Alexander
Me dicen que estoy enfermo, y me río. El cínico en mi se desternilla de la risa. Claro que lo estoy. Lo sé hace tiempo.
Estoy enfermo de ella. La amo. Me muero por ella y es literalmente. Mi corazón esta roto, una pequeña herida me mantiene al borde de la muerte y solo quiero que ella vuelva a mi. Quiero a mi mujer conmigo, por si muero, que sea a su lado. Ya una vez me dejé morir por ella y me salvaron, ahora quiero morir con ella. Recostado en su cuerpo. Besando su alma.
Siento la música de Carusso entrando en mi sistema y el dolor me devora, me aniquila, me derrota.
La echo mucho de menos y no quiere volver, me dice que tengo que curarme sin saber que eso no va a pasar. Que yo no tengo cura porque ella es mi veneno perpetuo, y también el antídoto que no quiere darme.
Bebo un sorbo de whisky y dejo caer mi mano en el reposabrazos con el vaso cuadrado de cristal bacará en ella y el movimiento ámbar dentro de el me recuerda al vértigo que me produce no tenerla. Incluso cuando llega lo vuelvo a sentir.
Todos me critican, me marginan y me mal aconsejan darle espacio para que tengamos una historia de amor sano sin saber que no podemos, porque lo que siento es enfermizo y no me quiero curar. Lo vivo justo como lo siento y me siento morir cuando la tengo y muerto del todo cuando se aleja.
No hay amores como el nuestro y no son conscientes de eso, ninguno de ellos. Malditos entrometidos ignorantes de mi amor.
Hace media hora la espero, oyendo una canción hermosa que me suena a nostalgia y amor sublime, una melodía que me seduce y me deprime pero que me lleva a pensar en ella, porque la amo muchísimo.
Carusso es la melodía que me avisa, que mi corazón herido solo sanará con ella a mi lado. Si tengo una posibilidad de sobrevivir es junto a mi mujer, mi vida, mi mundo entero. Ella es mi cura, y se aleja y me mata.
Y cada vez más, pierdo las palabras para rebatir los fundamentos que usa para alejarse de mí.
No tengo derecho a nada más que amarla, y a eso me aferro.
Loreine
—Mira, Cristel —explico cuando el taxi se detiene frente a la puerta de su casa —yo venía a verte para saber que te traes con mi marido porque lo de la noche en el club fue muy extraño, sin embargo esto cambia un poco las cosas.
Ella toma seguro de la puerta con toda la intención de bajarse y el chófer, en una demostración de profesionalismo impresionante activa los cierres desde su asiento.
—Déjame salir, por favor.
–No sé porqué de pronto sientes esta hostilidad hacia mí, pero lo voy a averiguar. Siento muchísimo lo que está pasando con tu hijo y demás, pero Alexander es mi esposo, no voy a renunciar a él y espero que tengas claro que tu historia con él, ya fue.
—No sabes lo equivocada que estás pero un día verás todo más claro. No te imaginas ni un poco, quien es...
En ese momento tocan la ventanilla de su lado y su madre aparece entre mantas que le cubren incluso la cabeza, y empieza a forzar la puerta para abrirla.
El chófer intentando que no le rompa el auto quita el seguro y la puerta se abre de momento dejando a la señora amenazarme.
—Aléjate de mi hija o te vas a arrepentir. Déjanos en paz, ya tienes lo que querías. Él es solo tuyo, déjanos con nuestro dolor.
Arrugo la frente porque no entiendo a qué se refiere. Su hija deja la conversación a medias y trata de controlar a su madre y hacerla entrar en casa pero la señora me mira y me mira, y cada una de esas veces siento como su furia se arrastra hasta mi y no logro discernir el por qué.
—Vámonos.
Cuando le doy la orden al chófer me percato de que no sé su nombre.
—Sigue esa calle recto hasta llegar a la enorme verja de una mansión, no tienes pérdida —el asiente y se pone en marcha —¿Me dices tú nombre?, por favor.
—Soy Mario, Señora Mcgregor. Para servirle.
Me acomodo en sus piernas y me abraza con fuerza, escondiendo el rostro en mi pecho, llorando desesperado y me rompe por completo verlo así.
—Alex, mírame...— le pido tratando de lidiar con su descontrol emocional.
Niega, me aprieta la cintura y siento que está al borde de un colapso nervioso y eso no es bueno, ni sano ni natural.
—Yo te quiero, te amo como no me gustaría porque se que no es sano pero aun así lo hago, sin embargo tienes que entender que lo que tú me hiciste, repercutió en otras cosas que no puedo dejar a un lado de la noche a la mañana.
—Tengo que hacerle entender que si estoy atada de pies y manos con respecto a Christian es más que seguro por sus acciones. Ahora no puedo decidir mi vida a mi manera, dependo de otras cosas que me mantienen presa en otra vida. Quiero estar con él pero no puedo y no debo.
—Tú y yo nos hemos lastimado en la misma medida en que nos hemos amado y ambos estuvimos a nada de morir por el otro y sabes que lo que digo es literal, no podemos seguir así, lo siento. Tenemos que aprender a amarnos con bienestar, y a saber que sí puedes vivir sin mí, y yo puedo estar sin tí, solo hay que ensayar y ensayar hasta que nos sepamos de memoria la coreografía del desapego. No es sano y no quiero un amor enfermo, no quiero morir por tí ni que vuelvas a intentar suicidarte por mí, no es eso lo que amo de nosotros y no voy a permitir que nos vuelva a pasar.
Me mira serio. Le aparto los cabellos rubios de su hermoso rostro y le beso con ternura porque lo amo con locura.
—Quiero una vida contigo, quiero hijos, nietos, perros y horas gastando los relojes a tu lado pero las quiero bien, las quiero alegres, llenas de colores y de vida y eso es justo lo que voy a pedirte, Alexander Mcgregor... en esta ocasión déjame ser, déjame hacer y déjame..., simplemente déjame para que después me puedas tener para siempre. Deja que no me vaya más. Dejame quedarme pero quedarme bien.
—Ti vogglio bene. —dice con la voz queda —Sé que lo nuestro sempiterno pero aún así, necesito que me prometas que me vas a amar siempre. Como yo te amo a tí, incluso si no estoy a tu lado.
Se le escucha tan melancólico que me hiere. La música para y vuelve a empezar la misma canción hermosa pero que cala tan dentro de tí que lacera.
Le tomo las mejillas con mis palmas abiertas en su barba exquisita y cerca, muy cerca de sus labios decreto...
—Como tú mismo has dicho, lo nuestro es sempiterno Alex, mi amor por tí es sempiterno.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El comprador (COMPLETO)