EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 71

—Daremos un breve receso de quince minutos y luego seguimos con la subasta de estas hermosas señoritas —declaró el subastador mientras todos aplaudían eufóricos.

Conrado aceptó con resignación las condiciones que habían puesto la mayoría, pese a ello, él no se sentía conforme, sabía que todos lo habían hecho por apoyar a Joaquín y de cierta manera lo comprendía, pero la realidad es que en ese momento había dos hombres a quien quería usar como saco de boxeo a su amigo, a ver si de una vez decidía recuperar la vista de una vez y le dejaba de joder la vida y al desgraciado de Graymond, que en ese momento lo veía con una expresión triunfal.

Conrado no pudo contenerse y le sacó el dedo medio en señal ofensiva, Salomé, que estaba llegando a su lado, lo vio y negó con la cabeza reprendiéndolo, mientras varios de los presentes también observaban con interés.

—¿Qué estás haciendo Conrado? ¿Acaso te volviste loco? La gente te está viendo hacerle esa seña a Graymond.

—¡Que se jodan él y la gente! Él piensa que te va a poner las manos encima, ¡Pero está equivocado! Tendrá que pasar primero por mi cadáver —expresó colérico.

—¿Y qué acaso piensas que yo me dejaré poner las manos encima? ¿Qué soy una fácil y me dejaré manosear por cualquiera? —inquirió con evidente molestia. Por su desconfianza.

Fue allí cuando Conrado se dio cuenta de que había metido la pata con Salomé, pero es que cuando se trataba de ella y los celos que le daban cuando alguien más posaba su mirada en ella, se ponía obtuso, bruto, ciego, loco, trató de remediar la situación y hacerla contentar con él, sin embargo, ella estaba demasiado indignada con él como para hacer las paces en ese momento.

—Discúlpame mi amor —comenzó a decir con un puchero, tratando de convencerla, pero ella giró el rostro hacia otro lado, para no verlo y caer en sus trampas.

—Pones en tela de juicio mi lealtad, y tratas de persuadirme con un simple disculpas, quizás te haga falta una lección Conrado Abad, que no siempre las cosas pueden ser como quieres, creo que tu madre te consintió mucho, y te hizo el centro de atención y por eso cuando no te sales con la tuya haces berrinches —dijo bastante molesta.

—No fue mi mamá … Soy yo que no estoy acostumbrado a perder —dijo con una expresión de soberbia—, y el hombre ese se ha empeñado en ti, no te deja de ver, parece un perro velando a un filete, por eso debo detenerlo, porque no confío en él, y como tu marido, debo protegerte ante cualquier amenaza, ya sea física o emocional y es evidente que él es una muy peligrosa.

Ella se levantó y se alejó de él, porque si seguían iban a terminar discutiendo, Conrado no quiso ir detrás de ella, por la misma razón, se pasó la mano por la cabeza en un gesto de frustración, sin dejar de pensar cuándo había pasado de admirar a Graymond a odiarlo como lo hacía ahora.

Incluso le parecía lejano, el tiempo en que quiso ser como el hombre, imponente, poderoso, pero ahora solo sentía rabia de imaginarse que estaba rondando a su esposa como abeja a la miel.

Finalmente, llegó el momento de reanudar la subasta.

—Señores y señoras, damos inicio a la subasta de cena, y la primera de la noche es la señorita Julia Montes, iniciaremos la subasta en mil dólares, por favor una de las chicas que les cubra los ojos a la participante. ¿Quiénes de los caballeros subastarán por una cena en compañía de esta hermosa dama?

En ese momento, como aproximadamente doce caballeros levantaron la mano en señal de iniciar la puja por una cena con julia,

—Tenemos mil dólares para iniciar, ¿Quién da esta cantidad? —los doce levantaron el cartel— ¿Quién da mil doscientos?

Ninguno de los carteles se bajó, y así fue aumentando cuando dijo mil quinientos solo quedaban diez, fue aumentando progresivamente mientras los ganadores iban aumentando la cantidad, hasta que al llegar a diez mil dólares solo eran dos los pujadores Dino y otro caballero, hasta que el primero tomó el cartel y marcó veinte mil dólares.

—El señor Dino Soler, está ofreciendo veinte mil dólares, quien da veinte mil cien —nadie levantó el cartel—, entonces veinte mil a la una, a la dos y a las tres, la cena con la señorita Julia Montes, ha sido vendida al señor Dino Soler —sentenció y todos aplaudieron alegre.

La mujer se quitó la venda y corrió hacia él, quien la recibió con los brazos abiertos, mientras se estrechaban en un emotivo abrazo.

