EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 62

Mientras la madre de Joaquín entraba en la habitación, Lea se disculpó con su amiga.

—Discúlpame si cometí una imprudencia —comenzó a decir Lea—, pero es que la vi tan angustiada, que no pude negarme a su petición.

—No te preocupes Lea, todo está bien, yo me encargo de eso —la tranquilizó.

—Dile a la señora cuando termine, que la voy a estar esperando en el aparcamiento del hotel.

Cristal asintió, y mientras Lea se alejaba, cerró la puerta detrás de ella. La joven se sentó en la cama y la mujer frente a ella tomó asiento en una silla cercana, se colocó las manos en el regazo y comenzó a friccionar una con otra de manera nerviosa, respiró profundo y miró hacia el techo como si estuviera pidiendo al cielo ayuda o quizás valor para lo que iba a decir.

—Siempre he querido a mi hijo, lo he sobreprotegido, he intentado que todo en su vida sea perfecto… lo he controlado… por temor a perderlo… la razón es porque antes de él tuve un hijo y no pude protegerlo… se enamoró de una chica que solo quería su dinero y cuando encontró a alguien con más dinero lo abandonó y él terminó quitándose la vida… por eso quise proteger a Joaquín, pese a ello no pude evitar que se enamorara de Salomé, no me gustaba por pobre, en contra de mi voluntad se casó, cuando nació Fabiana, apenas la vi no encontré nada parecido a nosotros, todos somos rubios, y ella era cabello y ojos café, ni siquiera salió pelirroja como su madre, por eso pensé que le había sido infiel y me daba temor que terminara dejándolo para irse con otro, por eso lo insté a que le hiciera la prueba de ADN a la niña hasta que lo convencí.

—Hizo que él la echara —respondió Cristal en tono seco, porque lo había leído esa misma noche, y la mujer asintió.

—Sí, él la echó a la calle en la noche con Fabiana. Después, cuando me enteré de que hubo un intercambio de niñas, supe que había cometido un error y fui a reclamar a mi nieta y encontré a Salomé con tu hermano, y pensé de nuevo que mi presentimiento era cierto, me molesté en que prefiriera a Conrado por tener dinero antes que a mi hijo.

—¿Y qué pretendía que volviera con él después de haberla corrido? —preguntó con enfado—, habría que ser una mujer masoquista para poder aceptar a un hombre que te trató mal, desconfió de ella y sobre todo no le importó la hija que había criado hasta ese momento ¿Y qué pretende lograr con todo esto? ¿Por qué me cuenta a mí eso?

—Porque mi hijo ahora está enamorado de ti… cuando te fuiste que supo que estabas casada se quedó triste, deprimido, yo quería que te dieras la oportunidad de conocerlo… te puedes enamorar de él y… —Cristal la interrumpió.

—¿Me está diciendo, que Joaquín se deprimió al darse cuenta de que estoy casada, y viene usted a decirme que deje a mi esposo, para que me enamore de su hijo? ¿Se está escuchando? ¿Cómo puede tener doble moral? Es malo si a quien se deja es a su hijo para irse con otro y es bueno si se deja a otro para irse con su hijo —expresó con un evidente gesto de molestia en sus ojos.

—No quise decir eso… la verdad es que… —ante de que la mujer terminara sus palabras, la chica lo interrumpió.

—La verdad es que el tiempo se ha acabado.

Cristal se levantó de la cama y se acercó a la puerta, con la mano en el pomo. La madre de Joaquín la miró con tristeza, sabiendo que su intento de influir en la vida de la joven había sido en vano. Pero antes de que pudiera decir algo más, Cristal se giró hacia ella, con una mirada dura en los ojos.

— Y si Joaquín está enamorado de mí, eso es problema suyo, no mío. Yo no tengo ningún interés en él, es que ni siquiera lo conozco. No vuelva a hablar de esto conmigo, —dijo con firmeza—. No me importa si está enamorado de mí o no, si va a suceder algo entre nosotros, debemos ser él o yo quienes lo propiciemos, y no usted, por favor, deje de intentar controlar la vida de su hijo, usando como excusa lo que le ocurrió a su otro hijo. Él es un adulto y puede tomar sus propias decisiones. Y Lea la está esperando en el estacionamiento del hotel.

