Mientras un silencio ensordecedor descendía sobre la oficina, Jenifer y Calvo miraban Jaime tranquilo. Poco a poco, una sensación de temor comenzó a invadirlos.
—Señor, ¿cree que hablaba con el Señor Lamarque hace un momento? —preguntó Jenifer en voz baja.
Calvo no respondió porque no sabía qué decir.
«La voz en el móvil si parecía la de Tomás, pero este chico parece muy joven y no viste para nada como alguien rico. Entonces, ¿cómo es posible que conozca a Tomás e incluso que le hable en un tono tan condescendiente?».
Ante el silencio de Calvo, Jenifer no tuvo más remedio que consolarse:
—Es imposible que el Señor Lamarque conozca a alguien así. Por lo tanto, debe estar fingiendo. Además, la persona al otro lado de la línea no puede ser el Señor Lamarque, ya que nadie en Ciudad Higuera se atrevería a hablarle en ese tono.
Estando de acuerdo con la suposición de Jenifer, Calvo asintió como respuesta.
—Chico, deja de fingir delante de nosotros. Teniendo en cuenta lo patético que pareces, es imposible que el Señor Lamarque te conozca. ¿Cómo te atreves a utilizar su nombre para engañarnos? Lo pagarás con tu vida —gritó Calvo.
Después de mirar a Calvo de reojo, Jaime lo ignoró con una sonrisa.
—Señor, debería llamar al Señor Lamarque y decirle que se encargue de este alborotador. Además, puede averiguar si en verdad estaba hablando con el Señor Lamarque hace un momento —sugirió Jenifer.
Asintiendo con la cabeza, Calvo sacó su móvil y estaba a punto de llamar a Tomás cuando de repente sonó, por casualidad Tomás había llamado primero. Calvo contestó la llamada de inmediato.
—Señor Lamarque...
Después de todo, trabajar como anfitriona en un bar no era algo de lo que sentirse orgullosa.
—Hilda, ¿te sientes mejor? Salgamos de este lugar —sugirió Jaime mientras ayudaba la levantarse del sofá.
Hilda asintió. De repente, cuando se dio cuenta que Calvo y Jenifer estaban arrodillados en el suelo, se sorprendió. No entendía por qué lo hacían y se preguntó si sería por Jaime. Lo miró con desconcierto. Para ella, solo era una persona normal, un exconvicto, y nada más.
—Vamos.
Sin embargo, Jaime no dio explicaciones mientras guiaba a Hilda hacia la salida.
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