EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 61

Cristal se dirigió al hotel donde se estaban hospedando con Amador, hicieron el recorrido en completo silencio, él la había aprendido a conocerla, sabía que cuando estaba molesta no le gustaba hablar, hasta sentirse más serena, sin embargo, él no podía estar tranquilo, casi que escuchaba los engranajes de su cerebro moviéndose y estaba ansioso porque ella le dijera que pensaba.

—¿Me vas a hablar o me ignorarás durante todo el camino? —interrogó.

—Es que en verdad no encuentro qué decirte y no porque no tenga suficientes calificativos para llamarte, sino porque son tantos, y estoy buscando en mi cerebro los más ofensivos para decírtelos ¿Cómo se te ocurre decir que somos esposos? —inquirió ella molesta.

—¡Es lo que somos! Nunca antes te había importado que dijéramos eso frente a otras personas —se defendió Amador.

—Pero no delante de quien aparentemente es mi hermano y del hombre con quien al parecer debí tener algo, porque Gael es una fotocopia suya —siguió reprendiéndolo.

—Lo siento ¿Y qué quieres hacer? ¿Los vamos a buscar? ¿Nos regresamos? —interrogó el hombre deteniendo el auto.

—Ese es el problema que no lo sé y ¡Eso me frustra! —habló con una evidente expresión de preocupación en su rostro.

—¿Qué sentiste al verlos?

—Me desmayé ¡Literalmente! Y ese Joaquín cuando puso su mano en mi brazo mi cuerpo reaccionó como si lo hubieran puesto ante el contacto de un campo eléctrico, un cosquilleo me recorrió de pies a cabeza, no puedo negar que sentí una conexión instantánea con él, como si hubiera algo familiar entre nosotros, pero también me invadió el miedo y la confusión. No sé cómo enfrentar esta situación, Amador. Siento que mi vida se ha convertido en un enigma muy difícil de descifrar —confesó Cristal, mientras lágrimas de frustración se deslizaban por sus mejillas.

Amador la observó con tristeza, sabía todo lo que ella había sufrido durante todo ese tiempo, las veces que se sintió frustrada, que creyó enloquecerse, y la comprendía a la perfección, solo Lea y él sabían todo que ella había pasado.

Ella había tratado por todos los medios de recordar lo que había sucedido, a veces venían recuerdos de pequeños objetos, pero al tratarlos de asirlos, estos se desvanecían como agua entre sus manos haciéndola sentir frustrada, vulnerable.

Tenía la sensación como si una densa nube hubiese cubierto su mente y no la dejara recordar.

Amador siempre había querido ofrecerle alguna solución, de hecho la llevó a médicos, pero nada sucedía, y le preocupaba profundamente verla así, cualquiera pensaría que ellos serían novios, amantes, incluso algunos creían que eran esposos, no obstante, la verdad es que eran grandes amigos, desde que la conoció, sintió la necesidad de ayudarla y protegerla, porque pensó en sus hermanas y primas y no le gustaría que vivieran en una situación difícil y que nadie estuviera a su lados para ayudarla.

—Claudette… ahora es Cristal, entiendo que esto es abrumador para ti. Pero recuerda que estamos juntos en esto, cualquier decisión que tomes está bien, yo te voy a respaldar, estaré a tu lado dándote siempre mi apoyo, por eso pienso que podemos dejar a Lea encargada del negocio, mientras nosotros nos dedicamos a descubrir la verdad ¿Qué te parece? Podemos seguir fingiendo que somos esposos y cuando estemos seguro de que todo está bien les decimos la verdad —dijo Amador, con sinceridad, extendiendo su mano hacia ella.

Cristal miró la mano de Amador por unos segundos con duda, luego levantó su vista y lo miró a los ojos fijamente y se dio cuenta de que a pesar de la tormenta emocional que estaba sintiendo en ese momento, vio un destello de esperanza en su mirada sincera.

—Gracias, Amador. Tu apoyo significa mucho para mí. Quiero descubrir la verdad sobre mi pasado y si tú estás a mi lado seguro todo será más fácil —respondió Cristal, estrechando la mano de Amador con determinación.

—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —preguntó el hombre, dispuesto a actuar en consecuencia.

