Algo en los ojos de mi marido me impedía mirar a nadie más.
Me había dado cuenta de que Cristel venía acompañada por Mónica y otra mujer que si no recordaba mal, era la policía que había visto el día que conocí a Kyle...era muy extraño todo.
—No es lo que parece.
Aquella frase trillada escapó en un farfullo de los labios de mi marido y podía sentir que estaba asustado de mi reacción a lo que estaba sucediendo.
Yo podía alejarme de él, por supuesto que podía... pero no iba a ser Cristel ni ninguna otra ex de mi comprador las que me motivarían a hacerlo.
—Si tienes algo pendiente puedo esperarte cariño, no pasa nada.
Le acaricié los labios con mis dedos frente a las tres mujeres y Alex seguía mirándome.
—¡Hola, Loreine, es un placer verte de nuevo! —me saludó Mónica tratando de llamar mi atención.
—Para mí también es un gusto y una sorpresa... tremenda, en realidad.
Mis palabras llevaban un mensaje escondido y ella me regaló un guiño que explicaba un poco su incomodidad por la embarazosa situación.
—Me he encontrado con Cristel en la puerta, pensé que había quedado con Alex.
Bien dicen que el que se excusa se acusa y no podía entender por qué parecía una cosa y otra al mismo tiempo sobre todo teniendo en cuenta que nadie más que Alexander de los allí presentes, me debía explicaciones.
—Pues no sé qué hace aquí pero conmigo no ha quedado —finalmente mi marido se expresaba y me rodeaba la cintura con su enorme mano posesiva —habíamos hablado de ir a ver a su madre al hospital, pero nada más... y no iba a pasar la noche contigo Cristel —aclaró él sin detenerse y dirigiéndose directamente a ella en este caso —no sugieras algo tan patético, que los dos sabemos que solo te iba a hacer un favor, pero cuando mi esposa está a mi lado, no hay más prioridad que ella. Ten respeto y no te denigres así, por favor.
Tuve que morderme una sonrisa porque me había hecho muy feliz aquella respuesta de su parte.
Quizás era un comportamiento inmaduro por la mía pero me sentó genial que me pusiera delante de todo y frente a todos... todas en este caso. Sin dejar de acotar que la policía no nos saludó a ninguno de los dos.
—Tienes razón, lo siento.
No me supo a verdad su disculpa pero ella ya no era alguien que me significara nada, sinceramente.
Ahora solo la veía como lo que era, la ex de mi esposo aunque, su jugada decía de la noche me haría medir mis pasos un poquito mejor con ella en caso de necesitarlo.
Sin embargo, Mónica, me resultaba más inquietante en aquel momento.
—Si me disculpan voy al baño.
A pesar de que Alexander se tensó a mi alrededor mostrando su reticencia a mi lejanía, yo quería demostrar seguridad y desinterés yéndome de allí y dejando a mi marido con aquellas mujeres. Que supieran que no había fisuras entre nosotros y de haberlas no serían ninguna de las tres la razón.
Avancé por el local y poco a poco fui orientándome hasta encontrar los aseos pero alguien me detuvo antes de entrar en el de damas.
—Vas a disculparme, ¿verdad?
—Joder, Kyle, me has asustado.
Le di un pequeño empujón amistoso y él nos apartó del camino cuando otra chica fue a entrar al baño.
—No podremos dosificar las intenciones de tu hermano si juegas en mi contra, corazón —le reclamé girando a confirmar que no tenía a nadie detrás.
—Estoy de acuerdo pero merece un poco de paz, y tu también luego de lo de hoy. Se extrañan y yo quiero follar con alguien, si te tiene él sé que estarás a salvo. No tendré que vigilarte.
—Pero mira que eres descarado...¿A quién te estas tirando?
Se acercó a mi oído y decretó:
—Cuando lo sepas te vas a mosquear, mejor no te digo.
—Pues sí, mejor no me digas...y vete donde quieras, no eres mi niñera. Sé cuidarme sola.
—También lo sé, pero me gusta hacerlo yo.
Nos abrazamos y nos despedimos allí mismo, él se había convertido en un gran amigo que no esperaba tener y ahora, era como mi familia, de lo poco que me quedaba sincero.
(...)
Luego de salir del aseo volví a los brazos de Alexander Mcgregor.
Le había extrañado tanto, le quería muchísimo a pesar de todo y saberme junto a él era maravilloso.
