El comprador (COMPLETO) romance Capítulo 67

—¿Qué haces, Alexander? —murmuro dejándome guiar por el salón.

Es un sitio amplio. Lleno de reservados a su alrededor y una escalera hacia una zona más alta. Camareros por todos lados y personas disfrutando del lujoso ambiente ajenos a la pasión que se cuece entre este hombre y yo.

Y Kyle no está por ningún lado. Embustero.

—Baila conmigo —susurra y me olfatea los labios mientras sus manos caminan por mi cuerpo.

—¿A qué estás jugando?

Me dejo guiar al ritmo lento de la música dando pasos hacia atrás mientras el me empuja  y doy un respingo cuando sus dedos recorren mi espalda desnuda. Luego se aferra a mis caderas y me pega contra su torso dejándome anclada a él, que huele divino y me hace recordar momentos pasados en los que su piel y la mía, eran la principal forma de sentirnos y en la que explotábamos los dos.

—A sentirte —contesta besando mi cuello —solo quiero sentirte otra vez.

—Te dije que los fines de semana.

—No hablemos de eso ahora. Voy a comprarte los fines de semana pero aún no lo hago y quiero que tengamos una cita. Solo eso. Tú y yo, siendo plenamente concientes uno del otro. Disfrutándonos. Sin segundas intenciones. Viviendo cosas normales que antes no tuvimos.

Sus palabras eran suspiradas en los espacios desnudos de mi piel y eso me hacía sentir que explotaba en sus manos. Era demasiado seductor y yo demasiado suya.

Podían pasar mil años más y podría incluso matarme varias veces y le seguiría amando. Era como amar a dos hombres distintos pero incluso al malo, también le amaba. Él nunca ha pretendido ser bueno, simplemente yo he querido encontrar su mejor versión y pienso seguir buscando. Le quiero demasiado como para dejarlo a medias.

—¡Te amo!

Dos palabras que salían de lo más profundo de su ser y que llegaban hondo al mío.

¿Cómo podría no amarlo yo también?

Si es que es no me deja no hacerlo.

—Voy a demostrarte que te sigo amando y que jamás dejaré de hacerlo, voy a conseguirlo.

Le abracé, con fuerza. Esas palabras me hicieron querer que aquello fuese siquiera posible. Necesitaba saber que de verdad me amaba y poder perdonarlo y amarlo yo también.

Me besó la frente, bajó a mis ojos pasando por mi nariz, olisqueando mis comisuras en los labios y finalmente tomó mi boca.

Le dejé que me besara porque sentía que yo también necesitaba besarlo a él.

Alexander y yo no podíamos negar lo que habíamos construido juntos, a pesar de todo lo que habíamos ido destruyendo por el camino hacia esa edificación de nuestros corazones.

Cualquiera que nos viera podría notar que nos mirabamos diferente, que nosotros teníamos secretos juntos que condensaban en pasiones ocultas que no morían, ni aunque nosotros lo hiciéramos.

—Te amo demasiado Lore, demasiado —juró en mis labios —voy a morir en tus manos, lo sé,  pero incluso allí, ese día, sonreiré feliz de perecer en tí.

No podía contestar. No sabía que decir.

Todo lo que sentía por él llevaba semanas analizándolo y asumiendo que cuando lo volviera a ver iba a ser fría y distante, que eso era lo que merecía; pero cuando me rozó el cuello con su aliento me desmontó todas esas absurdas teorías donde yo luchaba contra un amor que ya me había ganado hacía mucho.

Le soñaba, y le ansiaba y no lo sabía. Lo supe, justo cuando me besó allí frente al yate que rezaba mi nombre y que ponía sello y cuño a lo que él juraba sentir por mí.

Alexander y Loreine,  el comprador y la vendedora, eran la definición más intrínseca del amor... pasara lo que pasara, él y yo íbamos a amarnos hasta la eternidad. Y ambos lo sabíamos. Aunque uno de los lo negara.

