EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 57

—Conrado… ¡Cálmate! —exclamó nervioso —voy a darte explicaciones, pero en este momento no es tiempo de pelea, si no de ver qué le pasó a Cristal y calmar al pequeño… —susurró Joaquín aun mirando con incredulidad.

Conrado alzó a su sobrino y se lo pasó a Salomé, quien se quedó viendo al pequeño con incredulidad, porque con solo ver al niño no había duda de quien era el padre, los ojos gris plomo, su cabello rubio oscuro como el de Joaquín, eran exactamente dos gotas de agua.

En ese momento, Joaquín iba a acercar a Cristal y Conrado lo empujó furioso.

—¡Aparta tus manos de mi hermana!

—Pero… —más rápido que como las palabras empezaron a salir de su boca, el puño de Conrado aterrizó en el rostro de Joaquín, quien a pesar de todo, aunque se tambaleó, no cayó en el suelo.

—Un carajo ¡Perro traidor! No debí confiar en ti —espetó furioso, tanto que las venas de su cuello se prensaron como si de cualquier momento a otro fueran a explotar.

La multitud se quedó en silencio, mirando con asombro el drama que se estaba desarrollando frente a ellos y es que no era para menos, el espectáculo que estaban dando era de proporciones astronómicas.

La madre de Conrado estaba que se desmayaba de la vergüenza, no podía entender como una boda que había planificado con tanta delicadeza y con la intención de convertirla en el evento social del año, terminara así… aunque claro que se estaba convirtiendo en el mayor acontecimiento, pero no precisamente por las razones que ella esperaba.

Pero cuando vio a su hijo ser golpeado por Conrado, empezó a gritar como loca, pidiendo que echaran a Claudette de su propiedad, porque aún no entendía nada de lo que estaba sucediendo.

Y como si el espectáculo no estuviera siendo suficientemente atractivo, o por lo menos para los mirones, llegó Maribel Ospino, ataviada con su hermoso vestido blanco.

—¿Qué significa todo esto Joaquín? ¿Por qué no estás en el altar? ¡Paren ya este escándalo! Vamos a celebrar el matrimonio —pronunció con firmeza.

—Lamento contradecirte, pero si te quieres casar búscate otro hombre libre con quien hacerlo, Joaquín no está disponible —declaró Conrado.

—No entiendo, Joaquín es mi prometido y… —las palabras de Maribel fueron interrumpidas por el mismo novio.

—Lo siento Maribel, creo que primero debo arreglar esta situación —dijo Joaquín, pero enseguida se escuchó la voz de Conrado.

—Maribel esta boda se cancela… no te vas a casar con Joaquín ¡Olvídate de eso! ¡Y ahora todos largos! Se acabó la función.

Justo en ese momento Cristal se movió, recuperándose del desmayo, abrió los ojos y los miró con el ceño fruncido, no parecía saber dónde estaba, pero lo cierto es que su corazón latía con fuerza en su pecho y nunca había estado tan nerviosa como en ese momento.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó con inquietud.

Se llevó una mano a la cabeza, la cual le pulsaba como si le fuera a explotar, y esta vez fijó su atención en el hombre que la sostenía, sus mismos ojos, y algunas facciones similares a las de ella, pero él tenía el cabello más oscuro.

Se giró para mirar a su alrededor y vio al otro hombre, su corazón dio un vuelco, y tuvo que contener esa sensación de querer salir corriendo, se parecía tanto a su hijo, que podía afirmar que podía ser su clon “o su hijo” pensó sin dudarlo.

Se dio cuenta de que la confusión y el caos reinaban en el lugar. Cristal se sentía abrumada por todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. Su mente intentaba procesar lo que estaba viviendo y la pelea entre los dos hombres, vio que el ojos grises, tenía un golpe en su rostro.

—Cristal, soy Conrado, tu hermano —dijo el hombre parecido a ella.

—Está errado, yo no me llamo Cristal… yo soy Claudette —respondió en tono bajo.

—¡No! Eres Cristal, mi hermanita, hace dos años tuviste un accidente, donde creímos que habías muerto… aunque siempre tuve la esperanza de que estabas viva y que en cualquier momento aparecerías.

De pronto lo vio meter una mano en su traje, sacar una cartera de hombre, extraer una pulsera y extenderla hacia ella.

Ella se quedó viéndola con sorpresa, hasta tomarla con delicadeza, porque ella la había visto en sus sueños.

—Yo no sé… no recuerdo nada… un día desperté y mis recuerdos eran como si alguien los hubiese borrados. ¿Y tú acaso eres mi esposo? —preguntó ella mirando a Joaquín.

—No, no lo es, este es solo un desgraciado que se aprovechó de ti y a quien no he matado, porque no puedo dejar huérfano a mi sobrino —señaló con severidad Conrado—, pero de que voy a arreglar cuentas con él, lo haré.

—Pensé que ya lo habías arreglado… ya me golpeaste, ¿qué más quieres? —protestó Joaquín.

—¿Yo hice eso? —preguntó con expresión mezcla de tristeza y dolor.

Joaquín tomó suavemente las manos de Cristal, buscando su mirada desesperadamente, porque la veía tan confusa.

—No le hagas caso… —empezó a decir, pero su madre lo interrumpió.

—¡Por supuesto que lo hiciste! Me imagino que esas artimañas lo aprendiste con tu cuñada —pronunció de manera venenosa la madre de Joaquín.

—¡Ya basta mamá! —dijo molesto Joaquín, haciendo que la mujer saltara ante su grito.

—¡Ah no! A mí no me nombre en su sucia boca, porque juro que se la voy a poner a lavar con jabón a ver si de allí sale algo bueno —respondió Salomé con molestia.

—¡Ya basta todos! Maribel te pedí que te fueras… ve y hablamos luego —ordenó Joaquín, sintiendo que se estaba agotando su paciencia.

—No hablaré luego Joaquín, es ahora, no puedes pretender echarme de tu vida, porque apareció tu camisa preferida, soy tu prometida, tenemos que casarnos, tal y como lo habíamos planificado.

—Si te soy sincero, no tenía muchas ganas de casarme contigo, seguir con los planes es lo que tú quieres, Maribel, pero yo ya no quiero casarme contigo. Nuestra relación no funciona y no hay amor entre nosotros, lo iba a hacer porque no había nadie que me importara y como una manera de complacer a mi madre, pero en este momento he entendido que no puedo seguir adelante con algo que no tiene futuro —dijo Joaquín con determinación.

Maribel lo miró con odio y desprecio, sintiéndose humillada frente a todos los presentes. Trató de decir algo, pero Conrado la detuvo antes de que pudiera hacerlo.

—Te sugiero que te vayas antes de que termine, arrepintiéndome de no haberlo hecho antes —le advirtió Conrado, con una mirada amenazante.

Maribel le dirigió una mirada llena de ira a Joaquín y se sonrió con sorna.

—¡Eso no podrá ser! No voy a alejarme y creo que nunca lo podré hacer ¿Saben por qué? ¡Porque estoy esperando un hijo de Joaquín! Tengo diez semanas de embarazo —señaló de manera triunfal Maribel.

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