En ese momento, Javier tomó su móvil para llamar a Santiago; tras un momento, se escuchó una voz desde el auricular.
—¡Santiago, necesito ver a Jaime en mi oficina de inmediato! —ordenó Javier, sin mostrar ninguna emoción; al terminar la llamada, Santiago dejó escapar un pequeño suspiro, resignado, antes de mirar, desconcertado, a María.
—Me pregunto por qué el Señor Llano desea reunirse a solas con Jaime… —indagó la chica con voz llena de curiosidad.
—Debo confesar que, aunque me parece muy sospechoso, no sé qué sucede… —respondió Santiago, quien parecía absorto en sus pensamientos al hablar.
Entonces, se volvió a escuchar la hermosa voz de María al añadir:
—Bueno, supongo que le informará acerca de las comisiones por sus ventas de este mes… —dijo en tono severo, antes de continuar—: Me parece un poco extraño que el Señor Llano tenga algún tipo de preferencia por ese hombre; después de todo, a pesar de haber comenzado a trabajar en este lugar desde hace poco tiempo, ha logrado conseguir los mejores clientes. —Su voz resonó llena de desesperación.
Ante sus desalentadoras palabras, el rostro de Santiago se endureció por completo, antes de salir de su oficina, en dirección del cubículo de Jaime.
—Debes ir a la oficina del Señor Llano, ahora mismo. Si bien desconozco por qué desea reunirse contigo en estos momentos, te recuerdo que María y yo te ayudamos bastante con algunos de tus mejores clientes; de hecho, nunca hubieras conseguido trabajar con Corporación Químicos Cósmicos sin nuestra ayuda, así que no olvides mencionárselo al Señor Llano.
Entonces, Jaime se limitó a mirarlo con desdén, sin decir nada al respecto; tras dejar escapar un pequeño suspiro, prosiguió a caminar, en dirección de la oficina de Javier. Ante ese atrevido comportamiento, Santiago comenzó a sentir el corazón acelerársele, al tiempo que observaba aquella figura alejarse.
«¡Bah! Ese idiota es un malagradecido; al parecer, ha olvidado que trabaja en esta compañía, gracias a nuestra ayuda. Debo encontrar una manera de recordarle que no toleraré ningún tipo de ofensas».
…
Al llegar a la oficina de Javier, la joven asistente intentó detener a Jaime un momento; sin embargo, pronto descubrió que todos sus esfuerzos fueron en vano, pues el apuesto hombre logró irrumpir dentro de la habitación, por lo que la chica no pudo evitar explicar, con voz lastimera:
—¡Señor Llano, lamento interrumpirlo, pero no pude detenerlo!
A pesar de esas crueles palabras, Jaime dejó escapar un pequeño suspiro, antes de decir con voz tranquila:
—Es verdad que Josefina y yo somos muy felices juntos… —Al terminar de hablar, el apuesto hombre esbozó una pequeña sonrisa burlona.
Ante su atrevido comportamiento, Javier comenzó a sentir que un escalofrío le recorría todo el cuerpo, mientras lo observaba en silencio; después de lograr tranquilizarse un poco, sentenció, furioso:
—¡Jaime, abandonarás Ciudad Higuera de inmediato! De hecho, ¡no permitiré que vuelvas a ver a Josefina! Te advierto que, si intentas regresar, sufrirás las consecuencias de tus actos. —Entonces y aunque posó una intensa mirada en el apuesto rostro del hombre enfrente, no pudo evitar sobresaltarse al escuchar una estrepitosa carcajada llena de desdén.
—¡No puedo creer que te atrevas a amenazarme de esa manera! De hecho, me parece increíble que pensaras que puedes obligarme a abandonar mi hogar.
—Lamento escuchar eso, pero te lo advertí… —Javier parecía nervioso al sostener el arma entre sus manos, pues todo su cuerpo temblaba sin control; en ese momento, un silencio sepulcral inundó la atmósfera, mientras apuntaba en dirección del hombre a su lado.
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