El joven giró sobre sus talones y se marchó. Mientras tanto, Santiago y los otros dos entrevistadores se quedaron perplejos, mirando a Jaime con incredulidad. No podían entender cómo Jaime había conocido a su director general.
—¿Cómo llegó a conocer al Señor Llano? —preguntó Santiago con el desconcierto en su rostro.
—¿Es algún ejecutivo, tal vez el director general? No lo conozco. —Jaime negó con la cabeza.
No conocía a ese joven, ni lo había visto nunca. Por el contrario, ese joven lo había visto antes e incluso había sido testigo de cómo se ponía cariñoso con Josefina. El joven se llamaba Javier Llano, y se graduó en una gran Universidad en el extranjero. Después de unirse a Grupo Serrano, avanzó en su profesión. También le gustaba Josefina y la perseguía, pero ella no estaba interesada en él.
Después de que Gonzalo regalara la empresa a Josefina, le transfirió a Javier la Compañía Sentimientos Químicos para que fuera el director general, poniéndolo a cargo del funcionamiento y la gestión de la empresa, ya que Josefina no quería supervisar las cosas. En efecto, Javier tenía cierta capacidad, ya que consiguió enderezar la empresa en poco tiempo e incluso la convirtió en la más rentable del Grupo Serrano.
La razón de su diligencia no era otra que la de enamorar a Josefina. Pero cuando se enteró de que ella se relacionaba con Jaime, que había estado en prisión, tuvo un drástico cambio de opinión. Entonces se comprometió a arrebatársela a Jaime. Como Jaime había acudido a la empresa para una entrevista, tenía que aprovechar esa oportunidad. Mientras el hombre permaneciera allí, tenía miles de maneras de hacerlo retroceder, al tiempo que sembraba la discordia entre él y Josefina.
—Esto es extraño...
Santiago frunció el ceño, pero no se atrevió a ir en contra del director general cuando éste no era más que un gerente de departamento. Por lo tanto, le dijo a Jaime:
—Ve y haz los trámites de incorporación. Luego enviaré a alguien para que te dé una vuelta.
No se atrevió a meterse en líos con él por el momento, ya que no estaba seguro de la relación exacta del hombre con Javier. Jaime también estaba desconcertado.
—Sí, lo tengo.
Jaime le entregó su tarjeta de identificación y le dedicó una sonrisa de agradecimiento. Sabía que ella lo había preguntado a propósito, y que sus palabras iban en realidad dirigidas a aquel joven. En efecto, los ojos del joven se abrieron de par en par al oír que Jaime había pasado la entrevista, y la incredulidad se reflejó en su rostro. Sin embargo, Jaime lo ignoró, limitándose a resoplar antes de marcharse con la joven. Mientras se ocupaba de los trámites de incorporación, María interrogó a Santiago con furia en el despacho del gerente del departamento de ventas:
—¿Qué sucede contigo? ¿No dijiste que lo ibas a suspender? Ahora que ha conseguido un trabajo aquí, ¡voy a estar condenada! ¡Mi padre me ordenará que lo lleve todos los días!
—¡Eso no es culpa mía! ¡Él está de alguna manera asociado con el Señor Llano! Fue él quien le dio el puesto en persona, ¡así que no puedo hacer nada al respecto! —respondió Santiago con disgusto.
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