Estaba cometiendo muchos errores en un tiempo récord, Xavier golpeó el volante varias veces a la vez que conducía a su casa pensando que no estaba en sus cabales últimamente.
«¿Una relación? ¡Vaya mierda! Debía estar loco», pero no podía permitir que Ana se le saliera de las manos. «¿Cómo fue posible que estuviera con ese gilipollas durante todo el bendito día y no le haya escrito ni un misero mensaje a él?».
«Anaelise se está encariñando con ese chico», pensó fastidiado, solo volver a recordar esa mierda de abrazo lo hacía sentir de nuevo ira. Y le jodía sentirse así, pero no quería que nadie la tocara, conocía a esa familia rica que pensaba que lo podían tener todo, y también veía en los ojos de ese chico que Anaelise lo volvía loco.
Le importaba un carajo si ella decía que él era bueno, no estaba dispuesto a esperar que se acercara mucho a él. Al menos hasta que decidiera saber cuánto tiempo quería estar en esta jodida relación.
Cuando llegó a su casa, el domingo por la tarde, se duchó para luego ir a revisar sus correos y preparar todo para la semana. Comprobó que estaría full en el hospital, y que algunas mañanas también debía estar en la universidad; así que no tenía de otra que encontrar un lugar en cualquiera de esos sitios para tener a Ana entre sus brazos sí o sí.
Se concentró mucho planificando y no supo cuánto tiempo pasó hasta que su celular sonó y sin mirar la pantalla él lo pegó a su oreja.
—Xavier…
Olivia habló del otro lado, pero su tono solo hizo que un gran ceño se formara en el rostro de Xavier.
—Hola, Olivia, ¿está todo bien?
—No… perdona que te moleste en tu día de descanso —replicó ella como si estuviese llorando, esto hizo que Xavier se despegara de su laptop para concentrarse en la llamada.
—¿Está todo bien? —preguntó de nuevo.
—No… de verdad perdóname, pero me he torcido un tobillo, sabes que no tengo familia aquí en Durango, y no he podido moverme mucho…
—¿Quieres que llame a una ambulancia por ti? —preguntó Xavier aun sin entender.
—No, solo quisiera pedirte algo de ayuda, no es una fractura, es solo una torcedura que vendé con algún gel…
Cox guardó silencio por un momento no gustándole mucho la idea, pero aun así se levantó. Olivia siempre le tendió la mano, sería una mierda si no fuera a prestarle su ayuda.
—Estaré allí en unos minutos —dijo colgando la llamada y cerrando la tapa de su computadora.
Después de 15 minutos Cox estaba en la puerta del apartamento de Olivia mientras daba toques a su puerta. No hubo demora al abrir cuando ella apareció detrás de ella cojeando y con una venda en su tobillo, pero de resto se veía bastante normal.
—Gracias por venir —dijo abriendo más la puerta y haciéndose a un lado para que él pasara.
Xavier ya había estado en ese lugar un par de veces, solo que en esas ocasiones ni siquiera tuvieron una charla. Fueron a lo que fueron.
—Déjame ver tu pie —pidió Xavier y ella se sentó en un sofá, haciendo una mueca de dolor.
—Estaba limpiando allí arriba en los gabinetes, perdí el equilibrio y caí en ese pie, me lo doblé horrible.
—No parece hinchado, quizás por lo que has puesto. Pero trata de inmovilizarlo… ¿Avisarás que no vas mañana? —preguntó preocupado hacia ella.
—¿Qué?, ¡no!, sé que estaré mucho mejor en unas horas, no es nada grave.
Él la observo entrecerrando los ojos y colocándose de pie.
—¿Entonces qué es lo que deseas en realidad?
Olivia se puso un poco roja y lo miro suplicante.
—Has estado muy ausente, ¿hay algo que deba saber? —preguntó como si tuviese derechos sobre él.
—¿Saber? No sé a qué te refieres… ¿Me hiciste venir para esto?
Olivia iba a decir algo, pero el móvil de Xavier volvió a sonar con insistencia, cuando miró el identificador, se trataba de Oliver, y sintió mucha extrañeza.
—Debo contestar —le dijo a Olivia separándose de ella y yendo a la panorámica que tenía de su apartamento donde se veía la ciudad.
Olivia no podía creer que fuese tan tonta, «¿Qué pretendía?, ¿Alejarlo más de lo que ya estaba?».
—Oliver —respondió Cox con enigma—. ¿Cómo estás?
—Xavier… ¡Todo bien…! —escuchó un murmullo y luego Oliver volvió a hablar—. Eleonor te envía saludos.
Cox sonrió y supo que Walsh estaba un poco tenso.
—Dile que igual.
—Lo haré. Xavier no te quito mucho tiempo, supe que Edward Becher murió. Llamé a Ana, pero parece que su móvil está muerto. ¿Has sabido de ella?
A Cox le dio un poco de gracia la pregunta. Él mismo apagó el teléfono de Ana por la noche cuando estuvo con ella, y se imaginaba que ni siquiera se había dado cuenta. Pero eso jamás lo sabría Oliver.
