El comprador (COMPLETO) romance Capítulo 64

Le tomé de la camisa, aferrándome con mis puños, queriendo borrar en un beso todo el daño que ambos nos habíamos hecho e implorando al cielo que nos diera la oportunidad de salvarnos, porque tenía la férrea opinión, de que Alexander y yo no tendríamos salvación después de tantos pecados.

Ni siquiera teniendo en cuenta las sinergias de nuestros intentos de reivindicaciones.

—Lo que sientes conmigo —murmuró en mis labios pero sin llegar a besarme —no podrás replicarlo ni en mil años con él, nena. Tú eres tan pero tan mía, como yo tuyo... ¡Asúmelo!

Hubo algo en su manera de hablar..., o quizás fue la seguridad con que expresó su punto que me irritó de pronto. Lo aparté un poco pero no cedió.

Sentí que él daba por hecho que yo solo podía reaccionar en función de lo que su magnetismo me dictara. Ambos sabíamos que se me hacía irresistible pero en este tiempo, lo que él no sabía era que yo había aprendido mucho y sabía controlarme mucho más que antes.

Ya no soy la mujer ciegamente enamorada que él conoció.

Sí, puedo amarlo mucho, muchísimo si soy honesta, pero también puedo enfriar mis sentimientos y ser objetiva frente a un hombre que sabe muy bien como dominarme. Ya lo demostró una vez, y no puedo dejar que se haga con el control en esta ocasión.

—Lo que tengo con él no te interesa Alex.

Me miró irritado, sabía que no le gustaba que le llamara así y era tan refrescante pensar que teníamos una historia juntos y que sabíamos cosas del otro que nadie más sabía.

Alexander Mcgregor tenía tantas sinergias conmigo, que se me perdía la cuenta y eso no era algo de lo que sentirse del todo orgullosa. En la misma medida en que nuestras fuerzas se unían para desarrollar nuestra historia, el mal se hacía presente también y me mostraba el alcance que habían tenido, justamente esas sinergias.

—Todo lo tuyo me interesa, Lore, deja de poner una distancia entre los dos, que sabemos que no existe.

Todas esas nuevas palabras se hablaban en nuestro beso. Entre sus labios y los míos y sentirlo tan cerca me devolvía a la vida. No podía negarlo.

—Por mucho que quieras tener una vida conmigo otra vez —susurré dándole besos sueltos que nos sabían a poco —ahora todo es complicado Alexander, yo ya no soy tan libre. Tú has sabido estropearlo muy bien y yo he hecho mi parte, no lo niego.

Nosotros habíamos pasado por demasiadas cosas juntos, como para mentirnos a estas alturas. Éramos cómplices de los mismos delitos y nos unían casi las mismas cosas que nos separaban, no había necesidad de hablar a medias entre los dos cuando ambos éramos muy adultos, maduros y completamente conscientes del alcance del poder del otro.

—Quédate conmigo esta noche —murmura en mi oído, sobando mis brazos de arriba a abajo —nos debemos una conversación. Si te quiere lo entenderá.

Muestra el punto incluso antes de que lo vea. Es muy listo y siempre ha sabido jugar. Y lo hace empezando por ignorar lo que le he comentado anteriormente. Sabe seducirme, tentarme y ganarme.

Su tono de voz parco es incluso demasiado presuntuoso a veces y eso le da la ventaja del poder. Eso hace que trasmita suficiencia y que demuestre que sabe lo que dice y hace. Es muy molesto en ocasiones. Pero es muy él.  Casi pensé que lo había olvidado pero a Alexander no se olvida, él no lo permite.

—Sabes que no me dejarás ir —contraataco con una obviedad.

Si le doy el margen del tiempo, no me dejará escapar. Es un experto.

—Ambos sabemos, Lore —se pega a mi espalda y huele mi pelo con fuerza —que tienes un gran don para apartarte de mí. No me pongas como obstáculo cuando sabes que no lo soy más. Ya nada te detiene para manejarme. Has aprendido bien.

—Eso fue un golpe bajo —me quejo ladeando el cuello para darle más acceso a mi piel.

—Y una realidad...

—No sé si quieras hablar conmigo de realidades, Alexander —ironizo y él toma una de mis manos la lleva a su boca y besa la palma con fervor.

—No quiero hablar en absoluto, amor. Quiero otras cosas que no puedo tener ahora mismo pero que te aseguro que sabré negociar muy bien.

Y ahí lo tenía otra vez, el Alex de siempre... hermético y enigmático. Lo amaba. Joder, nadie sabe cuanto lo amaba y lo amo.

Sonrió. Él alzó ambas cajas de manera provocativa y tuve que negar en repuesta a lo que asintió confirmando que ni yo podría con él ni él, me daría tregua.

—Me tengo que ir Alexander —expuse con poco énfasis.

—No esta noche —determinó.

Caminamos abrazados por cubierta. No podía negarme. No quería hacerlo.

Me sentía tan viva entre sus manos y me volvía tan contradictoria en todo momento que sentía que no podría efectuar mis planes si me seguía permitiendo sentir de aquella manera con el comprador.

Me cubrí los ojos con las manos y me recosté en su pecho, desgarrada por tantas cosas juntas y sentimientos involucrados que colisionaban con todo lo que había venido a hacer aquí en principio, y la sorpresa de lo que me estaba encontrando.

—Sabes que soy muy caprichoso y quiero a mi mujer de regreso para sanar con ella, todo lo que he destrozado. No voy a cejar en mi empeño nena, no va a pasar. Me conoces y sabes que voy a recuperarte.

—No es tan fácil, Alexander —confesé presa de la confusión —he hecho cosas y tomado decisiones en tu ausencia que no puedo obviar ahora. Mi vida es complicada. Ahora pertenezco a otro hombre y otra vida... ya no soy más, la esposa de Alexander Mcgregor.

—¿Qué has hecho?

Me dió la vuelta en sus manos y se puso a mi altura para beberse mi mirada borrosa en sus lagos azules.

—Soy su testaferro. Si me voy de su lado sin más, explotará en mi cara todo lo que tiene contra mí y...contra tí. Lamentablemente no puedo quedarme, Alexander. Lo lamento.

Sin saber como iba a soportar la distancia otra vez, me alejé de él.

Salí a cubierta y esperé mirando al mar, que algún tipo de milagro me hiciera sentir menos dolor del que me había provocado la perspectiva rota de todo lo que podía haber sido nuestra vida juntos si tan solo hubiéramos enfrentado nuestra mierda el uno frente al otro. Pero ya no había escapatoria. Ya no era suya ni el mío.

En esta ocasión Alexander no podría salvarme como lo había hecho antes, y en consecuencia no podía salvarse él tampoco.

Pocos minutos pasaron cuando le sentí caminar detrás de mí y me giré buscando sus ojos que se hayaban muy cerca de los míos y entonces dijo :

—Tú y yo, somos una misma historia, Lore. Entramos juntos a esta situación y saldremos juntos de ella. Aquí tienes la justificación para estar conmigo, no dudes nunca cuando diga algo, y vive siempre segura de que lo haré y he dicho que te quiero de vuelta y voy a tenerte, al precio que me cobres... ¡Toma!

Mi confusión era palpable y visible, cualquiera la vería solo de sentirme respirar agitada pero cuando leí lo que me había ofrecido, entonces y en ese papel supe que Alexander Mcgregor era el comprador de su propia vendedora.

Nada había cambiado entre los dos porque ambos habíamos nacido el día en que nos conocimos.

—Ahora es tu turno, cariño —dijo entregándome un bolígrafo —pon tú las normas de esta nueva venta.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El comprador (COMPLETO)