EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 51

Conrado caminó con la cabeza gacha por los pasillos del hospital y el corazón destrozado. No podía imaginar el dolor que Salomé estaba sintiendo en ese momento. No sabía cómo iba a superar la pérdida de su pequeño bebé. Era una tragedia sin sentido, una pérdida que ninguna pareja debería tener que soportar.

Finalmente, llegó a la sala de espera y se dejó caer en una silla, cubriendo su rostro con las manos, se sentía tan impotente, y tenía miedo, de que ella no quisiera volver a verlo, de que cayera en depresión, no quería pensar en lo que acababa de suceder, solo quería desaparecer.

No podía entender, decena de preguntas se aglomeraban en su mente ¿Cómo su hermana había planificado drogar a Joaquín? ¿De dónde había sacado la droga? Le costaba tanto creer que ella de manera propia lo hubiese hecho, algo le decía qué había algo más, pero debía tranquilizarse, y ya relajado pensar, porque en ese momento el dolor de cabeza no le permitía hacerlo, tenía tristeza, decepción, rabia.

Pronto llegó la mañana y él no se movió, permanecía sumido en la tristeza y en su dolor.

Por su parte, Salomé no podía dejar de pensar en la pérdida de su hijo, se llevó la mano al vientre, a ese lugar que ahora estaba vacío y donde había pensado que su hijo crecería.

Quería cerrar los ojos y no volverlos a abrir, pero pensó en sus dos niñas, debía ser fuerte por ellas. Aun así, no podía evitar sentirse perdida, sin saber cómo seguir adelante después de esta tragedia.

Salomé se dejó llevar una vez más por las lágrimas que brotaban de manera descontrolada de sus ojos, bañando su rostro, sintiendo una profunda tristeza en el corazón, sentía como si alguien hubiera tomado su alma y la estuviera estrujando, durante toda la noche, no entendía cómo Cristal había hecho eso… pero ¿Por qué agregarle a la comida que le había preparado Cleo? Eso no tenía sentido, si ellas nunca habían tenido problema, además, sabía de su embarazo, no la veía capaz de hacer nada para dañar a un bebé, y mucho menos su sobrino.

—Pero Conrado dijo que ella misma se lo confesó ¿Por qué lo haría, si no era cierto? Ella quería drogar a Joaquín, pero él tomó, fue zumo… —se dio un golpecito en la cabeza tratando desenmarañar todo eso.

Pensó de nuevo en su bebé y otra vez las lágrimas brotaron de sus ojos, así estaba cuando una enfermera entró.

—Señoras Salomé, al fin despierta ¿Cómo se siente? —interrogó con amabilidad la mujer.

—¿Cómo cree que me voy a sentir después de haber perdido a mi bebé?

—Lo siento, sé que es duro, pero usted tiene el apoyo de un esposo que está preocupado y pendiente de usted, durmió en la sala de espera, no se movió para nada, sepa que a él igualmente le duele, porque ese niño era también suyo.

Ante las palabras de la enfermera, recordó que había echado a Conrado de la habitación porque quería estar sola y seguramente él se sentía afectado, sobre todo por haber sido su hermana la causante de la tragedia, pensó.

—Por cierto, señora, —comenzó a decir sacándose un papel del uniforme—, una joven vino ayer al final de la tarde, y me dio esta carta para que se la entregara, se veía bastante afectada, con sus ojos bastante enrojecidos, me dio lástima con ella, y hasta me preocupé porque la tristeza no es buena compañera.

—Muchas gracias —respondió Salomé tomando la carta, con recelo.

La enfermera salió de la habitación y ella se quedó con la carta en la mano, por un momento solo la vio sin atreverse a abrirla, le daba temor de lo que allí estaba, de comprobar que efectivamente Cristal hubiera sido responsable de lo ocurrido.

—¡Tú no eres una cobarde! ¡Ábrela! —Se animó a sí misma.

La abrió y comenzó a leer su contenido, cuando supo lo que había ocurrido, se dio cuenta de que era inocente y sintió una creciente angustia.

—¡Oh por Dios! Cristal no me drogó a mí. Debo decirle a Conrado —dijo con preocupación.

Entretanto, Conrado, que había permanecido en la sala de espera, escuchó repicar su celular, cuando vio la pantalla se trataba de Melquíades y frunció el ceño.

—¡¿Qué pasó Melquíades! Te caíste de la cama —dándose cuenta de que era un poco más de las seis de la mañana.

—Aún no duermo, he permanecido esperando los resultados en el laboratorio de un conocido durante toda la noche, sobre el análisis que se les hizo a las muestras de alimento que usted me mandó a entregar con la señorita Cristal… ya tengo la información.

—Ya lo sé, el jugo tenía una drog4 estimulante —pronunció con un suspiro.

—Y no solo el jugo —afirmó Melquiades.

—¿Qué quieres decir? —interrogó con curiosidad.

—Va más allá, Cristal no me drogó, en la carta ella dice que colocó la sustancia en el jugo y yo nunca lo tomé… ¡Ella es inocente!

—Tú comiste la lasaña —afirmó y ella asintió—, entonces fueron Imelda y Ninibeth, las que colocaron el estimulante en la lasaña y de esa manera provocaron que perdieras a nuestro hijo, ahora solo necesitamos el resultado del análisis para comprobarlo y para denunciarlas por haber causado la muerte de nuestro hijo, mientras tanto terminamos de conseguir las pruebas de que asesinaron a Laura. Voy a llamar a mi madre, por si Cristal está allá no la deje ir.

—¿Sabes cómo se puede estar sintiendo ella? Pobrecita, creyéndose la asesina de su propio sobrino, Cris es demasiado sensible Conrado, debes conseguirla.

Conrado asintió, totalmente de acuerdo con Salomé. No podía imaginar lo que estaba pasando por la mente de Cristal en ese momento, pero estaba seguro de que ella estaba destrozada.

Él también se sentía así, por haber sido tan duro con ella, sin embargo, ahora sabía la verdad, su hijo no nato había muerto debido a la malicia de Imelda y Ninibeth, pero, al menos, ahora tenían una pista sólida para encontrar la justicia que tanto ansiaban.

Conrado se levantó de la cama de Salomé, donde se había sentado, y se dirigió a la puerta.

—Voy a averiguar dónde está Cristal y le contaré la verdad, ella no puede seguir sintiéndose culpable por algo que no hizo.

Antes de llegar a la puerta, el celular repicó, frunció el ceño al no reconocer el número, apenas atendió, una voz masculina se escuchó al otro lado.

“Hablo con él ¿Señor Abad?”

—Si soy yo… ¿Quién es?

“Soy el oficial Gregory Meléndez, de la policía de tránsito, lamento informarle que en horas nocturnas del día de ayer, ocurrió un trágico accidente… el auto donde iba la señorita Cristal Abad colisionó con una cisterna de combustible y explotó… no hay cuerpo que identificar”.

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