Narra Abel.
Me quedé de pie por un momento en mi lugar habitual, vi cómo los miembros del club se movían entre sí, con sus manos acariciaban a sus acompañantes sin preocuparse de quién los estuviera viendo. Me quedé mirando a una pareja, el hombre con su mano subió la falda de la mujer, sin importarle que ella se expusiera. Sus labios estaban separados, sus mejillas se sonrojaron, ella estaba al borde del orgasmo. Él apretaba su mano contra ella al ritmo de la música, hasta que sus piernas se relajaron y se envolvieron alrededor de su cintura para evitar que se caerá. En todas partes donde mis ojos aterrizaban, había sexo, lujuria y hambre. No había limitaciones en mi club. Las reglas eran básicas, todo era consensuado. Ellos debían firmar un contrato para conservar el anonimato y todo lo que aquí pasaba debía quedar en secreto. En mi club, podían convertirse en quien ellos quisieran.
Después de unos segundos caminé hacía mi invitada. Luciana llevaba puesto un vestido que le quedaba exquisito, le di un vistazo a sus pechos y lo perfectamente que encajaban en su vestimenta.
La imagen de mi lengua lamiendo su piel desnuda puso mí polla dura, luché por no agarrarla y arrancarle el vestido de su cuerpo.
—¿Tuviste algún problema en la entrada?—le pregunté.
—No—respondió ella observando todo el placer que se estaba llevando a cabo, parecía un poco sorprendida por lo crudo que era.
—Muy bien, ven sígueme— le pedí, la llevé hasta un pasillo privado. Sus ojos estaban pegados a mi—. ¿Estás bien?—interrogue.
— Estoy algo nerviosa, esto es nuevo para mí— confesó. Sonreí con su respuesta, era muy joven para haber hecho o presenciado algo así. Me pregunté si debía ayudarla a que se sintiera menos asustada. De hecho, quería que ella disfrutara de esto, pero debía admitir que disfrutaba ver más su miedo. Sin embargo, no era de terror, no me tenia miedo, era temor a lo desconocido—.¿A dónde vamos?—dijo, su voz irrterumpió mis pensamientos.
—Quiero que observes algo—conteste. Luego me detuve frente a una puerta que se abría mediante huella digital. Solo algunos miembros de mi personal tenían acceso a este pasillo privado, dentro de esta, se encontraban habitaciones. Caminamos un poco más en silencio hasta que me detuve frente a una de las habitaciones, abrí una pequeña escotilla que estaba en la parte superior de la puerta—.Quiero que mires hacía en el interior de esta habitación y me digas lo que veas—le pedí.
Ella hizo lo que le pedí. Se asomó por la escotilla.
—Oh, hay gente ahí y están desnudos—mencionó en voz baja para que no la escucharán
— ¿Qué más ves?—pregunte, ella me volteó a ver como si quisiera buscar en mis ojos si estaba hablando en serio—. Describe lo que veas—le dije reafirmando mí petición, luego volteó a ver al interior.
—El hombre tiene a la mujer atada—mencionó.
—¿Crees que a ella le gusta?—pregunte, viendo yo también la situación, la mujer estaba jadeando del placer ante el dolor que sentía, ella se sentía dominada mientras que el hombre sentía poder y control. Ella era inútil con sus brazos y piernas atadas.
—Si—confirmó Luciana tragando saliva nerviosamente.
—¿Qué más?—volví a preguntar.
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