«Ese es mi secreto, y nunca se lo he contado a nadie. A los ojos de los demás, tengo la familia perfecta, además de una relación amorosa con mi esposa. Yo mismo sé que me sumiré en una profunda desesperación cada vez que caiga la noche».
El entrevistador se puso furioso, las venas de su frente saltaron cuando Jaime tocó un tema tan delicado.
—¡Tonterías! ¡Eres tú el que no puede levantarlo! Tengo una esposa y un hijo, y somos una familia feliz —bramó.
Hizo hincapié en el hecho de tener un hijo como respuesta para demostrar que Jaime estaba diciendo tonterías. En respuesta, Jaime se rio.
—Aunque tengas un hijo, no es tu descendencia biológica, lo has adoptado, o tu mujer se ha quedado embarazada de otro hombre porque eres impotente desde la infancia. Además, es el resultado de un accidente, así que te volviste impotente debido a fuerzas externas.
¡Bum!
Justo después de que sonaran las palabras de Jaime, el entrevistador golpeó su mano sobre la mesa y se puso en pie. Mirándolo con desagrado, preguntó:
—¿Me has investigado, chico?
En efecto, fue porque un burro le dio una patada en la entrepierna cuando era niño que se volvió impotente. En realidad, se limitó a adoptar un niño después de casarse. Nadie en Ciudad Higuera lo sabía, salvo los de su ciudad natal. Por esa razón, se mantuvo alejado de su ciudad natal. De forma inesperada, Jaime expuso todo ese día.
—¡No eres digno de que te investigue! —Jaime se burló.
Sin embargo, la pregunta del entrevistador también confirmó que Jaime decía la verdad. De repente, sus colegas lo miraron con una mirada peculiar. El entrevistador se dio cuenta de su desliz de lenguaje y de inmediato se enfureció, preparándose para atacar a Jaime. Al ver que la entrevista estaba a punto de convertirse en una pelea, Santiago gritó:
—¡Ya basta! Siéntate.
El entrevistador lanzó una mirada a Jaime antes de volver a sentarse. Santiago quería que sus subordinados insultaran a Jaime durante un rato antes de informarle que no era apto para el puesto. Nunca esperó que las cosas acabaran en semejante lío. Entonces, la furia lo inundó.
Tras decir eso, el joven escudriñó a Jaime una vez más antes de marcharse.
—¡Señor Llano, pero es un exconvicto que acababa de salir de prisión! —protestó.
El joven se giró despacio y lo miró con frialdad.
—¿Intentas enseñarme a hacer cosas?
El terror se apoderó de Santiago al escuchar eso, y negó con la cabeza.
—No, no...
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