La madre de Joaquín asintió, sabiendo que había cometido un error al tratar de manipular a la joven, sin decir nada más, salió de la habitación sin poder controlar la angustia en su pecho, porque los remordimientos por cómo había influido en la vida de su hijo no la dejaban en paz.

La mujer bajó en el ascensor, marcó el nivel estacionamiento, cuando estaba llegando su teléfono celular comenzó a repicar, lo atendió de inmediato.

—Aló.

“¿La Señora Román?”, preguntó una voz femenina al otro lado de la línea.

—Sí, soy yo.

“Señora le estamos llamando del Hospital Del Sur… debe venir hasta aquí… su hijo tuvo un accidente”.

Cuando escuchó las palabras de la mujer, sintió que el alma se escapaba de su cuerpo, comenzó a temblar de pies a cabeza, un sudor frío atravesó su columna y sintió un nudo en la garganta que le impedía emitir palabra alguna.

Salió de la cabina del elevador y se sostuvo de la pared, los pies no le daban, era una sensación tan horrible y desalentadora como la que tuvo al enterrarse que había perdido a su primer hijo “Por favor, mi hijo no”, rogó en su interior al cielo, respiró varias veces tratando de llevar oxígeno a sus pulmones y por fin pudo hablar.

—¿Cómo está mi hijo? ¿Qué le pasó? ¿Qué tipo de accidente tuvo? ¿Está bien? —una incontinencia de preguntas realizó con voz temblorosa.

“Su hijo sufrió un accidente de tráfico, lo trajimos de emergencia, pero su estado es crítico. Por favor, debe presentarse aquí lo más rápido posible”.

La mujer sintió como si el mundo se le viniera encima, su hijo era todo lo que tenía en la vida y ahora estaba luchando por su vida en un hospital.

—Voy para allá, gracias por llamarme —dijo en un tono bajo antes de colgar el teléfono.

Lea, que estaba en el auto esperándola, la vio tambalearse a punto de caerse, sin pensarlo dos veces, descendió del auto y corrió hacia ella.

—¿Qué le pasa? ¿Se siente mal? —le preguntó mientras veía el rostro de la mujer más pálido que el cuerpo de Gaspar y aunque ella no le respondió, asintió con la cabeza.

Así pasaron horas interminables en la sala de espera, donde el tiempo dio la impresión de para. Luz Delia se aferraba a la esperanza y a sus rezos, rogando por la vida de su hijo.

Conrado trataba de luchar por el peso de la culpa, arrepintiéndose de no haberlo escuchado.

Finalmente, un médico se acercó a ellos con expresión seria. Todos se levantaron rápidamente, con los ojos llenos de miedo y ansiedad.

—Doctor, ¿cómo está mi hijo? ¿Podrá recuperarse? —preguntó temblorosa la madre.

El médico suspiró y la miró con compasión.

—Lamento informarle que el estado de su hijo es crítico. Ha sufrido graves lesiones y su vida pende un hilo. Estamos haciendo todo lo posible para estabilizarlo, pero es una situación muy delicada. Nuestra recomendación es que se prepare emocionalmente para lo peor, las próximas cuarenta y ocho horas son cruciales —explicó el médico con sinceridad.

Las palabras del médico golpearon el corazón de Luz Delia como si le hubiesen atravesado un puñal. Las lágrimas fluían sin cesar, mientras ella intentaba asimilar la terrible realidad que enfrentaba.

Salomé abrazó a Luz Delia con fuerza, ofreciéndole su hombro para que se apoyara, compartiendo el dolor y la angustia en aquel momento desgarrador, atrás quedaron las diferencias.

De pronto la mujer se separó de Salomé y se agarró los cabellos halándolos con fuerza y deba rienda suelta a su dolor.

—¡Ay, Dios mío! ¡Por favor, mi hijo! ¡Qué angustia!

Lea se alejó y marcó el número de Cristal.

“¿Es en serio, Lea? ¿No piensas dejarme dormir esta noche?”

—Nena, te llamó porque creo que esta noticia es importante para ti, Joaquín Román tuvo un accidente y se debate entre la vida y la muerte —manifestó la chica.

Ante la noticia, a pesar de estar acostada, Cristal sintió desvanecerse, en el mismo momento en que una ráfaga de recuerdos sobre Joaquín atravesó su mente.

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