Una seguidilla de aplausos volvió a llegar a sus oídos, pero perdió todo el enfoque cuando giró a la plataforma, y un hombre ya estaba comenzando la conferencia y el resto de personas se habían sentado.
Sintió el tacto de esa piel en su mano y luego en como entrelazó los dedos con los de ella, halándola delicadamente hacia atrás.
Entonces reaccionó.
—Deberías sentarte —escuchó la voz profunda de Xavier detrás—. Estás llamando la atención, aunque no me molesta que todos estén observando nuestra cita especial en medio de la ponencia.
Ana abrió los ojos impactada y se sentó de golpe tragando en seco, aunque se hizo muy a la esquina de su puesto, el cuerpo de Xavier llegaba hasta tocar su brazo completo y su respiración se esparcía por toda la piel de su hombro.
«¿Cómo podía ella resultar ilesa de esta situación?». Se preguntó exaltada.
Se zafó de su mano que aun Xavier sostenía y miró hacia el frente apretando duramente su libreta.
Trató por todos los medios de reír, como todos lo estaban haciendo a lo que fuera que el hombre enfrente de ella estaba diciendo, pero era imposible que pudiera hacer dos cosas en ese momento y al mismo tiempo.
Su pecho estaba lo suficientemente agitado como para que él se diera cuenta de su nerviosismo y cuando pensó que las coas no podrían colocarse peor, él alzó su mano hacia ella y deslizó toda la palma por su pierna.
Toda una estampida de calor recorrió el cuerpo de Ana, ella quiso colocar su misma mano encima de la de Xavier para reprimir la sensación que le arrancó de su cuerpo, pero ellos no estaban solos, y esto ahora mismo era una locura.
«¿Qué mierdas hacía?», Estaba loco y desquiciado, no quiso mirar a su compañera de al lado para comprobar que evidenció lo que estaba ocurriendo, eso sería muy vergonzoso de soportar.
Giró con toda la rabia y frustración estampada en su cara y él le sostuvo la mirada para bajar lento a sus labios.
—Debemos hablar… —pronunció Xavier lento y bajo, como si le estuviese dando una orden que ella debía seguir.
Ana soltó una risa cínica, a la vez que le sostuvo la mirada cargada de resentimiento. Él se estaba equivocando esta vez con ella.
—¿Qué estás pensando acaso? ¡Oh!, ella llegó, y tendré dos semanas enteras de sexo desenfrenado sin complicaciones, para luego sacudirte las manos y ¡OK!, ¡lo disfruté…! Pero, ¡vamos!, no quiero hacerle daño… la despediré, me es necesario… —Ana cerró la boca un segundo para tomar otra bocanada de aire y se aseguró de parecer firme—. Ya no soy esa Anaelise, Xavier…
Él sostuvo el silencio por un momento y asintió en su respuesta, esto frustró mucho más a Ana. «¿Por qué no le afectaban sus palabras cargadas de odio?». Se preguntó todo el tiempo.
—Me alegra escuchar eso, y la parte de sexo desenfrenado… realmente me llama mucho la atención —dijo tocando su barbilla como si estuviese pensándolo—. Aunque, dos semanas, no son suficientes para mí. Así que… Yo tampoco soy ese Xavier, Anaelise…
Las sensaciones en el pecho de Ana eran demasiadas, «¿Qué quiso decir con eso?», se preguntó nuevamente, mientras su estómago se retorcía haciendo un gesto de fastidio hacia él.
Vio como Cox frunció el ceño y antes de que ella le quitara la mirada, él le tomó la barbilla apretándola y creando presión en su piel blanca.
—No frunzas los labios de esa forma… porque me estás desesperando. Ayúdame a terminar la noche sin que te saque de aquí antes…
Cuando sus dedos dejaron su barbilla ella cayó de espaldas a su asiento y miró al frente sin tener ninguna opción. No podía seguir enfrentándolo porque estaba totalmente en desventaja. No podía crearle una escena, porque estaban en el sitio equivocado, y definitivamente tampoco podía gesticular alguna palabra en respuesta, porque ella no tenía una ahora.
Miró hacia el frente donde varias láminas de información corrían por la luz del reflector, y el hombre hablaba muy lejos de ella. Su mirada se perdió solo en las sensaciones que le embargaban el cuerpo, mientras la mano de Xavier continuó entrelazando sus dedos y apretándola de forma segura.
¡Era un maldito por hacerle esto!, él se aprovechaba de saber cómo se sentía ella en su presencia, él era el culpable de que literalmente se olvidara de todo y de que sencillamente su cuerpo se convirtiera en miles de partículas estúpidas, que vibraban esclavas de este amor que la hundía cada vez.
Pasó un trago mientras sintió el escozor en sus ojos. Sabía que, si hacía caso a todo lo que sentía, su cuerpo se arrastraría a él sin pensarlo, ni siquiera necesitaba ordenarle que fuese en su dirección, porque incluso, ahora mismo se traicionaba a ella misma.