—Ahora viene, la señorita Leandra Radamés, la subasta de la señorita Radamés empieza en Mil dólares ¿Quién da esa cantidad?

Después de vendarle los ojos a la joven, preguntaron quiénes de los hombres participarían, y Conrado, para fastidiar a Amador, decidió participar también, y enseguida colocó en el cartel la cantidad de veinte mil dólares.

—Un pujador ofrece la suma de veinte mil dólares por la cena con la señorita Radamés, vendido a la una, a las dos… —sin embargo, antes de llegar a la tres, Amador levantó el cartel con la suma por encima de la indicada—, un pujador que pidió no ser identificado ofrece cincuenta mil dólares por la cena con la señorita, se cierra la oferta, a la una, a las dos y a las tres, vendido al señor.

De nuevo la alegría de los presentes no se hizo esperar, las subastas estaban siendo divertidas, más entretenidas y beneficiosas de lo que se habían imaginado.

—Esto es una situación inusual, corresponde subastar la cena con la señorita Cristal Abad, pero un comprador, que prefirió no ser identificado, ofrece cincuenta mil dólares por comer con ella, y deja establecido que cualquier cantidad que ofrezcan por ella la duplica. ¿Alguien da más? —nadie levantó el cartel, todos sabían que Joaquín estaba detrás de eso y nadie quería ir en su contra.

Así siguieron las otras cenas con otras señoritas, que fueron ganando hasta llegar a la última de la noche.

—Para finalizar la subasta de las cenas, no corresponde una con la señora Salomé Abad, empezaremos la subasta con mil dólares, ¿Quiénes van a participar? —nadie levantó el cartel, solo Conrado, el subastador suspiró—, al parecer los participantes no se atreven a ofrecer nada porque se sienten intimidados por su esposo, no hay muchos hombres valientes aquí —dijo y enseguida muchas risas se escucharon en el salón—, bueno al parecer la señora será la subasta más económica de la noche por mil dólares a la una, a la dos… —y en ese momento Graymond levantó el cartel con la cantidad de cien mil dólares—, tenemos un caballero que ofrece cien mil a la una… —Conrado levantó el cartel antes de contar por segunda vez por la cantidad de doscientos mil.

Así fue dándose la subasta hasta llegar al millón y en este punto fue Salomé quien levantó la mano para hablar, no sabía quién estaba subastando por ella, pero la verdad es que estaba concentrada en darle una lección a su esposo.

—¡Deténganse un momento! —exclamó Salomé, su voz resonando en el salón silencioso—. Considerando que el señor Conrado es parte principal junto conmigo de la organización de este evento, estuve pensando que para no ser acusados de influenciar, debería prohibirse la participación de nosotros en la subasta que se hagan en nuestra recolección de fondo —expresó con una sonrisa triunfal.

Un susurro colectivo de asombro recorrió la sala. Todos se voltearon para ver a Graymond, que mantenía una expresión desafiante en su rostro.

Salomé se quitó la venda y miró a Conrado, que parecía que estaba echando humo por las orejas, ella no podía creer lo que estaba pasando, cuando ideo su plan jamás se esperó eso “¡Soy mujer muerta!”

La cifra era astronómica, y aunque en el fondo deseaban obtener una gran suma para la fundación, también sentían preocupación por las intenciones detrás de la oferta de Graymond.

—Señor Graymond, esto es una subasta para apoyar a la fundación, y aunque apreciamos su generosidad, no podemos aceptar una cantidad tan exagerada —intervino Salomé, tratando de mantener la compostura.

Graymond sonrió, satisfecho por haber pujado por esa cena.

—No se trata solo de generosidad, Salomé. Hay algo más en juego aquí, necesito conversar contigo, pedí hablarte y no quisiste escucharme, de esta manera estarás obligada a conversar conmigo, por eso estoy dispuesto a pagar esa suma y más si fuese necesario.

La sala se llenó de murmullos y especulaciones. La atención de todos estaba fija en Graymond, esperando ansiosos a que explicara sus intenciones, pero lamentablemente para todos, el hombre no estaba acostumbrado a dar explicaciones.

Conrado se acercó a Salomé molesto y susurró solo para ser escuchada por ella.

—¡No aceptes la cena con Graymond! —ordenó enfático—, dile que lo lamentas, pero es mucho dinero.

—No voy a hacer eso, porque es nuestra seriedad la que está en juego, no voy a dejar en entredicho la fundación.

Caminó hacia Graymond y le dio la mano.

—Está bien, señor Graymond. Acepto su oferta de veinte millones de dólares por la cena, usted coloca la fecha y el lugar y allí estaré —mientras el rostro de Conrado se cubría con una máscara de absoluta frialdad.

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