-Tenemos una relación más que buena, podemos dar la vida por el otro. Pero no puedo revelar su identidad, me dijo que tenía que guardarlo en secreto. Ja, ja-
Tomás apagó la colilla del cigarrillo.
Dejó una risa leve.
Ya la gente le miraba de otra forma.
Especialmente Neva, que estaba impresionada.
La mirada de Jazmín contenía flirteo, ya que, si era verdad, ella podría tener la oportunidad de subir a ese coche que ponía locos a tanta gente.
Por otro lado, los chicos se morían de envidia por Tomás.
-Tomás, ¿lo dices en serio? No me vengas luego que es una de tus tácticas para ligar con las chicas. Venga, ¿a que estás fanfarroneando?-
Silvino no confiaba en sus palabras. Conocía bien a ese Tomás, era de una familia común, como mucho podría considerarse un poco rico.
¿Cómo iba a conocer a un personaje tan potentado?
Además, Tomás tenía la costumbre de fanfarronear.
-¿Qué dices? Además, ¿cómo iba a decir una jactancia con un coche de veinte millones? ¡Cómo sois!-
Tomás rio amargamente.
-¡Yo te creo, Tomás!-
Neva le sonrió a Tomás.
No paraba de desviar su mirada para ver las fotos del coche lujoso, ¡le encantaba! Si le dieran la oportunidad de sentarse en él una vez, ¡ella haría lo que sea!
¡Y a través de Tomás podría conseguir la oportunidad de conocer a ese opulento!
Diego estaba a un lado con una risa amarga en su expresión.
Las llaves de ese coche aún estaban en su bolsillo.
Pero se había convertido en un amigo fiel de otro.
Lo que más le molestaba era que…
Esas dos hermosuras habían sido galanteadas por ese presuntuoso.
¿Era cierto que conduciendo ese coche podía seducir a las chicas?
¿Hasta Neva?
Diego se estaba preguntada si había sido demasiado discreto, ¡qué desperdicie para él!
¡Paf!
En ese momento, Diego sintió que algo le había golpeado.
Al levantar la cabeza vio que Neva le había tirado una bola de papel.
-¿Por qué escuchas? ¿Que te quieres subir al Lamborghini o qué? Vamos, a lo mejor cambiándote de sexo…-
Neva rio fríamente.
-Aunque se convierta en una mujer, ¿a quién le va gustar una pobre?-
Zenón carcajeó.
Al instante ya habían vuelto para meterse con él.
Por suerte la camarera empezó a traer los platos.
Incluido las patatas ralladas y los tallarines de Diego.
-¡Guau! ¡Qué buena pinta tiene todo! ¡Cómo se nota que es de alta gama!-
-Por su puesto, además, la buena comida tiene que ir acompañada de un buen vino, hoy os doy a probar esta botella que cuesta dos mil-
Silvino dijo sonriente.
De inmediato se ganó el respeto de todos.
Y Diego que estaba en un rincón, fue ignorado por ellos.
Diego se estaba bebiendo el caldo de los fideos mientras comía las patatas ralladas, realmente estaba hambriento.
En ese momento la puerta de la habitación fue abierta de nuevo.
Se podía ver una fila de camareras fuera.
Estaban trayendo para dentro platos destacados de alta gama.
Habían cambiado el diseño de esos platos destacados a una versión más pequeña, porque en la mesa de Diego no cabían todas.
-Esto… Ya no has llegado todos los platos, estos platos destacados no son de nuestra mesa-
Silvino se sorprendió ante la situación.
-Hola, señor. Estos no son para usted, son para el señor Diego que está aquí-
Diego estaba escuchando la explicación que daba la camarera, pero pensó que él tampoco había pedido esos platos.
-Espera, voy a dejarlo claro. Yo solo me ocupo de la cuenta de esta mesa. Esos platos que ha pedido Diego no tienen nada que ver conmigo-
Silvino se había llevado un susto.
Si tuviera que pagar todo eso, no estaba seguro de que tuviera suficiente dinero para pagarlo.
Eran todos especialidades, que incluso él solo ordenó dos.
-Ja, ja. Lo ha malentendido, estos solo son obsequios que le hemos traído al señor Diego por su pedido-
Una vez terminado de hablar, la camarera dio dos palmadas.
Los platos especiales entraban uno tras otro, incluso había platos que algunas chicas no lo habían visto nunca.
Había un total de doce platos.
Llenaron la mesa de Diego.
Toda esa comida costaba al menos veinte o treinta mil.
-Pe-pe-pero, solo ha pedido unas patatas ralladas, ¿por eso le regaláis tantos platos destacados?-
Neva se levantó asombrada.