—No… pero supe lo de su padre —respondió monótono.
—Hmm, bueno… ¿Está todo bien? ¿Estás en casa? —preguntó Oliver de forma casual.
—No, ahora estoy con la profesora Olivia, en su casa.
—¡Vaya!, estoy interrumpiendo, entonces me ocuparé en mis asuntos —dijo algo gracioso.
—No vayas por ahí, y sí, mejor ocúpate de tus asuntos.
—Un abrazo amigo, —se despidió Oliver y Xavier cortó la llamada volviendo a la tensión que dejó hace unos minutos.
Pero no se quejó, este era el momento indicado para terminar con sus encuentros sexuales con esta mujer.
—Xavier —Pronunció Olivia adelantándose a que Xavier dijera alguna de esas cosas que la sepultaba—. No quería molestar, pero te he extrañado muchísimo, y últimamente has estado bastante lejos. Tengo muy claro nuestros acuerdos, pero…
Cox tomó un respiro y asintió.
—Es porque estoy con alguien, Olivia.
Ella abrió los ojos impactados colocándose muy pálida.
—¿En serio? —esta vez Ana se sintió sorprendida.
—Pues, Oliver confía mucho en ti, habla como si fueses su hija consentida, y como no tienes a nadie… —El comentario poco prudente de su esposa, solo hizo que Oliver tomara su mano para que no hablara precipitadamente—. Bueno me refiero a…
—No se preocupe, Oliver es exagerado —dijo Ana dando una media sonrisa que hizo que Oliver arrugara el ceño nuevamente. Ella estaba distinta, muy muy cambiada.
«¿Estarían resultando las terapias con Xavier? ¿Había dado en el clavo?». Pensó que se reuniría pronto para saber más a fondo del tema.
—Bueno, cariño, te avisaré con Oliver y te enviaré la dirección para que vayas. Ella vende antigüedades, pero ella también es antigua, y le cuesta algunas cosas, a veces la gente se aprovecha de eso.
Ana supo que era una gran oportunidad y se entusiasmó por un momento.
—Muchas gracias, y gracias a ti también Oliver —agradeció sincera.
—Me alegra ayudar, sabes que puedes contar con nosotros. Pero me deja contento verte diferente, creo que mi colega ha estado manejando bien las cosas…
Ana apretó sus dientes un poco incómoda y solo asintió.
—Aunque me dijo que no te había visto, cuando lo llamé hace un rato —Volvió a decir llamando la atención de Anaelise.
—¿Habló con él? —la pregunta le salió sin poder retenerla en su boca.
—Sí, estaba un poco ocupado porque estaba con su colega Olivia, pero hablaré en otra ocasión con él.
Ana se estremeció toda de pies a cabeza mientras su corazón comenzó a galopar de forma desenfrenada. Abrió su boca y la sintió seca. Sabía que se delataría, pero ella necesitaba saber con urgencia si solo fue producto de su imaginación.
—¿Se refiere a Olivia Giove? —preguntó de forma frenética mientras Oliver asintió sin quitarle la mirada.
—Si Ana, la misma.
—¿Cuándo fue eso? —volvió a preguntar.
Los esposos se miraron por un momento sin entender la actitud de Ana, en efecto su estado de tranquilidad se desmoronó de un momento a otro desde que cayeron en ese tema. Oliver sintió nervios en su cuerpo y comenzó a imaginar todos los escenarios posibles. Xavier no rompería su promesa, había muchas cosas en medio para que él pudiese estar mandando su vida a la mierda de nuevo.
El miedo le palpitaba ahora mismo en los dedos y se ajustó su chaqueta, muy intranquilo.
—Hace una media hora, o más… ¿Por qué? ¿Necesitas algo de tu doctor, Anaelise? —la confrontó un poco crudo y luego se levantó porque no soportaba la ansiedad que ella le transmitió.
—No… —respondió seca y todo su estómago se removió en seguida. Él le dijo que estaba en su casa, pero era evidente que fue una mentira. Porque quizás en este mismo instante Xavier estaba revolcándose con la mujer con la que ella lo había visto desde un inicio.
Tenía rabia, una que no pudo ocultar y que le traería problemas, porque ahora que veía los ojos de Oliver supo que estaría en dificultades en cuestión de segundos.
Pero, «¿cómo podía ella frenar lo que subió hasta su garganta?», estaba extremamente celosa, irritada y con una ira que le hacía querer arrancarse la piel. La ansiedad comenzó a aumentar ahora mismo, estaba realmente ciega por lo que estaba sintiendo hasta que unas manos frías la sacudieron.
—Anaelise, debemos hablar —Oliver estaba frente a ella muy preocupado esperando que volviera a la realidad, giró hacia los lados para buscar a su esposa, pero no estaba allí más que ellos dos.
«¿A dónde había ido?», estaba realmente en problemas. Si había alguien que la conocía, ese se llamaba Oliver Walsh.
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