Las dos horas y media de vuelo más el camino a casa se me han hecho eternas y todo por estas ansias de llegar con ella al ahora nuestro departamento y besarla como lo hago ahora haciendo que tan solo podamos dejar las maletas a un costado. —¡amor! — se queja entre risas cuando no le doy respiro y simplemente la levanto en el aire haciendo que enrede sus piernas en mi cintura.
Cierro la puerta solo soltándola un instante de una de mis manos y rápidamente vuelvo a sujetarla —tenemos que celebrar, eres una mujer completamente libre…— me defiendo ante este arranque de pasión.
—Ahora sí que podre ser toda tuya…— murmura y es ella ahora quien me besa con urgencia.
—Yo solo quiero que me ames… no quiero ser tu dueño, quiero ser tu compañero de vida, de sueños… el padre de tus hijos…— murmuro entre besos calurosos que dejo en su cuello y sonrió triunfal al escuchar aquel leve gemido que se escapa de su garganta.
—Y yo te quiero amar siempre…— me responde incoherente y sus manos buscan levantar mi camiseta mientras que voy caminando con ella hacia el sofá y me siento con ella a horcajadas —a ver…— me dice y va terminando de levantar mi camiseta haciendo que levante mis brazos para así terminar de quitármela. Su boca comienza a viajar por mi cuello, por mis hombros y de pronto continua por mi torso haciendo que la poca coherencia que quedaba en mí se desvanezca y yo solo me dejo llevar por ella a donde quiera llegar.
Lentamente se baja de mí y hace que aparte mis piernas para arrodillarse entre ellas y con sus manos comenzar a jugar con la hebilla de mi cinturón haciendo que mi cuerpo se altere por completo —preciosa…— digo, pero es tarde, sus manos ya van tocándome de esa manera que me hace perder la razón. Ser un juguete entre sus manos es toda una fantasía, sobre todo cuando fui yo quien inicio el juego y ella quien lo llevo a su terreno. Solo puedo dejarla hacer de mi lo que quiera y ayudarla a termina de quitar mi pantalón y bóxer que ya estorbaban más de la cuenta. La observo haciéndose de mí y los jadeos ya se hacen incontrolables. Hago un intento por quitarle su camiseta, pero no puedo… es tanta la locura que provoca en mi ser que es ella quien hace una breve pausa y se quita su camiseta y el sujetador todo de prisa haciendo que el paisaje sea divinamente sensual —Alai… cariño…— intento decir en un acto de desespero cuando ella no se detiene y me va llevando contra las cuerdas.
Por piedad o por deseo, aun no lo sé, ella finalmente me mira y detiene su maléfico juego para así regresar a mi boca —te amo. — me dice entre besos urgentes —te amo…— vuelve a repetir y entre medio de esta tormenta de sentimientos, yo voy desabrochando su pantalón para después bajarlo junto a su ropa interior.
—Yo te amo aún más…— le digo mientras que va terminando de quitarse sus prendas y zapatos y los deja junto a mi ropa. Vuelve a sentarse sobre mi pero esta vez el contacto de su cuerpo y el mío completamente desnudos, hace que haya un incendio entre los dos. Voy besándola hasta llegar a sus pechos y juego en ellos por un instante sintiendo una sensación nueva en mis labios que me lleva por mas y la hace gemir de una manera que calla mordiendo mi hombro.
Su respiración agitada, su sonrisa de esas que son cuando llegas a la gloria y su beso es mi premio favorito por amarla como lo hago —te amo con todo lo que soy. — me dice y se abraza a mí.
—Y yo a ti mi amor… no quiero dejar de hacerte feliz nunca…— le digo sin soltarla.
—Tu solo ámame que con eso yo ya soy feliz. — me dice bajito y sonrió.
—Cuenta con ello… jamás dejare de hacerlo. — sentencio y más que una respuesta, es una promesa.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Invitado de La Boda