—¿Por qué están aquí charlando en lugar de trabajar cuando aún es horario de oficina? ¿Quieren que les descuente de la paga? —Santiago se dirigió al grupo de representantes de ventas mientras salía de su oficina.
En ese momento, todos se apresuraron a volver a sus escritorios. Uno de ellos le dijo a Santiago:
—Señor Cano, Jaime fue a cobrar la deuda de Diego Munguía.
Al oír eso, se quedó atónito un momento antes de regodearse.
—Ni siquiera le importa arriesgar su vida con tal de hacer alarde de sus capacidades, ¿verdad? Si consigue cobrar la deuda, ¡beberé toda el agua de la taza del inodoro!
Un segundo después de que sonaran sus palabras, Tadeo regresó con el sudor chorreando por la cara y una bolsa negra en la mano.
Cuando María lo vio, le preguntó con urgencia:
—Tadeo, ¿dónde está Hilda?
El hombre tomó una botella de agua de la mesa y se la terminó de golpe. Luego, exhaló profundo antes de relatar todo lo que había sucedido.
En el momento en que se enteraron de que la bolsa contenía un millón, todos mostraron expresiones de asombro.
Santiago incluso abrió la bolsa con incredulidad, haciendo que los billetes se esparcieran por el suelo. Ante esa visión, su expresión se volvió tan oscura como un trueno. Pensando que Jaime nunca conseguiría cobrar la deuda, había llegado a declarar que se bebería toda el agua de la taza del inodoro si lo conseguía. Por lo tanto, eso fue una patada en el trasero para él.
—Hilda está demasiado enamorada de él. ¡De verdad no entiendo qué tanto le ven a Jaime!
Lidia refunfuñó perpleja al saber que Hilda se quedó a esperarlo.
María también estaba preocupada por ella. En cuanto a Jaime, nadie se preocupó por él.
Mientras todos se compadecían de la mujer, Jaime volvió con ella. Al ver que estaba ileso, todos se sorprendieron mucho.
—¿Qué no te golpearon, Jaime? —preguntó Santiago dudoso.
—Lo correcto era pagar la deuda, ¿por qué me golpearían? Debería ser al revés —se burló Jaime.
La mujer se acercó con una expresión indiferente y se sentó frente a él.
—¿Por qué me invitaste a salir?
—Es que siento que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te vi, así que me gustaría invitarte a comer, Josefina —respondió con adulación.
—Me voy a ir si no me dices nada importante. —Se dispuso a levantarse al decir eso.
Al verla, Javier se apresuró a detenerla.
—¡No, no! ¡Hay algo importante! Josefina, tú sabes lo que siento por ti. Nunca he amado a otra mujer en todos estos años. ¿Puedes por favor...?
—No —Josefina lo interrumpió antes de que terminara de hablar y afirmó en tono frío—: Javier, espero que seas consciente de tu lugar. Eres solo un Gerente al servicio de mi familia, puedo despedirte en cualquier momento. Será mejor que te centres en tu trabajo en lugar de hacerte más ilusiones conmigo.
Eso hizo que la expresión de Javier cambiara de forma imperceptible.
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