El despertar del Dragón romance Capítulo 117

Poco después, Tomás y Jaime llegaron a la entrada del Restaurante Antaño. Tomás bajó primero del auto antes de abrirle la puerta a Jaime.

—Mi Señor, lo esperaré aquí. En caso de que ocurra algo malo, estaré allí de inmediato.

Jaime hizo un gesto de desprecio con las manos y dijo:

—No es necesario, ya puedes irte.

Tomás asintió y volvió a subir al auto.

Justo antes de que se fuera, llegó María en su BMW rojo con Hilda. Habían llegado al restaurante antes que los demás porque salieron antes que todos.

—Jaime, ¿llegaste en ese Bentley? —María se quedó un poco sorprendida. Aunque lo había visto bajar de ese auto, no podía creer lo que veían sus ojos.

En respuesta, Jaime asintió indiferente.

—¿Viniste en un Bentley, Jaime? Si lo hubiera sabido, te habría seguido. Nunca me he subido a uno. —Estaba emocionada. Sin embargo, en seguida se dio cuenta de que podía haber ofendido a María con sus palabras. Así que se rio con torpeza y dijo—: ¡María, no te ofendas, de acuerdo! ¡Tu auto es igual de bueno!

—¡Ay, no pasa nada! ¡No te preocupes! —Sabiendo que era una chica de buen carácter, no se molestó. Lo que en realidad le molestaba era el hecho de que aquel viniera en un Bentley.

—Jaime, ¿de quién es ese automóvil? —preguntó María.

—Es de un amigo —respondió despreocupado.

—¿Tienes un amigo que pueda gastar en un Bentley? —Se quedó perpleja porque, en una ciudad tan pequeña como Ciudad Higuera, solo había un puñado de personas que pudieran permitirse un auto de varios millones.

Antes de que pudiera responder, Santiago y los demás habían llegado. Se quedaron boquiabiertos al ver el majestuoso Restaurante Antaño.

—¡Tadeo, estaciona tu asqueroso auto en otro lugar antes de que nos humilles! —gritó el Gerente.

Impotente, Tadeo no tuvo más remedio que moverse. Santiago y los demás se dirigieron entonces hacia adentro con expresiones de orgullo.

—¡Y llegó en un Bentley! —exclamó Hilda con orgullo.

Como era de esperar, nadie le creyó y Santiago se burló:

—¿Jaime en un Bentley? Es tan pobre que seguro que ni siquiera sabe cómo son. Seguro que tomó un atajo en taxi. Y como llegó antes que nosotros, ¡afirma con descaro que llegó aquí en un auto de lujo!

—¡Es cierto! ¡María también lo vio! —Lo defendió.

A Jaime, en cambio, le importaba poco si lo creían o no. No sentía la necesidad de dar explicaciones sobre un asunto tan trivial.

Todos dirigieron entonces sus miradas hacia María.

—María, ¿es cierto? ¿De verdad vino en un Bentley? —preguntó Santiago.

—Sí lo vi salir de uno.

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