EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 50

Conrado se quedó callado, tratando de asimilar la impactante verdad que Joaquín acababa de decirle, estaba anonadado porque le costaba creer que su hermana hubiese hecho eso, sobre todo porque ella se llevaba bien con Salomé y no sería capaz de causarle daño.

La expresión de incredulidad se reflejaba en su rostro mientras intentaba procesar la información. Sus pensamientos se volvieron confusos, luchando por aceptar la culpabilidad de Cristal en esta tragedia.

—No sé de dónde carajos estás sacando eso, ni con qué intenciones lo estás haciendo, pero mi hermana jamás sería capaz de drogar a Salomé… yo la conozco y ella no lo haría —declaró con un tono de angustia e incredulidad, porque se negaba a creer que su hermanita hubiera atentado contra su mujer y su hijo.

Joaquín asintió con amargura, su mirada reflejaba una rabia y resentimiento, pero antes de que pudiera decir algo más, apareció Cristal con su rostro bañado en lágrimas, Conrado la vio, caminó hacia ella y la tomó por los brazos mientras la miraba a los ojos.

—Dime hermanita, por favor, ¿Jura por mi vida que no tuviste nada que ver con lo sucedido? —preguntó con una mezcla de dolor y temor.

Ella se cubrió la cara y comenzó a llorar.

—Perdón, lo siento tanto… yo no sabía que ella tomaría el jugo… pensé que era solo un estimulante, no una droga y no estaba destinado para ella —murmuró en tono lastimero.

—¿Por qué lo hiciste? ¿A quién le querías dar eso? —interrogó con firmeza, sin soltarle el brazo, tratando de contener su rabia.

—Yo… —comenzó a decir, pero las palabras parecían atascadas a su garganta.

—Tu manipuladora hermana me envió un mensaje para que fuera a ver a las niñas… su plan era drogarme a mí para acostarse conmigo —expresó Joaquín de manera severa.

—Yo no creí que Salomé lo tomaría… yo solo quería que Joaquín se diera cuenta de mí.

—Habla y dime, ¿Por qué no pensaste? Tu maldit4 hazaña, le costó la vida a mi hijo, cuéntame ¿Lograste lo que querías? ¿Valió la pena lo que hiciste? ¡¿Qué buscabas?! Todo ¿Para qué? ¡¡¡¿No podías enamorar a un hombre sin drogarlo? ¿Tan poco crees que vales?!!! —señaló apretando los dientes, por un momento levantó la mano, hizo un amago, para golpearla, pero apretó el puño y lo bajó controlando su enojo.

—Anda… ¡Golpéame! Te juro que es mejor, pero no me digas todas esas palabras, no tú... porque se me clavan profundamente… como puñales —pronunció con voz entrecortada la chica, por completo desolada—, no tienes idea de lo terrible que me siento, yo nunca hubiera querido esto.

—¿Y crees que yo me siento mejor, al darme cuenta de que la asesina de mi hijo es mi propia hermana? —ante sus palabras el rostro de Cristal palideció, sintió que las piernas le fallaban y se sostuvo de un mueble con fuerza para evitar caer—. Quiero que salgas de este hospital, no quiero verte, no por ahora, porque en este momento no deseo hablar contigo… porque temo seguir apuñalándote con mis palabras —pronunció sintiendo un profundo dolor en su pecho, porque tenía emociones contradictorias.

Por una parte, estaba molesto porque por su culpa su hijo se había ido, quería hacerla pagar por eso, pero por otra, verla tan desesperada, le provocó abrazarla y consolarla y decirle que todo estaría bien, y es que Cristal era como su hija desde que nació la cuidó como la niña de sus ojos.

Vio esos ojos chocolate anegados en lágrimas, no sabía que esas palabras se quedarían grabadas en su mente para siempre y todo lo que le pesarían.

—Te juro… que me alejaré… me iré y nunca más volverán a saber de mí, no les obligaré a convivir con la asesina de su hijo—con esas palabras salió de allí, se subió al auto, mientras las lágrimas salían copiosamente de sus ojos como si se hubiera roto un dique.

Sacó un bolígrafo y un papel y comenzó a escribir.

“Salomé, lo siento tanto… sabes que me enamoré de Joaquín, y creí que dándole un estimulante, él podía poner sus ojos en mí, enamorarse, fui tan ingenua, desconocía que eso se trataba de una droga y menos sabía que todo esto iba a pasar. Nunca mi intención fue lastimarte a ti o al bebé.