—Déjame que vuelva a tenerte mi amor, déjame amarte otra vez y que sientas mi corazón junto al tuyo de nuevo. Por favor, perdóname y perdónanos a los dos. Dios, te necesito en mi vida otra vez, y estoy dispuesto a tomar lo que me des pero déjame Lore, déjame tenerte otra vez. Aunque solo sea cerca, pero tenerte. Ya no puedo estar sin tí. No consigo resignarme.

Tampoco contesté, sin embargo subí mis manos a las solapas de su traje y me aferré allí, tirando de él para que me apretara contra sí y bailar. Solamente bailar al ritmo de una música que no oía porque solo podía ver sus labios dibujados en una sonrisa y su lengua barriendo la piel de ellos frente a mis ganas de tomarla entre los míos.

Esa noche Alexander y yo disfrutamos de una cita normal. De esas cosas que puede tener cualquier pareja común y que para ellos puede no significar nada, pero para nosotros era algo muy grande y que nos regalaba un momento de esparcimiento en conjunto, sin intenciones ocultas.

Todo el tiempo estuvimos bailando. Juntos. Sin separarnos ni para cambiar de ritmo. Su frente en la mía y mis ojos en los suyos nos marcaron todos los compases. Compases de amor que no habíamos explorado nunca.

No sabía que él podía mostrarse así de natural entre mis brazos y desde luego no valoré la necesidad que tenía de vivir algo así con mi amor... mi comprador.

Sergio Dalma cantaba:Bailar pegados, y nosotros solo podíamos mantenernos justo como él decía... abrazadísimos los dos y probando la sensación de libertad que aquella noche sentimos.

—¿Tú entiendes que nosotros nos hemos hecho demasiado daño, Alexander?

Estábamos sentados en un reservado bebiendo una copa los dos y mirándonos como si nunca antes lo hubiésemos hecho.

—Te daré dos millones de dólares y una casa, pero los fines de semana nos iremos donde yo quiera. He preparado un contrato.

—Tendré que leer bien la letra pequeña esta vez —bromeé bebiendo un sorbo de mi copa.

—La letra pequeña dice que no vivirás con nadie mientras dure el contrato. Es eso o te demando por infidelidad y te pido el divorcio.

Era increíble como Alexander podía mutar de maravilloso a cabronazo en un mismo minuto.

—Te estás arriesgando a que te conceda la segunda opción —escupí insultada y miré hacia otro lado.

—Ni que estuviera loco te firmaría el divorcio —susurró en mi oído y me besó la piel detrás de el —esa es la justificación para que no vivas con ese tipo. No te quiero a su lado.

—Eres un demente.

—Un demente que te ama.

Nuestra guerra inacabable sobre aquel sofá quedó suspendida cuando unas conocidas personas aparecieron por detrás de él y en el instante en que prefirieron las primeras palabras, él se tensó...

—Qué sorpresa encontrarme a la parejita junta otra vez.

La voz de Cristel me transportó a momentos atrás que no quería ni siquiera recordar.

—¡Hola, Cristel!¿ Cómo estás?

Yo la saludé de manera cordial y asombrada por verla aparentemente tan saludable. La última vez que la ví lucía menos altanera y más enferma. ¿Qué había cambiado?

Alexander solo me miraba a mí y no se giraba a saludarla, mientras ella no dejaba de buscar su mirada todo el tiempo. En vano, debo decir. Él no parecía tener intención de apartar la vista de mí.

—Extrañada de ver a Alex aquí contigo la verdad —había algo venenoso en su manera de hablar —se suponía que pasaríamos esta noche juntos... ¿Cierto, Alex?

El pecho comenzó a latirme con fuerza, casi podía escuchar los latidos de mi corazón por encima de la respiración agitada de Alexander que estaba sentado sin dejar de mirarme y en ese justo instante recibió toda mi atención cuando le dije...

—Te han hecho una pregunta, cariño. ¿ No vas a contestar?

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El comprador (COMPLETO)