Desde que lo conzoco voy armando mis días como puedo.
Alexander es ese tipo de hombre que pasó de ser un poderoso surtidor de órdenes, a ser un exquisito surtidor de amor. No consigo hacerme inmune a su existir en mi vida, en todo lo que soy y lo que siento. Y sigo siendo presa de su poder sobre mí.
Caigo en su embrujo una y otra vez.
Solo necesita mirarme y sé la reacción exacta que tendré, es tan fácil dejarme ser suya, como saberlo mío.
—Quédate esta noche conmigo otra vez.
Sus palabras están cargadas de nostalgia, añoranza no sé de qué y me hacen notar su desbocado deseo de pegarse a mí. Somos tan diferentes. Tan únicos tan suyos.
—Y, ¿Qué pasa con ese contrato que tenemos que firmar? —me remuevo sobre sus piernas y hablo solo, por ganar tiempo.
—Lore, basta ya de todo eso —respira hondo y se recuesta en mi seno —,hemos tenido demasiado de contratos tú y yo. Vuelve de una vez y enfrenta todo conmigo.
A pesar de que quería hacerlo. Sentía, la necesidad de dejarlo todo para irme nuevamente con él, no se me hacía tan fácil.
El imbécil de Christian era un gran impedimento y los sucesos que Alex y yo habíamos protagonizado también.
Ahora, como si todo lo otro fuera poco, estaba la posible existencia de su hijo Luca, vivo y de lo que yo no le comentaba nada todavía.
Demasiado secretos envolvían la vida del comprador y señora, no era tan fácil como él pretendía verlo.
—¿Me quieres decir como salgo de la vida de Christian sin que él tome represalias contra nosotros?
Un gruñido de irritación le cambió el semblante.
Hizo presión en mis caderas instándome a levantarme y así lo hice. Él también, justo después de mí.
Caminó hacia uno de los estantes al final de su despacho y se agachó abriendo una puerta escondida detrás de unos libros apilados y se descubrió una especie de caja fuerte a la que le digitó un código y se abrió enseguida.
—Es la fecha del día en que te conocí —explicó refiriéndose a la clave —diecinueve de abril.
Ese hombre, que no sonreía casi nunca, que me había contratado para matarme..., el mismo que me mantuvo a su lado, enamorándome bajo un cruel chantaje, era el mismo que tenía guardado en su mente datos que ni siquiera yo recordaba y el mismo que ahora, justo en este momento en el que yo me callaba una información tan importante para él, me confiaba la clave de su caja fuerte y de cosas tremendamente importantes que luego conocería.
¡Es el mismo hombre que yo no merezco!
—Oh, Alexander, no te merezco. Te amo muchísimo pero no te merezco.
Chasqueó su lengua restándole importancia a mi comentario y sacó una laptop llevándola a su escritorio.
—¡Ven! Y deja de decir tonterías, que nuestra historia es lo suficientemente oscura como para que sea yo, quien no merezca ni un segundo de tu hermosa vida.
Dejó el aparato en la mesa, encendiéndolo antes y caminó hasta mí al ver que no me movía, me tomó las manos y me abrazó tan fuerte que me dolieron los huesos del torso pero no iba a renunciar a un momento así con él.
—Voy a demostrarte que nunca soltaría tu mano —dió un suave beso a mi frente —que he estado pendiente de tí desde el segundo en que supe que vivías y si he permitido que ciertas cosas te apartaran de mí es solamente porque así tenían que ser.
Arrugué mi frente completamente confundida con sus palabras poco esclarecedoras. Él sin embargo, restregó su nariz en la mía y sonreí.
—¿De qué hablas? —pregunté arrugando los ojos.
—Ven. Mira esto.
Me soltó y nos dirigió a los dos hasta su laptop. Buscó un archivo comprimido y cuando ingresó la contraseña, se abrió un video ya conocido para mí.
Era el repugnante video de la niña que Christian había manoseado y lo que sí no había relacionado antes, es que se trataba del mismo almacén en el que había descubierto lo de la supuesta posibilidad de que el hijo de Alexander estuviera vivo.
Traté de controlar mi reacción como pude porque no podía delatarme y confesar lo que había sucedido tan solo unas horas antes, pero no me quedó claro si él lo notó o no.
—Ya conozco ese video Alex, yo misma salvé a esa niña en su día, solo que ahora no sé donde está pero Christian la va a traer, me lo aseguró.
—Esa niña está con su padre, Lore. Tu amiguito el político no tiene ni idea de lo que ha hecho.
No pude preguntar nada más, cuando la puerta detrás de los dos se abrió de pronto y el hermano de Alex, Joss, apareció y cerró detrás de él.
—¡Hola! —saludé sin humor.
—Esa niña es mi hija.
Se miraban y se veía que hablaban un idioma entre ellos, que yo no lograba interpretar.
—Si se va, va a conseguir que mueras... no lo voy a permitir.
Joseph evitaba parecer desesperado pero el tono de su voz le delataba y todo aquello era demasiado confuso.
—Es su decisión —bramó mi marido —quiero que se quede porque me ama y no puede vivir sin mí como me pasa a mí con ella, no por los motivos errados.
—Morirás y lo sabes, no voy a dejar que se marche.
Viéndolos enfrentados y cada vez más exaltados, sin que yo pudiera entender un ápice de lo que sucedía, me salí de atrás de Alexander y me coloqué entre los dos.
Las manos del hombre que amaba me pegaron a su torso y decreté para los dos...
—No voy a irme —los dos parecían de acuerdo para suspirar al unísono —pero ambos me dirán, qué demonios está pasando aquí.
—¡Gracias!
Y luego de decir aquello, Alexander me besó en la nuca y me apretó contra sí rodeando mi cuerpo con sus brazos.
Entonces entendí, que nunca podría vengarme de él, ni él podría volver a lastimarme porque hacía mucho tiempo los dos éramos mitades de un mismo escudo.
Si él me protegía a mí, yo le protegía en consciencia.
Sí me lastimaba, yo tenía todo el poder de lastimarlo a él.
Si me veneraba, yo hacía exactamente lo mismo con él y así, vivíamos nuestra historia como eso, justamente eso... mitades de un mismo escudo.
Podíamos amarnos y destrozarnos en igual medida.
Nos protegíamos y desprotegíamos de las mismas cosas y de igual manera.
Éramos la mitad exacta y perfecta del otro.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El comprador (COMPLETO)