Joaquín tomó la mano de Maribel y la estrechó con desgano. Era obvio que ella estaba tratando de coquetear con él, pero no estaba interesado en tener una aventura superficial. Él necesitaba centrarse en su vida y en sus objetivos, y dejar atrás todo lo que había perdido con Salomé.
—Lo siento, Maribel, pero no estoy interesado en bailar en este momento. Tengo mucho en qué pensar.
Maribel sonrió con un gesto seductor. Parecía no importarle la negativa de Joaquín.
—Bailar no te impide pensar, más bien te activa la mente… y te abre a un sinfín de oportunidades… cuando te vi, creí que eras un hombre valiente, pero tal parece que me equivoqué.
Iba a darse la vuelta para alejarse, y Joaquín la tomó de la mano deteniéndola.
—¡Bailemos!
Tomó la mano de Maribel y ella lo guio hacia la pista de baile. Todavía no estaba muy seguro de si quería bailar con ella, la música sonaba bien y el ambiente era animado, así que decidió dejarse llevar.
Mientras bailaban, Maribel se movió con una gracia que dejaba en claro que sabía lo que estaba haciendo, estaba tratando de seducirlo con sus movimientos.
Joaquín no podía dejar de mirarla con una extraña fascinación, sin saber si era por su belleza, por su habilidad para el baile, o por la alegría que irradiaba, que dé más estaba decir, no sabía si era real o fingida.
Los movimientos sensuales y fluidos de la mujer comenzaron a envolverlo, pero algo en su actitud le parecía extraño y dentro de él tenía la sensación de que no era una buena idea seguir bailando con ella y que lo mejor era poner distancia, pese a ello continúo haciéndolo.
Mientras danzaban en la pista, Maribel se acercó más a Joaquín, rozando su cuerpo con el suyo al extremo de ser provocativa. Entre risas y miradas intensas, ella se acercó a su oído y le susurró.
—¿Quieres que te cuente un secreto?
—Claro, dime.
Joaquín se sintió intrigado, ¿qué secreto podría tener ella que a él le importara? Esperó algo intrigante o sorprendente. Sin embargo, lo que Maribel le reveló en ese momento le pareció una tontería, no tenía idea de que buscaba con eso.
Maribel llevó su boca a su oído y comenzó a susurrarle.
—No es la primera vez que te veo… y me gustaste desde la primera vez que te vi… me propuse en conquistarte… y creo que he empezado con buen pie ¿No lo crees? —susurró con voz ronca, pasando su lengua alrededor del lóbulo de su oreja, lo que estremeció el cuerpo de Joaquín.
Las palabras de Maribel hicieron que Joaquín se detuviera en seco. No podía creer que una mujer fuera tan atrevida para apenas estar conociéndolo, insinuarse de esa manera, no estaba acostumbrado a eso, y su desconcierto fue evidente en su rostro.
Maribel sonrió pícaramente, disfrutando del impacto que le había causado a Joaquín y como no reaccionaba fue más allá.
—Siempre he estado al tanto de tus movimientos, Joaquín. Pero ahora que por fin estamos cara a cara, no puedo negar mi atracción hacia ti. Creo que podemos pasar un buen rato juntos, en el lugar donde quieras.
Joaquín se sintió incómodo ante la situación, se alejó de Maribel rápidamente, liberándose de su agarre.
—Lo siento, esto no es lo que busco, tampoco deseo seguir bailando contigo ni tener ningún tipo de relación con nadie.
La mujer, lejos de desanimarse, dejó escapar una risa provocadora y se acercó nuevamente a Joaquín.
—¿Tienes miedo? Seguramente porque nunca has tenido oportunidad de encontrar una mujer como yo… te puedo asegurar que te enamoraré, y haré algo para que no puedas resistirme. Solo necesitas un poco más de tiempo para apreciar todo lo que puedo ofrecerte.
Joaquín negó con la cabeza, decidido a poner fin a la situación.
—¡El baile ha terminado! Lamento decepcionarte, Maribel, pero no me interesa. Te agradezco la invitación, pero es mejor que sigas buscando a alguien más, no estoy disponible.
Con una sonrisa forzada, Joaquín se alejó de Maribel, mientras se alejaba, Maribel quedó observándolo pensativa, con una sonrisa maliciosa, segura de que encontraría una manera de hacer caer a Joaquín, sin importar lo que tuviera que hacer.
—¡Lo voy a lograr Joaquín! ¡Ya verás!
Tomó su teléfono y marcó.
—Aunque encontré y bailé con el pez, no mordió el anzuelo.
“Quiero que vayas con cuidado, debes enamorarlo, pero tienes prohibido enamorarte tú… recuerda que eso solo es un medio para un fin” pronunció la voz al otro lado de la línea.
Las siguientes dos semanas, fueron de preparativos para la boda entre Conrado y Salomé, habían decidido que fuera era una reunión íntima entre los familiares más cercanos, no querían seguir esperando por más tiempo.
El día de la boda finalmente llegó. Salomé caminó por el pasillo preparado en el hermoso jardín, luciendo un radiante vestido color beige, su primera boda, había sido solo por civil, pero esta era más completa.
Conrado la esperaba en el altar, con una sonrisa llena de amor en su rostro.
Los invitados, los hermanos, abuelos y padres de Conrado, su amiga Julia y Joaquín, se reunieron para presenciar el matrimonio de Salomé y Conrado.
El ambiente estaba lleno de emoción, a pesar de las sombras que aún continuaban por la muerte de Cristal.
El clérigo pronunció las palabras sagradas y Salomé y Conrado intercambiaron sus votos de amor eterno. Fue un momento de profunda conexión y promesas compartidas.
Joaquín observó la ceremonia desde el fondo, con una sonrisa triste y un nudo en la garganta. Era difícil para él ver a la mujer que había amado casarse con otro, pero no había vuelta atrás.
Después de sellar su compromiso con un dulce beso, Salomé y Conrado se dirigieron hacia la pista de baile, donde los demás invitados pronto los siguieron. La música comenzó a sonar y los rostros se iluminaron con sonrisas y alegría.
—Al fin eres mi esposa, no recuerdo un día tan feliz como ahora, te amo —dijo Conrado con voz ronca, mientras tomaba la mano de Salomé y la hacía girar en la pista de baile.
—Y yo te amo más.
Salomé se dejó llevar por la música, sintiendo la felicidad inundar su ser. A pesar de las sombras que aún acechaban en su corazón por la muerte de Cristal, ese momento la llenaba de esperanza y amor.
Luego bailaron con sus dos pequeñas que lucían hermosas, desde que supieron la noticia de Cristal, todos habían destinado su amor a las pequeñas, sobre todo a Fabiana, que era una réplica exacta de su amada tía.
Sin embargo, en medio de la celebración, una figura sombría observaba desde la distancia. Un hombre con los ojos llenos de odio y rencor, veía la felicidad de Salomé y Conrado con envidia… pensando en cientos de formas de perturbar su felicidad, aunque ya habría tiempo para eso, mientras tanto, los haría creer que habían logrado su felicidad y que no tenían nada que temer… después de todo la venganza era un plato que se comía frío y Conrado Abad, tenía una antigua deuda con él y estaba dispuesto a cobrársela con todo y sus intereses.
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