—Duermo a tu sobrino y nos ponemos a investigar todo sobre el tal Joaquín y Conrado Abad.

—Me parece bien y quizás sería bueno aceptar una invitación a cenar de ellos, para poder saber a qué atenernos —expresó Amador y ella asintió.

Después de dormir a Gael ella se sentó a un lado de Amador y entre los dos comenzaron a investigar, se vio en varias fotografías en internet, y leyó sobre su supuesta muerte en un accidente y sobre el matrimonio que tuvo Salomé, la esposa de su hermano, con Joaquín antes de casarse con su hermano.

—¡Uy no! Eso parece demasiado siniestro ¿Cómo me metí con el ex de mi cuñada? ¿Por qué ellos se dejaron? ¡¿Fui yo la causante?! —inquirió angustiada—¡Por Dios!

—Claro que no, ve aquí… se separaron porque él la acusó de serle infiel cuando las pruebas de ADN de su hija con él no salieron compatibles y la echó de la casa y luego se descubrió que las niñas fueron intercambiadas —explicó Amador leyendo toda la información que habían encontrado.

—¡Válgame Dios! ¿Cómo pude estar con un hombre así? ¿Capaz de echar a una mujer sola con su hija? Independientemente que creyera que no era de él. Lo siento, pero ese hombre para mí no es confiable, y ni loca me acercaré a él —enfatizó.

—Mira Clau, aprendí que muchas veces no son lo que parecen, a veces la prensa no tiene toda la verdad, deberías preguntarles a ellos mismos y bueno esperar cuando la memoria llegue, y tomar decisiones solo en ese momento.

Ella asintió, agradecida por las palabras de Amador. Era cierto, no podía juzgar a Joaquín sin antes escuchar su versión de los hechos. Pero, aun así, sentía un nudo en el estómago al pensar en la posibilidad de estar en medio de una situación tan complicada.

—Seguiré tus consejos, por ahora será mejor descansar y mañana será otro día —respondió con un suspiro.

Se despidieron y cada uno se fue a su propia habitación, mientras ella no dejaba de pensar en Joaquín.

—¿Estaba yo realmente enamorada o era un capricho de una niña rica? —se preguntó sin poder dejar de pensar en eso tratando de encontrar una respuesta.

******

Al escuchar las palabras de su esposa, Conrado frunció el ceño, preocupado. Joaquín había sido su amigo y su socio durante los últimos dos años. Y a pesar de lo que había sucedido entre ellos esa noche, no podía permitirse perderlo.

—No debería mojarse, eso podría hacerle daño.

—Pero mi hijo, estoy muy preocupada… —de pronto se le ocurrió una idea, quizás eso pudiera servirle— ¿Usted sabe dónde se está quedando su amiga Claudette, Cristal?

La chica asintió.

—No creo que sea buena idea decírselo.

—Por favor, ayúdeme, necesito hablar con ella —pronunció la mujer en tono suplicante.

La joven se quedó viéndola de manera contrariada, sin saber qué hacer.

—No voy a discutir, no la quiero por eso… mi hijo está muy triste, deprimido… y tengo miedo de que cometa alguna locura —sollozó la mujer—, ayúdeme.

La chica suspiró, porque aunque quería negarse, la mujer frente a ella se veía frágil, estaba empapada de pies a cabeza, y se notaba que estaba angustiada.

—¿Tiene un auto para ir? —la mujer asintió—, yo la llevo.

Así lo hicieron, se subieron al auto y condujeron hasta el hotel donde se estaba quedando la joven, incluso Lea sabía el número de habitación, por lo cual subieron en el ascensor hasta la habitación.

Tocaron el timbre y de inmediato la puerta se abrió dejando ver a Cristal en un pijama de Winnie Pooh, cuando vio a la mujer frente a ella abrió los ojos desorbitados, antes de que pudiera hablar lo hizo la madre de Joaquín.

—Por favor, no me vaya a echar, he venido porque estoy desesperada, necesito hablar con usted, sobre mi hijo Joaquín… no te niegues, tú también eres madre y seguramente harías lo que fuera por tu hijo.

Cristal se quedó observándola por un momento mientras procesaba sus palabras hasta que finalmente tomó una decisión.

—¡Pase adelante! Tiene diez minutos para que hable y me diga lo que desea —señaló con firmeza.

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