Enamorándome de ti romance Capítulo 66

Era obvio que ella había tenido la oportunidad de intimar con Zong Jinghao. «¿Por qué buscaría a otra mujer para que la reemplazara?»

He Ruilin estaba aturdida, rio con indiferencia, y se echó en la cama.

-Porque temía que pensara que yo era una mujer impura. —He Ruilin inclinó la cabeza hacia atrás, como si estuviera poseída—. Él me acogió, pero nunca me tocó. Soy humana, soy una mujer con necesidades, así que necesito a un hombre que me ame y me toque...

He Ruize se quedó paralizado, como si un rayo le hubiera caído encima; por su parte, He Ruilin se reía como una maniática.

-Quería encontrar a una mujer limpia para él y luego reemplazarla yo misma, fingiendo ser esa misma mujer. Cuando era niña, yo lo salvé, y he estado a su lado muchos años, él se hará cargo de mí. Aunque no me ame, aun así me tratará bien y en efecto, él sigue tratándome muy bien.

»M¡ plan es tan perfecto, excepto por la mujer que saqué de la nada para él. No esperaba que viniera de la ciudad B en el país Z. Lo más fortuito, es que ella resultó ser la mujer que estaba involucrada en el matrimonio que la madre de Zong Jinghao arregló para él desde que eran niños.

«De no ser por esa mujer, ahora estaría viviendo felizmente con Zong Jinghao. ¡Todo es culpa de ella! ¡Su culpa! Me niego a aceptar esto, ¡yo soy la hija de la familia He! Al ser descendiente de esa sangre, ¿qué me haría inferior a esa mujer?»

He Ruilin agarró el brazo de He Ruize.

-Ruize, por favor, ayúdame.

Él miró a su hermana, quien ahora le parecía una extraña.

-¿Cómo podría ayudarte? -respondió él aturdido.

He Ruilin lo pensó por un momento.

—¿Podrías...? —Ella lo jaló y susurró algo en su oído.

No obstante, entre más escuchaba, más palidecía el rostro de He Ruize.

-¡Ni lo sueñes! —La empujó—. Ya estás cansada. ¡Duerme bien!

Tras decir esto, salió de la habitación sin mirar atrás.

—Ruize.

No importaba lo mucho que He Ruilin gritara, He Ruize no volteó a ver.

Zong Jinghao se vendó la herida, y salió del hospital. El conductor lo siguió con el medicamento en la mano.

-El señor Feng acaba de llamar y preguntó cómo estaba usted. Le dije que se encuentra bien y que no se preocupara...

—¿Reservaste el vuelo que te pedí? —lo interrumpió.

No tenía interés en lo que le había dicho, pero la respuesta del conductor fue rápida.

-Sí. Es el último vuelo a las 11 en punto. ¿Regresará ahora? -contestó él a toda prisa.

Zong Jinghao levantó la mano y miró su reloj, pues faltaban veinte minutos para las diez, por lo que le quedaba más de una hora.

-Vamos al aeropuerto.

Bajó los escalones, mientras el conductor lo seguía deprisa.

—Señor, está herido, ¿por qué no descansa un rato?

—No.

El conductor corrió hacia el frente del auto, y le abrió la puerta. Él quería convencerlo de descansar, puesto que estaba lastimado, pero al pensar en la personalidad que tenía aquel hombre, se contuvo y solo se dispuso a conducir.

En el país A, Lin Xichen estaba sentado en el sofá en LEO, con un montón de deliciosa comida enfrente de él.

-¿Puedo llevarme esto a casa? -preguntó parpadeando.

-Claro, claro.

Las niñas de la tienda gustaban en especial de Lin Xichen, puesto que era guapo e inteligente, lo que lo hacía muy agradable.

-Xichen, ¿por qué quieres llevártelo a casa? ¿Por qué no lo comes aquí? ¿No te apena que las señoritas conozcan tus modales en la mesa?

Ellen apoyó la barbilla en su mano y miró a Lin Xichen. Era una mujer que ya tenía más de cuarenta años, pero le insistía a Lin Xichen en que se dirigiera a ella como «señorita». Lin Xichen la miró de forma inocente con sus grandes y brillantes ojos.

-Tía Ellen, mis modales en la mesa no son malos. Le llevaré esto a mi hermana.

El rostro de Ellen cambió, pretendió estar molesta y se acercó para apretarle la mejilla.

—¿No puedes decirme una mentira, y así hacerme feliz?

—Mi mami dijo que no podemos mentir. —Lin Xichen se veía serio.

—Tu mami dijo que no eres un buen niño —resopló Ellen, estupefacta.

—Mi mami no diría algo así —replicó Lin Xichen.

-Si no me crees, puedes ir a preguntarle -contestó Ellen, provocándolo adrede.

En ese momento, Lin Xinyan estaba en una junta y si iba con ella, sin duda alguna le causaría problemas. Lin Xichen se deslizó para bajarse del sofá.

—No le creo.

—Para dentro de dos semanas.

-Ya veo. -Lin Xinyan asintió con la cabeza.

Después del almuerzo, Lin Xinyan se puso a trabajar mientras Lin Xichen se sentó a un lado a jugar un juego de números. El nivel más difícil era sencillo para él; por lo tanto, después de estar jugando por un rato, perdió el interés. Después, se quedó dormido en el sofá. Lin Xinyan salió temprano del trabajo y cargó a su hijo, quien despertó en cuanto sintió el movimiento.

—Mami, quiero llevarle una comida deliciosa a Ruixi.

-Eres un muy buen hermano. -Lin Xinyan sonrió.

—Claro que sí —respondió él, mientras tallaba sus ojos.

Salieron de LEO y entraron en el auto. Al llegar a casa, Lin Xinyan se dio cuenta de que había olvidado el documento que Qin Ya le dio y que no había leído. Hizo que su hijo entrara y en cuando Lin Ruixi vio a su hermano, corrió hacia él, llena de emoción. Lin Xichen levantó la apetitosa comida que tenía en la mano.

-Mira la deliciosa comida que te traje -dijo orgulloso.

Después, Lin Ruixi se convirtió en una amante de la buena comida y, al ver lo que Lin Xichen le había llevado, comenzó a babear.

-Xichen, quiero comer.

Él se caminó hacia el sofá.

—Ven aquí.

Los dos pequeños se inclinaron en el sofá y compartieron su comida; Lin Xinyan, que estaba afuera, le gritó a Zhuang Zijin:

-Mamá, olvidé algo. Debo volver a la tienda.

-De acuerdo, regresa antes de la cena -le recordó Zhuang Zijin.

—Está bien.

Lin Xinyan tomó su bolso, cerró la puerta, subió al auto, arrancó y se fue a la tienda. Después de tomar el documento, se apresuró a regresar a casa. Cuando estaba a punto de entrar luego de haber estacionado el auto, vio que había un vehículo que le parecía familiar estacionado frente a su casa. Era el mismo que había visto en la mañana, así que frunció el ceño.

«¿Por qué está Cuan Jing aquí?»

Esa noche, tenía planeado hablar con Zhuang Zijin acerca de mudarse a otro lugar. No obstante, él fue a molestarla de nuevo. El rostro de Lin Xinyan se oscureció de manera involuntaria. Estaba lista para comenzar a interrogarlo desde el momento en que la puerta se abrió. Pero no era Guan Jing quien bajó del auto, sino que era Zong Jinghao, cuya ropa estaba arrugada y tenía un aspecto cansado.

El sol se estaba poniendo y entonces, un leve y amarillento brillo los envolvió. Lin Xinyan se resistió a la variación emocional que se formó en su corazón.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó con frialdad.

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