El Invitado de La Boda romance Capítulo 54

Las dos horas y media de vuelo más el camino a casa se me han hecho eternas y todo por estas ansias de llegar con ella al ahora nuestro departamento y besarla como lo hago ahora haciendo que tan solo podamos dejar las maletas a un costado. —¡amor! — se queja entre risas cuando no le doy respiro y simplemente la levanto en el aire haciendo que enrede sus piernas en mi cintura.

Cierro la puerta solo soltándola un instante de una de mis manos y rápidamente vuelvo a sujetarla —tenemos que celebrar, eres una mujer completamente libre…— me defiendo ante este arranque de pasión.

—Ahora sí que podre ser toda tuya…— murmura y es ella ahora quien me besa con urgencia.

—Yo solo quiero que me ames… no quiero ser tu dueño, quiero ser tu compañero de vida, de sueños… el padre de tus hijos…— murmuro entre besos calurosos que dejo en su cuello y sonrió triunfal al escuchar aquel leve gemido que se escapa de su garganta.

—Y yo te quiero amar siempre…— me responde incoherente y sus manos buscan levantar mi camiseta mientras que voy caminando con ella hacia el sofá y me siento con ella a horcajadas —a ver…— me dice y va terminando de levantar mi camiseta haciendo que levante mis brazos para así terminar de quitármela. Su boca comienza a viajar por mi cuello, por mis hombros y de pronto continua por mi torso haciendo que la poca coherencia que quedaba en mí se desvanezca y yo solo me dejo llevar por ella a donde quiera llegar.

Lentamente se baja de mí y hace que aparte mis piernas para arrodillarse entre ellas y con sus manos comenzar a jugar con la hebilla de mi cinturón haciendo que mi cuerpo se altere por completo —preciosa…— digo, pero es tarde, sus manos ya van tocándome de esa manera que me hace perder la razón. Ser un juguete entre sus manos es toda una fantasía, sobre todo cuando fui yo quien inicio el juego y ella quien lo llevo a su terreno. Solo puedo dejarla hacer de mi lo que quiera y ayudarla a termina de quitar mi pantalón y bóxer que ya estorbaban más de la cuenta. La observo haciéndose de mí y los jadeos ya se hacen incontrolables. Hago un intento por quitarle su camiseta, pero no puedo… es tanta la locura que provoca en mi ser que es ella quien hace una breve pausa y se quita su camiseta y el sujetador todo de prisa haciendo que el paisaje sea divinamente sensual —Alai… cariño…— intento decir en un acto de desespero cuando ella no se detiene y me va llevando contra las cuerdas.

Por piedad o por deseo, aun no lo sé, ella finalmente me mira y detiene su maléfico juego para así regresar a mi boca —te amo. — me dice entre besos urgentes —te amo…— vuelve a repetir y entre medio de esta tormenta de sentimientos, yo voy desabrochando su pantalón para después bajarlo junto a su ropa interior.

—Yo te amo aún más…— le digo mientras que va terminando de quitarse sus prendas y zapatos y los deja junto a mi ropa. Vuelve a sentarse sobre mi pero esta vez el contacto de su cuerpo y el mío completamente desnudos, hace que haya un incendio entre los dos. Voy besándola hasta llegar a sus pechos y juego en ellos por un instante sintiendo una sensación nueva en mis labios que me lleva por mas y la hace gemir de una manera que calla mordiendo mi hombro.

—Por Dios…— dice entre gemidos que me alteran aún más y sin querer dejar de oírla así de excitada, continúo jugado con sus pechos mientras que mis manos van tocando su cuerpo entero como si fuera la pieza de arte más fina del mundo —te necesito…— me susurra al oído.

—Y yo a ti mi amor…— respondo y abandono sus pechos para ir a su boca y así besarla con toda esta urgencia que me quema y en medio de nuestros besos, ella se acomoda de tal manera que se hunde en mi siendo así su perfecta manera de llevar el ritmo de mis envestidas.

Entre ella y yo hay incendios que pueden quemar bosques enteros y puede que no sea normal este nivel de deseo, o quizás si… no lo sé, tan solo sé que con ella no quiero y no puedo controlar mis instintos. Tal vez el dejarnos llevar sea parte de nuestra relación durante toda nuestra existencia ya que así es como hemos comenzado… como amantes… es lo que mejor se nos da, eso sin contar el infinito amor que sentimos el uno por el otro y nos hace vivir todo tan intensamente.

—Me vengo…— advierte sobre mis labios y solo puedo sostener su rostro entre mis manos ya que yo estoy igual que ella.

—No dejes de mirarme. — le pido entre cortado y ella sabe perfectamente cómo moverse sobre mí para que nuestros cuerpos se rindan completamente mientras que en sus ojos veo su placer y el mío reflejados.

Su respiración agitada, su sonrisa de esas que son cuando llegas a la gloria y su beso es mi premio favorito por amarla como lo hago —te amo con todo lo que soy. — me dice y se abraza a mí.

—Y yo a ti mi amor… no quiero dejar de hacerte feliz nunca…— le digo sin soltarla.

—Tu solo ámame que con eso yo ya soy feliz. — me dice bajito y sonrió.

—Cuenta con ello… jamás dejare de hacerlo. — sentencio y más que una respuesta, es una promesa.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Invitado de La Boda