«Ahora que sé acerca de las extraordinarias habilidades de Jaime, debo descubrir la verdad acerca de su verdadera identidad, pues estoy seguro de que este hombre aún oculta muchos secretos».
Ante esa idea, Javier no pudo evitar recordar el curioso incidente en el Restaurante Antaño, donde Félix y Jaime discutieron; tras una breve pausa, su semblante se suavizó un poco al percatarse de lo que en realidad había sucedido.
«Ahora entiendo por qué Félix parecía asustado ese día; estoy seguro de que temía enfadar tanto a Jaime que desataría toda su furia en su contra... ¡No puedo creer que haya sido tan engreído! Todo este tiempo, creí que Jaime era un simple hombre, por lo que no podía comprender por qué parecía conseguir todo lo que yo deseaba… En efecto, creía que era mucho mejor tan solo por haber estudiado en el extranjero, pero nunca me hubiera imaginado que alguien tan poderoso se encontrara frente a mis ojos durante tantos años».
—¡No me hagas daño! ¡Te prometo que desapareceré de inmediato! —exclamó Javier, aterrorizado, antes de continuar—: Te juro que el arma se accionó por accidente; tan solo pretendía asustarte un poco…
Ante su patético comportamiento, Jaime dejó escapar un enorme suspiro, resignado; justo se disponía a caminar hacia la puerta, cuando se detuvo para anunciar de manera contundente:
—Me aseguraré de que cumplas tu promesa; te marcharás de Ciudad Higuera esta noche y no volveré a verte en mi vida. ¡De otra manera, te juro que desataré toda mi furia en tu contra! —Al terminar de emitir esas palabras, el apuesto hombre abrió la puerta con fuerza, antes de salir a toda velocidad de la oficina; en ese momento, un silencio sepulcral inundó la atmósfera, mientras Javier recapacitaba ante lo sucedido, por lo que no pudo evitar sobresaltarse al advertir la presencia de su asistente en el pasillo, cuyo rostro reflejaba absoluta incredulidad al verlo de rodillas en el suelo.
—¡Fuera ahora mismo! —rugió Javier, furioso; de inmediato, la joven dejó escapar un pequeño grito lleno de angustia, al tiempo que pensaba:
«Estoy segura de que perderé mi empleo, después de haber visto al Señor Llano de esa manera; es evidente que no tolerará tal humillación ante una subordinada».
Una vez a solas dentro de la habitación, Javier tomó el arma entre sus manos y se marchó de ese lugar; en efecto, nadie volvió a verlo en Ciudad Higuera desde ese día.
…
—Jaime, necesito saber si hablaste con el Señor Llano acerca de las comisiones por tus ventas… —Santiago parecía molesto al hablar.
—Me temo que no charlamos de ningún tema importante, así que no te preocupes —respondió Jaime, con voz llena de sarcasmo, antes de dirigirse al ascensor.
Sin embargo, de pronto, se escuchó la suave voz de María llena de desdén:
Ante esa idea, el hombre parecía absorto en sus pensamientos, por lo que se limitó a permanecer en silencio.
—Hilda, ahora que Jaime ha aclarado que no le interesan las comisiones de sus ventas, creo que tú deberías recibir ese dinero; después de todo, el departamento debe demostrar que ha recibido dinero para que no haya ningún problema con las ganancias de la compañía —le susurró Lidia al oído; sin embargo, el semblante de Hilda se llenó de preocupación al pensar que Jaime podría considerarlo como una traición, por lo que la hermosa chica se apresuró a responder:
—No creo que sea una buena idea, ya que yo no participé en esa venta; de hecho, ni siquiera, he visto el contrato… —Su voz resonó, casi en un susurro, al tiempo que meditaba:
«Supongo que desde que logró conquistar el corazón de esa mujer, el dinero se ha vuelto irrelevante para él; después de todo, su hermosa prometida no solo pertenece a una de las familias más importantes de Ciudad Higuera, sino que poseen una enorme fortuna…».
De pronto, Lidia dejó escapar una carcajada burlona que la hizo reaccionar.
—En verdad, no logro comprender por qué el dinero les causa tanta repulsión… —dijo, antes de marcharse de ese lugar.
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