EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 16

Las palabras del médico dejaron a Conrado perplejo, sus manos comenzaron a temblar mientras sostenía el teléfono. No podía creer lo que acababa de escuchar. La noticia era abrumadora y desconcertante.

—Doctor, ¿qué está diciendo? ¿Está seguro de los resultados de la prueba de ADN? —preguntó Conrado, con su voz llena de angustia y confusión— ¿Cómo es eso posible?

“Señor Conrado, el resultado es 100% confiable, son claros y concluyentes. Usted no es el padre biológico de la niña, y tampoco su difunta esposa es la madre, según la muestra de su cuñada. Lo siento mucho, pero es importante que sepa la verdad”.

Conrado se alejó de Salomé, cortó la llamada y caminó a un extremo donde se dejó caer en un banco cercano, sintiéndose agobiado por la avalancha de emociones que lo invadían. No podía procesar completamente la información que acababa de recibir. Todo lo que creía saber sobre su hija y su familia se venía abajo como si se tratara de un castillo de arena.

Y si, la pequeña Grecia no era su hija “¿Dónde está mi hija biológica? ¿Había muerto? ¿La tendrán otras personas? ¿Y los verdaderos padres de Grecia la estarán buscando? ¿Me quitará a Grecia?”

—Esto no me puede estar pasando, no me pueden quitar a Grecia, ella es mi hija —dijo desesperado pasándose la mano por la cabeza en un gesto de impotencia.

Su mente se nubló y las emociones se mezclaron dentro de él: la preocupación por la salud de Grecia, la confusión por los resultados de la prueba de ADN y la ansiedad por el paradero de su verdadera hija. Necesitaba respuestas y estaba decidido a encontrar la verdad, debía hacer algo para conocerla.

Tomó su celular y sin perder más tiempo, decidió contratar los servicios de un investigador privado para que descubriera qué había sucedido el día del nacimiento de su hija y ¿Cómo había llegado Grecia a las manos de su esposa y él? Y ¿Quién se había llevado a su hija? No podía permitir que sus hijas estuvieran en peligro ni un minuto más.

Después de conversar con él, acordó reunirse al día siguiente antes de irse de viaje para discutir sobre el caso, informarle sobre el nacimiento de su hija y todos los detalles para llegar a la verdad.

Luego de cortar la llamada con el detective, caminó hacia donde estaba Salomé y le acarició con suavidad el rostro, ella lo miró expectante, aunque no se atrevió a preguntarle nada.

—Salomé tengo una duda ¿Por qué no investigaste lo que había ocurrido con Fabiana si estabas segura de que era la hija de tu esposo? ¿Acaso no te dio curiosidad las razones por las cuales los exámenes habían salido así? —interrogó sin dejar de observarla.

—Porque me supuse que era mi suegra quien hizo algo para perjudicarme —dijo con un suspiro—, y si yo a duras penas he logrado sobrevivir todo este tiempo, con qué recursos económicos podría hacer algo para investigar, además de eso, independiente de los resultados, Fabiana es mi hija, yo la amo y jamás la voy a abandonar —dijo ella con convicción.

—Salomé ¿Cuál es la fecha de nacimiento de Fabiana? ¿Y en qué centro médico nació? —inquirió con curiosidad.

—El 02 de agosto de hace dos años. En el Hospital General Privado de Danoka —respondió la mujer con tranquilidad.

—¡Qué coincidencia! Es la misma fecha y el mismo hospital donde nació mi hija Grecia, así que quizás coincidimos en ese lugar y no lo recordemos —expresó, sin embargo, las sospechas que tenían empezaron a crecer en él.

No sabía si era una locura, pero no podía dejar de pensar en eso.

Por un momento, Conrado quiso decirle de sus sospechas, pero prefirió no mortificarla hasta estar seguro de la verdad.

—Mañana salgo a primera hora a buscar los donantes y te prometo que de regreso te llevaré a conocer a Grecia.

En ese momento entró una llamada al celular de Conrado, cuando vio que era del hospital lo atendió de inmediato.

—Hola, doctor, ¿Todo bien?

“Señor Abad, me gustaría decirle que sí, pero no es el caso, lamento ser portador de mala noticia, Grecia no ha tenido mejoría, necesita sangre, debía haber necesitado luego de un par de meses, sin embargo, solo pudo aguantar dos meses, el conteo es bajo, y es urgente conseguir los donantes”.

Cuando Conrado escuchó esas palabras propinó una maldición, mientras dejaba caer un golpe en un árbol que estaba cerca.

—Voy a encontrarlos, y le aviso.

Él cortó la llamada, y Grecia se quedó viéndolo preocupado, esperando que le contara algo, pero solo se dejó caer en el banco, cerrando los ojos, ella no pudo aguantar más la zozobra y le preguntó.

