El despertar del Dragón romance Capítulo 135

Por desgracia, no tenía ni idea de la situación de Jaime en su relación.

—Se está haciendo tarde. ¿De qué están hablando?

En ese momento, Jaime se acercó a ellos con una cara sonriente.

—Jaime...

A su regreso, Hilda se acercó corriendo a él y lo escudriñó en busca de alguna herida.

Al ver la reacción, Claudia y Gustavo sonrieron.

Solo Elena suspiró.

—¿No sería maravilloso verlos casarse?

Cuando Jaime escuchó el comentario, sintió el impulso de explicar que solo veía a Hilda como una hermana. Sin embargo, ante las miradas esperanzadas de todos, no se atrevió a decirlo.

—Mamá, no te preocupes. Definitivamente encontraré una cura para tus ojos —la tranquilizó Jaime en lugar de aclarar su malentendido.

—No hay necesidad de preocuparse por mí, ya que estoy acostumbrada. Los dos deberían centrarse en sus trabajos. Cuando hayan ahorrado lo suficiente, podrán comprar una casa matrimonial y un auto. En cuanto a mí y a tu padre, no podemos hacer nada más para ayudar —comentó Elena con tono culpable.

Dado que Jaime aún no se había casado, se sentía mal porque Gustavo y ella no podían apoyar económicamente a Jaime.

—Elena, no digas eso. Su felicidad es lo único que importa. Después de todo, yo no necesito nada. —Claudia le dio una palmadita en el hombro a Elena.

A pesar de llenarse de emociones encontradas al escuchar esas palabras, Jaime aún no sabía cómo darles la noticia.

—Jaime, el Señor Casas te ha comprado un auto. Podemos ir juntos al trabajo a partir de mañana —informó Hilda a Jaime para cambiar de tema.

Tras bajar juntos las escaleras, Jaime e Hilda vieron un Ford blanco estacionado. A primera vista, se notaba enseguida que no era un auto nuevo.

—Jaime, se trata de un Ford de segunda mano. Sin embargo, el kilometraje sigue siendo bajo, y solo hubo un propietario anterior. Además, está en muy buen estado y solo costó cuarenta mil. Por eso lo compré para ti. Es lo mejor que puedo hacer... —explicó Gustavo con una expresión de disculpa.

Al día siguiente, cuando Jaime condujo el Ford de segunda mano al trabajo, sus compañeros lo ridiculizaron como era de esperar. Sin embargo, no le importó en absoluto.

En cuanto a Hilda, tampoco le importaba lo que dijeran los demás. En ese momento, la idea de poder ir y venir del trabajo junto a Jaime le parecía dichosa.

Justo cuando llegaron a la oficina, Santiago se acercó y ordenó:

—Jaime, tendrás que cobrar todas las deudas hoy o te despedirán.

Santiago odiaba a Jaime hasta la médula, sobre todo después de lo ocurrido la noche anterior. Jaime no solo le pegó en público, sino que también lo humilló. Por lo tanto, no había forma de que lo perdonara.

Tras darle una fría mirada a Santiago, Jaime se limitó a ignorarlo. En cambio, Hilda se puso nerviosa al respecto.

—Señor Cano, son muchos. ¿Cómo es posible que Jaime los recupere a todos? ¿No le está poniendo las cosas difíciles?

Aunque Jaime no dijo nada, Hilda se sintió indignada ante la exigencia de Santiago.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El despertar del Dragón