El despertar del Dragón romance Capítulo 143

—¿Ahora lo estás entrevistando, Michelle? Deja de preguntas y mejor cenemos —se apresuró a decirle Yolanda a Michelle para salvar a Hilda de la vergüenza.

Por desgracia, Michelle siguió insistiendo. Mirando fijamente a Hilda, que tenía una expresión conflictiva, continuó preguntando:

—Hilda, ¿es un secreto la antigua profesión de tu novio? ¿Es algo que no puedes decir, como que estuvo en la cárcel?

Esa vez, dejó las cosas claras sin andarse con rodeos.

Cuando Hilda escuchó eso, la sorpresa apareció en su rostro.

«Nunca se lo conté a nadie. ¿Cómo es posible que lo sepa?».

Luego, desvió la mirada hacia Yolanda, ya que esta acababa de enterarse de que Jaime había estado en la cárcel la noche anterior.

Yolanda también tenía la sorpresa grabada en su rostro. Al final, giró sus ojos hacia Ivón con la furia encendida en ellos.

—¿Fuiste tú la que soltó esa tontería, Ivón?

«Anoche se lo conté, y ahora Michelle lo sabe, así que debió ser ella quien lo contó».

—¿Qué es eso de soltar tonterías, Yolanda? Solo estaba exponiendo los hechos.

Ivón no se molestó en poner excusas, sino que lo admitió de inmediato. Eso hizo que Yolanda se enfadara, pero también estaba preocupada, ya que Ivón también sabía que era una acompañante.

«Si ahora se le va la lengua, ¡nunca podré mantener la cabeza alta en público!».

Temiendo que Ivón también hablara de ella si se enfadaba, no hizo más comentarios.

—No es nada embarazoso que tu novio haya estado en la cárcel, Hilda. ¿Por qué no quisiste contárnoslo? No lo discriminaremos. Tu situación actual te hace una pareja perfecta con él. Una es una bailarina exótica, mientras que el otro es un exconvicto. Es una pareja hecha en el cielo.

«Si me voy ahora, solo demostraré que lo hago porque estoy preocupada por gastar dinero».

—No, está bien. Por lo menos tenemos eso —intervino Jaime sonriendo.

—Muy bien, entonces. No me preocuparé más ya que tienes dinero. Tenía mucho miedo de que alguien se fuera sin pagar después de la comida. Si eso ocurriera, sería totalmente embarazoso —exclamó Michelle antes de dirigirse a Leonardo—: Leonardo, ¿no dijiste que habías pedido de antemano? Que sirvan la comida, entonces.

Con una sonrisa de satisfacción, Leonardo respondió:

—¡Claro! Esta vez me decidí por un festín de cincuenta y ocho mil ochocientos, sin incluir las bebidas. Traje mi propio Sauvignon Blanc, así que gastaremos entre ocho y diez mil por persona. Haré que sirvan la comida enseguida.

Tras decir esto, hizo una llamada. En poco tiempo, la puerta del salón privado se abrió de un empujón y los mesoneros llevaron exquisitos platos, uno tras otro.

Sin embargo, ninguno de los presentes mostró un ápice de alegría ante la mesa llena de comida. Al fin y al cabo, todos acababan de empezar a trabajar y muchos de ellos no tenían ahorros. Por lo tanto, tener una comida que costaba entre ocho y diez mil, era angustioso, ya que no tenían tanto dinero.

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