Salomé, desearía poder retroceder en tiempo y deshacer todo el daño que les causé. Sé que mis palabras no pueden devolverte a tu hijo ni reparar el dolor que sientes en este momento, pero necesito que sepas lo arrepentida que estoy.

Fui estúpida y egoísta al seguir los consejos de Imelda y de Ninibeth, ellas me dijeron que era una buena idea, te juro que no lo pensé, y agregué esa sustancia en el jugo para que se lo tomara Joaquín, pensando en seducirlo, no creí que tú lo tomarías, nunca debí haberlo hecho.

Me dejé influenciar por personas equivocadas, y por eso cometí este acto irresponsable y criminal. Aunque, no puedo culpar a nadie más que a mí misma por mi falta de juicio. Ahora lo perdí todo, a mi sobrino, a mi familia, el amor de mi hermano y solo gané el odio del hombre de quien me enamoré.

Sé qué con decirte perdón, no voy a remediar nada, pero no tienes idea de lo terrible que me siento, del dolor que me embarga, no dejo de cuestionarme por esto.

Entiendo si nunca me puedes perdonar, si nunca quieres volver a verme. No merezco tu compasión, ni tu afecto, ni nada, después de lo que he hecho. Solo quiero que sepas que lamento haber dañado a las personas que más quiero en este mundo.

Ahora me enfrento a las consecuencias de mis acciones. Mi hermano me ha rechazado, y voy a alejarme de sus vidas. No quiero que mi presencia sea un constante recordatorio de lo ocurrido, ni fuente de discordia entre ustedes.

Aunque siento un vacío inmenso en mi corazón y el peso de la culpa me consume, trataré de aprender de esta experiencia y ser mejor.

Lo siento de todo corazón.

Cristal.”

Con lágrimas en los ojos, Cristal terminó de escribir la carta, descendió del auto y le pidió a una enfermera que se la entregara a Salomé Hill, la mujer que acababa de perder su hijo.

Después de entregársela salió de allí con su cara empapada de las lágrimas, no soportaba el remordimiento, la tristeza, el dolor. Su corazón se sentía aplastado por la culpa y sabía que nunca podría perdonarse a sí misma por lo que había hecho.

No tenía ilusiones sobre el perdón, pero al menos esperaba que su sinceridad y su arrepentimiento pudieran traer algo de paz a la mujer a la que había lastimado de la manera más profunda. Ahora, tendría que enfrentar las consecuencias y buscar la forma de reconstruir su vida destrozada, aprendiendo de sus errores y buscando la redención que tanto anhelaba.

Ante la noticia Salomé soltó un grito lleno de dolor, su cuerpo se estremecía producto del llanto, mientras apretaba con fuerza la mano de Conrado, sentía el corazón desgarrado del dolor, su alma estaba desesperada y sentía que un halo de vida se le iba.

Conrado la abrazó, tratando de consolarla, pero sabía que no había palabras que pudieran aliviar la pérdida que acababa de sufrir.

Lloró en silencio, aunque ni una sola palabra en contra de Cristal salió de sus labios en ese momento, pero tenía rabia, dolor.

—¿Por qué nos ha pasado esto? —preguntó en un murmullo, con los ojos cerrados, intentando encontrar respuesta a lo que parecía una tragedia sin sentido.

Conrado acarició su cabello con ternura, tratando de darle algo de consuelo en ese instante de dolor.

—No lo sé mi amor, no puedo explicarlo… solo sé que te amo y que estoy aquí contigo, y qué juntos vamos a salir adelante de esto.

Salomé abrió los ojos y de pronto le dijo con firmeza.

—Quiero que te vayas… déjame sola.

Conrado se sintió desconcertado, sin entender su postura.

—Mi amor, ¿Por qué? ¿Qué pasa?

Salomé lo miró con ojos llenos de tristeza y rabia.

—¡Vete! No quiero verte, ni a ti, ni a nadie. Necesito estar sola para poder procesar esto, para poder llorar y gritar y maldecir a Cristal si se me da la gana y no quiero tener que preocuparme por ti también.

Conrado entendió su postura y asintió con la cabeza con tristeza.

—Está bien mi amor, te dejaré sola por un momento, pero debes prometerme que si necesitas algo, si necesitas hablar o simplemente un abrazo, me llamarás.

Ella asintió con la cabeza y él la besó suavemente en la frente antes de salir de la habitación.

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