El despertar del Dragón romance Capítulo 134

Asombrado, Rino no tuvo más remedio que avanzar como se le había ordenado.

—¡Ponte de rodillas y discúlpate con el Señor Casas! —Félix le dio una patada a Rino.

Luego de eso, Rino cayó de rodillas frente a Jaime.

—Suficiente, puedes dejar de actuar. Antes de que Esteban vuelva con su maestro, no le haré nada a tu banda. A no ser que me quieran seguir haciendo enojar. —Jaime era muy consciente de que Félix solo pretendía ser respetuoso.

Después de todo, se había convertido en el enemigo mortal de la Banda del Dragón Carmesí desde que derrotó a Esteban. Por lo tanto, no había forma de que Félix lo respetara de forma sincera.

Justo cuando terminó de hablar, Jaime se levantó para irse. Un destello frío brilló en los ojos de Félix al ver desaparecer la silueta de Jaime.

—Señor Laiva, ¿quién es? —preguntó Rino con curiosidad mientras se ponía en pie tras la marcha de Jaime.

De repente, Félix respondió con una contundente bofetada.

—Déjame advertirte, la próxima vez que lo veas, por favor, mantente lo más lejos posible de él. Él fue quien derrotó a Esteban. Por lo tanto, deberías estar contando tus estrellas de la suerte por no haber perdido la vida hoy.

Después de eso, Félix se fue con sus hombres, dejando a Rino atrás tratando de recuperarse de la conmoción.

Mientras tanto, en su barrio, Hilda esperaba ansiosa a Jaime. En cuanto a Yolanda, se había ido después de llevar a Hilda a su casa.

—Hilda, ¿por qué no entras? ¿A quién esperas? —preguntó Claudia al ver a Hilda merodeando fuera.

—Mamá, tú deberías entrar primero. Estoy esperando a Jaime —respondió Hilda con una expresión de ansiedad.

—¿Qué pasó con Jaime? ¿Por qué no vinieron juntos a casa? —preguntó Claudia al ver lo preocupada que estaba Hilda.

—Él... —A Hilda se le trabó la lengua de repente, pues no sabía cómo explicárselo a su madre.

—Hilda, ¿dónde está Jaime? ¿No se supone que volverían juntos?

—Como tomar el transporte público para ir al trabajo es un inconveniente para ambos, el Señor Casas compró un auto para facilitarles todo. Teníamos previsto dar una sorpresa a Jaime, pero aún no vuelve.

—Señora Valbuena, usted también pagó el auto. Por lo tanto, se considera un regalo de ambas familias a los niños —añadió enseguida Elena.

—Yo solo aporté unos pocos miles que no significan nada. Ustedes pagaron todo el resto —comentó Claudia con una sonrisa.

—Este auto es para que los dos empiecen. Una vez que se hayan asentado en sus trabajos, podrán comprar el suyo propio. Ahora que somos mayores, esta es toda la ayuda que podemos dar —explicó Gustavo.

—Eso es muy cierto. En el futuro, tendremos que contar con ambos —convino Claudia con un movimiento de cabeza.

Al escuchar su conversación, Hilda se sonrojó en respuesta. Tenía la sensación de que ambos padres los trataban como a una pareja, algo a lo que Hilda no se oponía.

Después de pasar mucho tiempo con Jaime, Hilda se dio cuenta de que había desarrollado sentimientos por él.