El despertar del Dragón romance Capítulo 167

—En realidad, no me sorprende escuchar acerca de este pequeño problema, pues es muy común que la gente sienta malestar, después de haber estado en un lugar rodeado de muerte, como un cementerio; de hecho, según las leyendas, las personas creían que, a menudo, los fantasmas de los ancestros podían apoderarse de sus cuerpos, pero estoy seguro de que se trata de algo mucho más simple —explicó Jaime, sin mostrar ninguna emoción.

—¡Grandioso, entonces, les llamaré para informarles acerca de las maravillosas noticias! —Sin embargo, antes de que Arturo pudiera tomar su móvil, se escuchó la voz de Jaime aseverar en tono grave:

—¡Señor Gómez, tranquilo! No se preocupe; le aseguro que cumpliré mi promesa de ayudar a sus amigos, por lo que no debemos apresurarnos. De hecho, preferiría trabajar durante la noche, así que será mejor que me reúna con ellos en su hogar al salir de la oficina.

—¡De acuerdo, Señor Casas! —exclamó Arturo con voz enérgica.

—No se preocupe; tan solo considérelo como un pequeño obsequio, en agradecimiento por haber encontrado el pincel espiritual —respondió Jaime, con una enorme sonrisa en el rostro.

Al terminar la suculenta cena, Josefina posó sus intensos ojos en el rostro de su prometido, antes de decir:

—Querido, te veré por la tarde, así que no olvides enviarme un mensaje con la ubicación del lugar dónde te reunirás con aquel matrimonio, pues deseo permanecer a tu lado en todo momento. —La hermosa voz de la mujer resonó llena de ternura al hablar, al tiempo que colocaba su delicada mano sobre la mejilla de su futuro esposo.

—De acuerdo, pero me sorprende que estés dispuesta a salir tan tarde… —Al terminar de emitir esas palabras, una enorme sonrisa cubrió su hermoso rostro cincelado.

—Bueno, no estaré sola, pues mi apuesto y valiente prometido estará a mi lado —respondió la joven con voz seductora, antes de continuar—: Además, estoy segura de que, gracias a tus enormes habilidades curativas, no tardaremos mucho tiempo en ese lugar.

Al escucharla, Jaime dejó escapar una pequeña risa al reflexionar:

«Cada vez que salgo a visitar enfermos, Josefina me mira con desdén, por lo que me pregunto por qué desea acompañarme en esta ocasión…».

«¡No logro comprender cómo un hombre poco excepcional como Jaime lograra asumir una posición tan importante dentro de la compañía, en especial, tras haber estado en prisión! Después de todo, ¡ese puesto era mío, pues solo un estudiante ejemplar cumpliría con todos los requisitos de un líder! ¡Nunca me hubiera imaginado que la Familia Serrano podría abandonarme de esa manera!».

Ante esa idea, Javier comenzó a sentir que la ira le inundaba el cuerpo, hasta partir aquel documento por la mitad; de pronto, se escuchó una suave voz femenina al indagar, casi en un susurro:

—Señor Llano, ¿se encuentra bien?

—¡Fuera ahora mismo! —rugió, furioso y una vez que la joven asistente saliera de aquella habitación, el hombre no pudo evitar reflexionar, desesperado:

«¡Maldito Jaime, no puedo creer que hayas arruinado mi vida! ¡Juro que acabaré contigo!».

Ante esa idea, el semblante de Javier se tornó cruel por completo; no obstante, tras lograr tranquilizarse un poco, caminó hasta una de las gavetas al otro extremo de la habitación, donde tomó el arma en uno de los cajones. Entonces, colocó aquel pesado objeto contra su mejilla, mientras permanecía en silencio y después de una pequeña pausa, regresó a su escritorio.

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