Aunque pensó que todo este momento sería una eternidad, las ponencias acabaron en cuestión de una hora y media. El público se puso de pie, y el orador dio direcciones acerca del día de mañana, invitándolos también a que se quedaran a compartir en la recepción, que se daría en dos salones dentro del recinto.
Ana ya lo había decidido, se iría ahora mismo después que firmara esta estúpida hoja que Kanye estaba pasando.
No supo a donde había ido Xavier después que las ponencias terminaron, pero ahora no lograba divisarlo por ningún lado y tampoco es que ella lo estuviese buscando.
Caminó hacia Kanye que estaba rodeado de todos sus compañeros firmando, y esperó para ella también hacer lo mismo. Cuando su instructor la observó para darle la planilla, desvió los ojos rápidamente para no sentirse comprometido por lo que había hecho.
Ella le arrancó la hoja y le pasó una mirada asesina para firmar de mala gana, entregándole la planilla de vuelta sin esperar una palabra de ese hombre.
Estaba dispuesta a salir, y lo hizo caminando muy rápido. El aire frío chocando contra su rostro la forzó a soltar el aire como declarándose victoriosa, y por última vez, miró hacia atrás perdiendo ese escenario que revolucionó sus hormonas unos minutos antes. Una sonrisa de satisfacción por haber salido ilesa se asomó en su boca y luego continúo caminando.
Hasta que se estrelló duramente con alguien.
—No me busques allá, aquí he estado esperándote todo el tiempo… —La voz dura y posesiva de Cox la frenó en seco mientras su sonrisa se fue desvaneciendo lentamente.
Sin embargo, ya estaba preparando muchas cosas para decirle, muchas que aparecieron rápidamente en su cabeza, cuando ella fue interrumpida por una tercera persona.
—Llamaré uno para usted, no se preocupe, están aquí mismo fuera del auditorio, por la actividad no se dejan entrar, pero, en dos minutos estará aquí.
—Muchas gracias —respondió Ana apretando su bolsa de mano, sin querer girar hacia atrás.
Sintió el corazón oprimido, aunque era una tonta por pensar de esa forma, dejar a Xavier allí parado le dolió más que su despedida hace dos años. Quería girar para ver si aún se encontraba allí, necesitaba hacerlo después de un minuto, y cuando su cuerpo lo hizo por convicción propia, se encontró de cara a cara con Andrew que parecía un perro con rabia.
—¿Dónde te estás quedando? —preguntó el chico con la voz entrecortada—. ¿Por qué actúas de esta forma, Anaelise?, ¡Lo siento!, ¿de acuerdo? Estaba enojado, irritado, y ¡Muy celoso!
Ana vio como el hombre a su lado se puso alerta ante la voz fuerte de Andrew, y se avergonzó que él estuviese haciendo otra escena, y en el mismo lugar.
Ella solo lo observó en silencio y negó con su cabeza decepcionada.
El auto estacionó cerca de ella, y el hombre de seguridad no esperó para ir a abrir la puerta.
—Señorita…
Ana asintió y luego dio una última mirada a Andrew, para caminar y adentrarse en el auto amarillo. El hombre cerró su puerta y el conductor arrancó sin esperar alguna otra cosa.
Sin embargo, cuando Ana alzó los ojos donde estaba la puerta del auditorio, vio como Cox estaba de pie con las manos en los bolsillos, mirando fijo a su taxi y con esa mujer al lado colocando la mano en su hombro.
Ana desvió la mirada rápidamente mientras su respiración se agitó, recostó su cabeza en el cojín y prefirió cerrar los ojos. Dio la dirección de su hotel pausadamente pensando en qué iba a hacer de ahora en adelante.
Tenía que hablar con Xavier, de una forma u otra; quería saber que tenía por decirle, pero lo que más temía de todo esto, era agrandar la herida que aún poseía en su misma alma. Ahora que lo veía de nuevo se daba cuenta de que ella nunca lo superó, que allí seguían sus sentimientos latentes y desesperados por explotar de nuevo.
«Pero… ¿Qué sucedería cuando se acabara esta semana y volviera a su realidad?», Definitivamente sería peor, mucho peor que antes, y no podía soportar de nuevo algo así.
Cuando estuvo entrando a la habitación del hotel, fue dejando las cosas donde quedaran al paso y fue rápidamente a su baño para asearse urgentemente.
Puso a llenar la tina mientras se quitaba la ropa, y cuando estaba todo listo no dudó en hundirse en ella. Aguantó la respiración debajo del agua cuando sumergió su cabeza mientras todos los recuerdos volvieron a ella. Recordó cuando vio por primera vez a Xavier, cuando deseó besarlo, cuando esos dedos tocaron su boca, y cuando por primera vez hicieron el amor.
El vientre de Ana se apretó tanto, que salió de golpe a la superficie para tomar aire, todo su cuerpo estaba tensionado nuevamente, y recostó su cabeza a la bañera. Definitivamente debía hablar con él, y no porque esperara que le aclarara las cosas, él no le debía explicaciones. Pero Ana sentía que, si al menos no lo abrazaba en un día más, ella se partiría lentamente…
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