El despertar del Dragón romance Capítulo 97

En ese momento, la expresión de todos cambió. En cuanto a Santiago, el escalofrío que recorrió su columna vertebral hizo que se le pasara la embriagues al instante.

Él no esperaba qué, al mentir, diciendo que conocía a Tomás tan solo por satisfacer su ego, terminaría en tan terribles circunstancias.

Cuando vio la reacción de Santiago, Josué se burló, antes de propinarle una fuerte bofetada.

—¿Por qué ahora no eres tan insolente? ¿Cómo te atreviste a golpear a mi hombre e incluso abusaste del nombre del Señor Lamarque? Parece que tienes el deseo de morir.

La bofetada que le dio Josué a Santiago, lo devolvió a la realidad. Al instante, comenzó a suplicar:

—Señor Reyes, lo siento. No volveré a hacerlo. ¡Le juro que no!

Sus suplicas llegaron hasta María y sus subordinados. Al fin comprendieron, que él había estado alardeando todo este tiempo y nunca conoció, en realidad, a Tomás.

Después de esta revelación, todos ellos comenzaron a temblar, ya que no tenían a nadie con quien contar.

—¿Disculpa? —El Señor Reyes se burló de manera maliciosa—. Es demasiado tarde para eso ahora. ¡Prepárate para morir!

Abrumado por el miedo, Santiago cayó de rodillas emitiendo un sonido sordo.

—Señor Hinojosa, no me atreveré a hacer falsas afirmaciones usando el nombre del Señor Lamarque nunca más. Se lo ruego, por favor muéstreme algo de piedad.

En ese momento, Santiago estaba lleno de remordimientos y lloraba como un bebé. Mientras que los otros, estaban aún más aterrados que Santiago. María lo miraba paralizada, como si aún no supiera que pensar.

Después de mirar a Santiago, quien estaba de rodillas y volteaba de vez en cuando hacia el resto del grupo, Carlos le preguntó:

—Señor Reyes, ¿qué piensa que deberíamos hacer?

Carlos le daba el honor de decidir a Josué, después de todo, él era uno de los clientes clave del establecimiento.

—Tú puedes irte, pero las otras dos tienen que quedarse.

En respuesta, Santiago le agradeció mucho a Josué, antes de prepararse para partir del lugar.

Mientras tanto, Lidia llena de pánico, sujetaba el brazo de Santiago.

—Señor Cano, no me deje aquí. No me deje.

Mientras que Hilda, miraba impotente hacia Jaime, ya que era con el único que ella podía contar. Después de todo, nadie más tendría la voluntad de hacerlo, ya que acababan de conocerla.

—Lidia, solo toma algunos tragos con el Señor Reyes. Estarás bien, regresaré a recogerte en poco tiempo.

Santiago la empujó hacia Josué, causando que ella se desesperara con rapidez. En cuanto a Hilda, ella, con gentileza, sujetó las mangas de Jaime con lágrimas en sus ojos. Aunque ella quería que este escapara, tampoco quería quedarse. Por eso, se sentía en un dilema.

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