Estaba atónita.
Le encantaría probar todas las especialidades del Restaurante Hogar de una sola vez, pero era imposible, si la media de cada visita eran dos platos, al menos tenía que venir unas veinte veces.
Además, ¿quién tenía la capacidad de invitarla veinte veces?
¡Los platos destacados eran carísimos!
Pero ahora, Diego solo había pedido unos tallarines y unas patatas ralladas para que le obsequiaran doce platos.
¿Encima eran platos de alta gama?
No solo Neva, Jazmín y las chicas también se quedaron estupefactas, miraban a Diego increíblemente.
Diego tampoco se había esperado que esa gerente era tan sociable.
Tampoco podía terminar toda esa mesa de platos destacados.
Entonces miró a Yoana, -Yoana, ¿quieres venir a comer conmigo?-
Yoana no era tímida ni tampoco le daba vergüenza ir.
Además, sintió que en Diego había muchos misterios.
¿Por qué le habían regalado tantos platos?
Así que, sonriendo, fue en su dirección.
Se sentó enfrente de Diego.
Y no mencionar la mala cara que Silvino tenía.
-Ya sé, ¿será que con pedir patatas ralladas regalaban especialidades como acompañamiento? ¿Como una especie de promoción que tienen?-
Jazmín estaba que no se lo podía creer.
-¡Bien!-
Silvino le dejó una mirada cruel a Diego y se bajó directamente.
Por su lado, Yoana estaba muy nerviosa, -Diego, ¿lo que han dicho es cierto? ¿Te has gastado ciento cincuenta mil aquí y por eso la gerente te ha regalado tantos platos?-
Diego solo mostró una sonrisa, -No pasa nada, ¿estás llena ya? Si estás llena bajemos a pagar la cuenta, ¡no te preocupes por mí!-
Yoana asintió con la cabeza.
Entonces siguiendo a Diego bajó las escaleras.
En la planta de abajo, Silvino y Neva ya habían empezado a hablar.
-Mire, gerente, es este pobre que viene, no se fíe de que es un rico, solo es un humilde que no puede ni comprarse un pantalón-
Silvino señaló a Diego.
-Eso, le ha regalado tantos platos para nada, si no fuera porque nosotros le hemos traído, ¡no tiene ni dinero para venir aquí!-
Zenón dijo con desdén.
-Será mejor que le ponga a trabajar aquí, se ha comido una comida de veinte mil, ¡todo un desperdicio! ¿Sabe que le tocó dos cientos mil en la lotería y se gastó ciento cincuenta mil aquí? Más luego se gastó el resto en otra cosa, así que ¡ahora ya no le queda ni un céntimo!-
Jazmín también habló con frialdad.
No obstante, la gerente Eresa solo estaba allí de pie en silencio, no se atrevía a responder a ninguno.
Esa escena hizo que la zona de caja en el vestíbulo de la planta baja se llenara de gente.
-¿Qué está pasando?-
-Al parecer ese plebeyo ha fingido ser un rico para presumir, pero al final le han descubierto la mentira-
-¡Joder! Es que hay de todo en este mundo-
Diego no hizo caso de todo eso.
Bajó con calma.
Se acercó a Eresa.
Con tono amargo, dijo, -Eresa, ¿cuánto queda en mi cuenta?-
Con cuenta se refería al dinero que pagó Diego invitando la última vez, y esa cifra fue reembolsada a la cuenta de Diego.
Ya que ese dinero tenía que ser devuelto a Diego en las cuentas finales anules.
-Se-señor Diego, le quedan dos cientos mil-
Al escuchar eso, todos se quedaron boquiabiertos.
-Bien, bien. Pues para redondear, añádeme a la cuenta tres cientos mil más-
Entre diálogo, Diego sacó su tarjeta de crédito para pasarlo por el datáfono, enseguida apareció que habían llegado los tres cientos mil.
-¿Qué?-
-¿Qué coño?-
-¡Tres cientos mil!-
Silvano abrió en grande los ojos, sentía como si la escena ante sus ojos era irreal.
Y Neva empezó a respirar profundamente.
El resto estaban todos boquiabiertos.
Pensaban que eso era increíble, porque todos habían apostado en que Diego ya se había gastado los dos cientos mil y no le quedaba nada más.
Pero ahora, no solo tenía ya dos cientos mil en la cuenta del Restaurante Hogar, además, ingresó otros tres cientos mil hace un instante.
¡Eso hacían quinientos mil!
-¡Diego! ¿Pe-pe-pero cuánto dinero te ha tocado de la lotería?- dijo Neva casi gritando.
Tenía un presentimiento, a Diego le podría haber tocado millones…
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