El despertar del Dragón romance Capítulo 92

Hilda no solo era bonita, también cantaba muy bien; su voz era tan melodiosa como la de una cantante profesional, lo cual avivó aún más, la envidia de los otros hombres hacia Jaime.

Santiago, en especial, miraba a Hilda cada vez con mayor intensidad. No obstante, mantuvo sus intenciones reprimidas, debido a la presencia de María.

En medio del canto de Hilda, el ambiente en el cuarto privado alcanzó el punto culminante. Todos estaban alcoholizados y bailaban extasiados al mismo tiempo. Después de tomar algunas cervezas más, Tadeo se levantó con el rostro ruborizado y bailó junto con los otros.

Jaime fue el único que se sentó solo en una esquina, observando a los demás en silencio. Justo cuando todos estaban pasándola muy bien, la puerta del cuarto privado fue empujada para abrirse. Un hombre calvo, sosteniendo un vaso de vino entró, iba seguido de dos guardaespaldas en trajes.

Cuando ellos vieron al repentino intruso, todos quedaron pasmados y detuvieron lo que estaban haciendo. Incluso Hilda bajó el micrófono que sostenía. El hombre de mediana edad tenía una mirada apática en sus ojos, mientras su rostro estaba enrojecido.

Era claro que él había bebido demasiado, después de irrumpir, él barrió con su mirada toda la habitación y se burló:

—Así que solo se trata de un montón de niños. ¿Quién estaba cantando en este momento? En realidad, sonaba muy bien. Ven a mi cuarto privado y canta algunas canciones conmigo.

Las palabras del hombre hicieron que todos intercambiaran miradas. No obstante, nadie se atrevió a pronunciar un solo sonido, ya que, era obvio, que se dieron cuenta de que él era alguien poderoso. Considerando que todos ellos eran solo empleados asalariados, no tuvieron el valor de ofenderlo.

Como todos se quedaron en silencio, el hombre de mediana edad posó su mirada en Hilda, Lidia y María, pues ellas eran las únicas que sostenían un micrófono.

—Las tres jóvenes son guapas. Llévenlas a mi habitación.

Mientras hablaba, el hombre de mediana edad sacó una pila de cientos y lo lanzó hacia las tres jóvenes. Después de esto, los guardaespaldas detrás de él caminaron hacia ellas, lo que causó que las jóvenes retrocedieran con miedo. Al mismo tiempo, Santiago dio un paso adelante para protegerlas.

—No tiene importancia si son damas de compañía o no. De cualquier forma, ¿no es vergonzoso estar bebiendo cerveza en un lugar como este? Toma este dinero y ordena algunas botellas de Lafite. Mientras tanto, dejen que ellas vengan y canten conmigo —contestó el hombre de mediana edad, mientras le daba unas pequeñas palmadas a Santiago en el rostro.

Cuando el resto vio a los intrusos atacarlo, los demás se armaron de valor y se pusieron de pie al lado de Santiago. Ya que él era su gerente, este era un buen momento para demostrarle su lealtad.

Dado que la contraparte solo constaba de tres hombres, ellos estaban confiados en que ganarían en la pelea, debido a su superioridad en número.

Asombrado por su respuesta, los dos guardaespaldas no se atrevieron a continuar con el ataque. Después de todo, no esperaban que un montón de jovencitos fueran tan unidos.

Cuando vio a los dos guardaespaldas detener su andar, Santiago se quedó pasmado. Al instante, dio un paso al frente y le propinó un golpe a uno de ellos.

—¡Ahora lárguense, y fingiré que nada sucedió!

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