—¿No le dijiste al Señor Llano que Jaime es un exconvicto? —María siguió insistiendo en el asunto.
—¡Claro que sí! Casi me da un ataque al corazón al ver la mirada del señor Llano en ese momento. Si me atrevía a disuadirlo más, ¡podría incluso degradarme!
De hecho, Santiago seguía teniendo miedo al recordar la mirada de Javier.
—¿No me digas que si está familiarizado con el Señor Llano? —Las cejas de María se arrugaron.
—Primero observemos cómo son las cosas. Si en verdad está familiarizado con el Señor Llano, ya no podremos atacarlo en el futuro. En su lugar, tendríamos que adularlo —recordó Santiago.
—¡Ya lo sé! —María puso los ojos en blanco antes de salir del despacho.
Para entonces, la docena de personas del departamento de ventas ya se había enterado de que el propio director general había dado la orden de contratar a un exconvicto. Un asunto así se extendía muy rápido en la empresa, sobre todo un chisme como éste.
—Ese hombre llamado Jaime debe estar relacionado de alguna manera con el Señor Llano. De lo contrario, ¡no habría sido contratado!
—No puedo evitar sentir miedo de que un exconvicto vaya a trabajar a mi lado.
—Debemos tener cuidado cuando llegue. Si en verdad conoce al Señor Llano, ¡estaremos muertos si lo ofendemos por accidente!
El personal del departamento de ventas se reunió y susurraron entre ellos.
—¿Qué están haciendo todos? ¿No tienen trabajo? —reprochó María al verlos a todos juntos hablando cuando salió de la oficina.
Aunque no era más que una simple representante comercial en el departamento de ventas, siempre daba la cara. Después de todo, nadie se atrevía a ofenderla, ya que Santiago era el director del departamento. Tras su reprimenda, todos se dispersaron. Solo una chica de cabello corto se dirigió hacia ella. Esa chica era conocida como Lidia, y era muy cercana a María.
—María, ¿has oído que el departamento de ventas ha contratado a un exconvicto? Y se rumorea que el propio Señor Llano tomó la decisión de contratarlo, es que probable que estén asociados de alguna manera —susurró Lidia.
—¡Tonterías! ¿Cómo podría tener alguna relación con el Señor Llano? Es pura suerte.
María no creía que Jaime tuviera algo que ver con el director general. Ante eso, Lidia se sintió sorprendida.
—Serás el mentor de Jaime a partir de ahora. Los dos estarán en un equipo, así que recuerda enseñarle los trucos —indicó Santiago.
El hombre miró a Jaime con una expresión conflictiva.
—¿Por qué, tienes alguna objeción a eso? —Santiago le lanzó una mirada.
El hombre negó rápido con la cabeza.
—No, no...
Ante su obediencia, una sonrisa floreció en el rostro de Santiago. Luego se dirigió a Jaime.
—Ve con él, tu mesa está junto a la suya.
Dicho esto, giró y regresó a su despacho. Los demás compañeros del departamento de ventas miraron a Jaime con una sonrisa de satisfacción. María también reprimió una risita mientras volvía a su asiento.
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