El hombre de mediana edad entrecerró los ojos al ver a Santiago. Debido al número de sus oponentes, y al hecho de que eran jóvenes con la sangre enardecida, el hombre comprendió que estaba en desventaja si una pelea se suscitaba. Con una expresión sombría, él los amenazó:
—Jovencito, será mejor que te cuides las espaldas. ¡Dime tu nombre y te daré una lección uno de estos días!
—Soy Santiago, y estaré justo en este mismo lugar esperándote. ¿Acaso piensas que mis compañeros y yo somos unos cobardes?
En ese momento, este último se sentía emocionado, imaginando que era un jefe de la mafia.
—Muy bien, muy bien.
Después de escuchar las palabras de Santiago, el hombre de mediana edad y sus hombres se fueron. Una vez que estuvieron lejos, Santiago se sintió como en las nubes. Nunca antes se había sentido tan poderoso y disfrutaba por completo esta sensación.
—Señor Cano, ¡usted es asombroso! A pesar de que los golpeó, ¡ellos ni siquiera se atrevieron a proferir una sola palabra!
—Señor Cano, al ver como se comportó, incluso aquellos que no lo conocen, podrían pensar que usted es un jefe de la mafia.
—¡Es asombroso! Hasta yo comencé a preguntarme, si antes no había sido un mafioso.
Como el grupo alababa a Santiago, el ego de este comenzó a aumentar. A pesar de sentirse presuntuoso, él fingió modestia.
—Todo fue gracias a su apoyo. Ya que todos ustedes son tan leales, no escatimaré esta noche. Vamos a ordenar algunas botellas de Lafite. ¡Yo invito!
—¡No puedo creerlo!
—Señor Cano, ¡usted es el mejor!
La multitud gritó jubilosa, al momento en que escucharon que Santiago estaba invitándoles Lafite. Después de todo, como empleados asalariados, este era un vino que estaba más allá de lo que ellos podían permitirse.
—Santiago, es mejor que nos vayamos, si ellos regresan con refuerzos, estaremos en verdaderos problemas —le aconsejó María.
En ese momento, Santiago ya no tenía miedo de aquel hombre calvo de mediana edad, ya que él tenía el apoyo de su grupo. Tampoco podía pensar con claridad debido a lo mucho que había bebido.
Al momento en que Santiago alardeó con conocer a Tomás, las palabras de todos se hicieron más atrevidas. Sentado en la esquina, Jaime no pudo evitar burlarse.
«Parece que Santiago seguirá viviendo en su propia burbuja, si no le dan una lección».
—¿De qué te ríes? ¿No te avergüenzas de ti mismo? Cuando ese hombre viejo trató de alejarnos, tú estabas tan sorprendido, que ni siquiera respondiste. No olvides que Hilda es tu novia. ¿Qué clase de hombre eres para no ser capaz de protegerla? Y, por si fuera poco, ¿aún tienes el descaro de reírte? —amonestó Lidia a Jaime cuando lo vio sonriendo para sí mismo en la esquina.
—Es cierto. ¿Aún eres un hombre? ¿Cómo puedes quedarte sentado ahí atrás, cuando están a punto de llevarse a tu novia?
—Si no fuera por el Señor Cano, ¡alguien más se hubiera llevado a tu novia!
—Tadeo, tú también. ¿Cómo pudiste quedarte ahí sentado y solo observar? ¡No eres más que un cobarde!
El grupo comenzó a regañar a Jaime y a Tadeo, después de todo, ninguno hizo algo durante todo este incidente.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El despertar del Dragón