

Tuve el impulso de darle una cachetada, pero decidí hacer algo mejor.

—Soy muy exclusiva suya... tú no puedes tocar lo que le pertenece a él así que técnicamente solo tengo negocios contigo. En mi cama tu no vales nada.

En esta ocasión él si decidió golpearme y cuando su puño iba a impactar contra mi rostro, las sirenas de una patrulla irrumpieron en la entrada de su casa y un conocido y viejo amigo llegó hasta nosotros para salvarme de aquella escena.

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