—¿Ocurre algo?

—No te preocupes, todo estará bien —le dijo acariciando su rostro con suavidad—, espera un momento.

Se volvió a alejar de ella y comenzó a hacer llamadas, le marcó a su asistente.

—¡¿Hasta cuándo tengo que esperar?! ¿Te parece que mi hija puede esperar? —expresó molesto—, busca a esos donantes hasta debajo de las piedras, amárralos y llévalos, pero consíguelos, dile a Melquíades, pon a todos en eso, porque si no lo hacen, juro por lo que más quiero que les volaré la cabeza y no podrán trabajar nunca más en la vida ¡¡¿Entiendes?!! —gritó sin siquiera dejar replicar al hombre.

Sus gritos fueron tan altos que ella supo que algo estaba pasando con Grecia, por eso tomó la decisión de al día siguiente ir al hospital, averiguar sobre ella, donar sangre y conocerla.

—¿Qué quieres decir? —interrogó ella sin entender.

—Para ser una mujer que ha estado casada eres muy inocente o muy lenta, quizás las dos cosas —ella lo miró con una expresión ceñuda, cruzándose de brazo—, y no te enojas —le dijo levantando la mano y masajeando suavemente su entrecejo para que lo relajara—, lo que quiero decir, es que me gustas muchísimo, tú me haces sentir bien, Fabiana y tú me dan paz en medio de esta tormenta, son mi rayo de sol, mis fuerzas para no rendirme, estás dos semanas que hemos vivido juntos, me he dado cuenta de lo perfecta que eres… eres un ser humano extraordinario, inteligente, fuerte, cariñosa, solidaria, aunque rebelde y sobre todo muy hermosa, sexy… el solo roce de tus manos provoca una explosión de deseo en mí —concluyó acariciando con suavidad sus labios —, y si no nos alejamos en los próximos cinco minutos no respondo de mis actos.

Por fin se despidieron, después de varios minutos más entre besos y abrazos, los dos se apartaron, con una sonrisa en la cara se fueron a sus respectivas habitaciones, cerrando la puerta y recostándose en ella, evocaron los recientes momentos.

—No puede ser —dijo ella mientras que sentía su corazón como una locomotora—, me estoy enamorando de Conrado… debo estar loca —se dijo y se acostó quedándose dormida al lado de su hija con esos pensamientos.

Al día siguiente, en la mañana, Conrado se fue a reunir con Tomás, para luego ir a San André a conversar con unos posibles donantes, no le importaba que pacto tendría que hacer con la gente para salvar a su niña, pero no iba a permitir por nada del mundo que su condición se empeorara.

Por su parte, desde que lo escuchó hablar en la noche, Salomé había decidido que le donaría la sangre a la niña, quería hacer todo lo posible por salvarla, no estaría tranquila, mientras su vida corría peligro, además, ella se sentía bien e incluso, hasta había aumentado unos kilos.

Se duchó, desayunaron en la habitación, y luego se vistió de manera elegante, maquillándose con especial esmero, tenía mucho tiempo que no lo hacía y eso la hizo sentirse más segura y optimista, vistió a Fabiana y una vez listas, decidió salir de la casa.

Cuando estaba bajando las escaleras, Ninibeth la estaba esperando.

—¿Dónde vas así vestida? ¿Acaso te vas a ir a ver con tu exmarido? —las preguntas de la mujer salían a borbotones, y se veían que las hacía con mala intención.

Salomé poco había cruzado palabras con ella, por eso no entendía su interés de conocer su rutina, pero no estaba dispuesta a decirle nada.

—Lo siento, sin ánimo de ofenderla, pero no estoy obligada a darle explicaciones de lo que haga o deje de hacer —respondió en tono sereno.

—¿Sabe Conrado que vas a salir? —siguió insistiendo la mujer.

—Yo no estoy en una cárcel, yo puedo salir libremente a donde quiera, con permiso —dijo caminando hacia la salida, antes que las palabras de la mujer la hicieran detenerse.

—¿Acaso te crees importante en esta casa? No me hagas reír, eres tan ingenua ¿Piensas que estás en esta casa por qué a Conrado lo mueve algún sentimiento hacia ti? —como Salomé se quedó en silencio, ella siguió agregándole más sal a la herida—, creo que alguien debe abrirte los ojos, si permaneces en esta casa es porque le eres útil a Conrado, no quiere deshacerte de ti, porque solo le importa salvar la vida de su hija, si no tuvieras su tipo de sangre hace tiempo te habría echado de aquí, ¡No eres más que una bolsa de sangre para Grecia! ¡Y así te ve Conrado! Por eso sigues aquí —exclamó Ninibeth con una sonrisa siniestra.

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