EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 56

La chica arreglaba que todo estuviera perfecto, los bocados, los platos fríos y calientes, cuando de pronto apareció la madre del novio, y comenzó a observar todo detalladamente con una expresión crítica.

—Aparentemente, todo está bien ¡Esto debe estar perfecto! Espero que sus platos sean tan deliciosos como lo que están cobrando, no se trata de cualquier evento, si no del matrimonio, del empresario Joaquín Román y Maribel Ospino, mi hijo es uno de los hombres más ricos de la ciudad, y los Ospino solo son superados en este país por los Del Pino y los Abad. Por eso él es el mejor partido para ella —dijo la mujer de manera orgullosa.

—Si su hijo es el más rico de la ciudad y su novia es la tercera familia más rica del país, entonces significa que ella es el mejor partido para él, porque los Ospino tienen más que los Román —pronunció sin poder evitar contenerse, viendo como el rostro de la mujer se transformaba en una máscara de enojo.

“¡Ay Claudette! ¿Qué has hecho? ¡Amador te va a matar!”

—¡Tú eres una osada! ¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera? —respondió la madre del novio con una evidente expresión de rabia, casi que parecía que pronto echaría humo por la nariz.

Claudette tragó saliva y bajó la mirada. Sabía que había metido la pata y que cualquier cosa que dijera en ese momento solo empeoraría las cosas. Se sentía atrapada en una situación difícil como si estuviera caminando sobre una cuerda floja y en cualquier momento pudiera caer al vacío y no había ninguna cama elástica que le sirviera de protección.

La madre del novio se acercó a ella y la tomó del brazo con fuerza.

—Escúchame bien, jovencita. Mi hijo es un hombre de éxito y merece lo mejor. Si algo sale mal en esta boda, si algo no está a la altura de su nombre, si de cierta manera a los invitados no le gusta alguno de los alimentos, porque estén mal preparados ¡¡¡tú serás la responsable!!! Y créeme, te haré pagar por ello.

La mujer la soltó, y miró a la joven con desprecio y Claudette se quedó callada, no podía hablar de más. Pero no podía evitar sentirse molesta ante la actitud prepotente de la mujer, desde que había comenzado a trabajar con ella y la nuera, la tenían atormentada, si no es por la cantidad de dinero que le estaba pagando Amador, y pese a que el maldit0 dinero no daba la felicidad, vaya que si resolvía los problemas, las hubiera mandado al diablo.

“Compadezco al pobre cristiano que crio esta mujer, y que piensa que se librara de la urraca de su madre y la mujer es peor, no lo conozco, pero ya lo compadezco”. Tragó grueso y se disculpó.

—Lo siento, señora, no volverá a suceder —dijo con un suspiro aparentando una falsa humildad, porque lo que realmente le provocaba, era agarrar una bandeja y pegársela por la cabeza de sombrero.

—Eso espero —habló con severidad.

Ella respiró profundo y se mordió la lengua, se alejó al extremo donde se llevaría a cabo la ceremonia religiosa, solo para tratar de respirar aire fresco y contener la ira que amenazaba con manifestarse.

Cuando Amador le habló de ese trabajo le pareció una bendición, porque no solo el pago era bueno, sino que también tenía la posibilidad de salir del pueblo donde vivía y lo mejor de todo, le permitió también poder llevar a su hijo, quien en ese momento estaba durmiendo en una de las camas del salón de descanso que les facilitaron a quienes trabajaban ese día, sin embargo, el solo enfrentarse a esas mujeres, hacía que el pago fuera poco.

—¡Claudette! —Escuchó el grito de su compañera.

—¡Dime Lea! —respondió de inmediato.

—El niño está llorando, y no se calma.

—Lo siento, voy a buscarlo.

Salió corriendo hacia el interior de la casa, como lo hizo tan rápido no se dio cuenta y su zapato se terminó enterrando en un barro y por poco no termina cayendo de bruces.

—¡Diablos! ¿Por qué siempre me tienen que suceder estas cosas? —dijo la joven sintiéndose frustrada.

Pese a ello no se detuvo y corrió hasta donde estaba su hijo, con la mala suerte que la señora Román estaba en el pasillo fuera de la habitación.

—¿Qué significa esto? ¿Por qué hay un niño allí? ¿Quién lo trajo? —inquirió molesta.

—¡Es mi hijo! —exclamó ella, llegando a su lado casi sin aliento.

—No sé qué hará, pero ese niño no puede estar aquí. Entre a la habitación y cállelo, vea donde lo lleva, pero aquí no se quedará.

Claudette miró a la señora Román fijamente, sintiendo cómo la ira crecía dentro de ella. ¿Cómo se atrevía a hablar así de su hijo? Pero sabía que tenía que mantener la compostura si quería seguir trabajando allí.

—Lo siento mucho, señora Román. No sabía que tenía que pedir permiso a usted para traer a mi hijo conmigo, yo se lo pedí a mi jefe directo.

Claudette se sentó en una de las mesas del jardín, con su hijo en brazos, tratando de consolarlo mientras ella misma dejaba que las lágrimas de la frustración y la rabia rodaran por sus mejillas.

El pequeño Gael se aferraba a ella, con sus pequeñas manos apretando con fuerza el cuello de su camisa. Claudette lo mecía suavemente, tratando de calmarlo, sintiendo la calidez de su cuerpo y ese dulce olor que llenaba su corazón.

Él era la única familia que tenía o por lo menos que recordaba, en ese momento sin hacer ruido apareció de nuevo la señora Román.

—¿No te has ido? ¡Fuera de aquí! Porque si no te vas te voy a soltar los perros —dijo la mujer histérica.

Sus palabras hicieron que el niño llorara de nuevo, la rabia creció dentro de Claudette, lo sentó en un banco y se enfrentó a la mujer.

En ese instante Joaquín y Conrado, que ya había llegado, y que ya estaban preparados para la boda, escucharon el ruido.

—Mamá peleando, ¿Quién será al pobre cristiano a quien atormenta?

—Vayamos a ver —propuso Conrado y los dos se dirigieron al lugar, pero antes de que pudieran decir algo los dos se paralizaron— ¡Tú! ¡Eres tú! —exclamaron al unísono sin poder contener la emoción,

Sin embargo, la chica los miró, abrió los ojos de par en par y en un par, su rostro palideció y en segundos cayó desmayada, ellos corrieron a sostenerla, pero en ese momento el niño que estaba en el banco se bajó y caminó hacia su madre llorando y esta vez fue el turno de ellos tres de palidecer, se quedaron impactados al ver la diminuta figura, una réplica de Joaquín.

Y el grito de enfado de Conrado llenó el aire, mientras todos los invitados se acercaban.

—¡¡Me debes una explicación!! ¿Cómo y cuándo te follaste a mi hermana? ¡Te voy a matar!

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