Bailando pegados, mirándonos fijamente y con mis manos alrededor de su cuello y las suyas en mis caderas sonreí feliz.
—Te he echado tanto de menos —me besó la punta de la nariz —no quiero vivir sin tí. Quiero negociar nuestro acuerdo.
—No voy a ceder Alexander, te daré mis fines de semana y no nos veremos en otro momento. Estoy confiando bastante en tí pero las cosas se harán a mi manera. Y es por eso que necesito que sea mediante contrato, te conozco lo bastante como para saber que solo así serás confiable, firmaremos ese contrato y pondrás una cifra para que sea efectivo, si no, podrías romper el acuerdo cuando quieras y no mereces más de mí que aquello que esté dispuesta a darte.
Cruzó un brazo por encima de mi cabeza, acarició mi cabello a su paso y me encerró en sus poder nuevamente para recalcar...
—Aplaudo y agradezco esa discordancia, Lore —me besó un hombro —no quiero que lo nuestro se parezca a lo típico porque no quiero que nadie pueda jamas experimentar lo que tenemos tú y yo. No reduzcas nuestro amor a lo común porque es demasiado grande como para que las banalidades lo fundamenten, nuestra historia es épica, nuestra y jamás vista. Así la hemos creado y así la vamos a seguir viviendo.
Alcé la vista hasta sus ojos que buscaban desde hacía tiempo los míos y supliqué destrozando mis propios esquemas...
—¡Bésame, Alex, desnudate y bésame!
Había prometido que no me entregaría tan rápido, tan fácil y tan enteramente a él pero no conté con Alexander para provocarme. He sido yo quien ha roto sus propias promesas pero no puedo resistirme a él cuando se muestra desnudo incluso estando vestido.
Sus deseos me castigan y mis ganas me doblegan, me dejo ir y siento que vuelvo a la vida cuando lo hago.
Sin que pueda recordar como, sus manos me desvisten sin dejar que sobre un pedazo de piel en el que no me bese y me seduzca. Me tente. Me tenga.
Camino lentamente hacia atrás siendo impulsada por él que se toma su tiempo pero no disimula su deseo por tenerme después de tanto tiempo sin sentirnos.
—Eres la vida que late en mis entrañas Lore, no existo sin tí y saber que me necesitas igual de fervientemente es oxígeno para la sangre en mis venas nena. Te amo..., demasiado.
Cuando estuve sobre las sábanas, de espaldas a él y de frente a la seda en ellas su boca pintó mi cuerpo a besos y mis uñas se hundieron en el colchón que acallaba mis gritos desesperados por tenerlo una vez más así de profundo en mí. Y no solo me refiero a mi cuerpo.
Era mi pelo el santuario de su boca. Allí donde no dejaba de besar, y yo no dejaba de sentir.
Mis caderas le acunaban las manos como si siempre hubiesen vivido allí y cada mordida en mi espalda era un canto al amor que él me estaba haciendo como nunca antes lo había hecho porque entonces, estábamos saldando una deuda con nuestra pasión y toda la intensidad del comprador, era multiplicada por la libertad que experimentaba en su compra, la misma que hoy era su venta.
—¡Déjame oírte susurrar mi nombre entre tus labios en mi boca, Lore!
Esas palabras llegaban mientras me sentaba en sus piernas, rodeando su espalda con las mías y llenándome de él para subir y bajar por su deseo todas y muchas de las veces en las que estuvimos a las puertas de los orgasmos que no queríamos tener aún porque necesitábamos más tiempo así de juntos y así de perfectos.
—¡Te quiero, Alexander Mcgregor... con toda mi alma y pase lo que pase voy a quererte!
Si hubiera estado soñando, no podría haber sido así de imaginativa. Nunca me hubiese sentido tan plena por mucho que fuera un sueño mi éxtasis en sus manos.
Aquello se trataba de amor en estado puro y de sentimientos que no eran entendibles pero si estaban fundidos en los dos.
La manera de amarme de aquel hombre, era como ser venerada por cientos de dioses que sabían que mi mayor placer lo obtenía de saber cuanto me quería, el mismo hombre que poco tiempo antes me había destruido.
Pero es que Alexander era mi destino, mi camino, mi rumbo y todo se reducía a que le quería tanto como él a mí y allí, sin opciones de nada distinto, me desnudé el alma para dársela, aunque le estuviera ofreciendo también la posibilidad de destrozarmela... igual valía la pena estar desnuda de todo ante él.
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