Narra Daniel.
Lo primero que escuché fue ruido blanco. Como el agua o el océano.
El ruido blanco pasó a sonar. Luego, el pitido dio lugar a suaves murmullos. Mis pesados párpados se abrieron y las luces de arriba casi me cegaron. Gemí y traté de moverme, pero el dolor en la parte de atrás de mi cabeza me detuvo.
—Mierda— murmuré. Mi boca estaba seca y pegajosa. Mis labios se sentían entumecidos.
—Oh, Dios mío—dijo una voz, y una mano se envolvió alrededor de mi brazo—. Jefe ¿Está bien?
Miré hacia arriba, encontrándome con unos brillantes ojos verdes de mi secretaria. Esperaba que fueran los de Amelia. Miré más allá de ella hacia un hombre alto con cabello canoso en las sienes. Llevaba un estetoscopio alrededor de la nuca y un portapapeles debajo del brazo.
—¿Qué diablos está pasando?—dije con voz áspera.
—Señor White. Soy el doctor Smith ¿Como se siente?—preguntó.
—Me duele la cabeza— me quejé.
—Como debería. Tuviste una caída bastante fuerte —dijo.
Entonces fruncí el ceño.
—¿Caer?—pregunte.
El médico me miró a mí y luego a Carolina que todavía me sostenía del brazo.
—Sí—tartamudeó Carolina—. Después del golpe que le dio el señor García—agregó.
—La parte de atrás de su cabeza sufrió una conmoción cerebral menor —dijo el doctor—. ¿Recuerda lo que paso?—interrogó el doctor.
Respiré profundamente, tratando de recordar. No pude, por mi vida, recordar la caída. Pero dejé caer la cabeza y cerré los ojos con fuerza. Fue entonces cuando me di cuenta: los recuerdos de ayer. Se precipitó hacia mí como una ola, casi ahogándome. Respiré hondo cuando se me ocurrió el peor de todos: Sus palabras. Su voz que estaba mezclada con tanta ira. Después de eso, no pude recordar nada.
Ella asintió. Me avisó que había llamado a Amelia para decirle lo que había pasado. Seguramente ella se habia ido a la estación a ver su padre y eso era lo correcto. Le pedí a Carolina que se fuera, ya había estado mucho tiempo cuidándome, ella necesitaba un descanso. Ella siempre ha sido una buena empleada y con esto que acaba de hacer por mi merecía un mejor puesto de trabajo. Le dije que seria de ahora en adelante mi asistente, tendria un mejor sueldo. Ella se haría cargo de todo mientras estaba internado. La vi alejarse, y mi concentre en la habitación vacía.
Al día siguiente.
Odiaba no poder estar cerca para despedirme de Amelia seguramente a estas horas estaba rumbo a la universidad. Porque conociendo a Fabian, le iba a decir que se fuera a la universidad para estar solo. Cuando murió su esposa hizo lo mismo. Yo en cambio, estaba en el hospital recuperándome, listo para escapar ya. Solo faltaba unas pocas horas más.
Había llamado a la prisión, mi padre había escapado hace un mes en un botín que se había armada adentro. Ahora sabia que la carta anonima la había enviado él
Aunque lo odiaba y él me odiaba, él sabía muchas cosas sobre mí, cosas que yo quería mantener enterradas por el bien de mi nueva vida, mi negocio, pero usaría mis errores solo para cabrearme y arruinarme. Sabía que mi pasado me mordería en el trasero algún día ... simplemente no pensé que sería tan pronto. Mi padre tenía diez años más para ir a prisión, por lo que cualquier cosa que tuviera que decir, incluso ahora, no habría tenido sentido. Su palabra de profugo no valía una mierda. Nunca pensé que sería capaz de odiar a alguien tanto como odiaba a mi padre, pero la odiaba.
Me recosté de nuevo, tratando de relajarme, pero no pude evitar recordar a mi madre suplicandole a él que no la golpeara más. Odiaba su vida, era tan jodidamente miserable, y me mató porque no había mucho que pudiera hacer al respecto para ayudarla. A los dieciséis años, todavía no valía nada. Practicaba deportes después de la escuela, solo para tener una excusa para no volver a casa hasta que mi padre estuviera demasiado cansado para tratar con nosotros. Mi madre solo quería morir. Quería ser golpeada por un rayo o por un automóvil. Quería tanto que la muerte la reclamara que se enganchó con traficantes de drogas y adictos a la cocaína, solo para terminar en problemas con ellos, probablemente rezando para que algún lunático le disparara o la asesinara por casualidad. Todo lo que le había conseguido era una advertencia de un policía o una simple palmada en la muñeca porque mi madre era el tipo de mujer que haría cualquier cosa para salir de una situación difícil. Sí, todo en aquel pequeño pueblo donde viviamos o sabía quién era mi madre. Sabían todo sobre la mujer hermosa y seductora de cabello castaño y cara bonita, con dos hijos y un marido de mierda, así que nunca nos metimos en problemas.
Mi hermana, siguió sus pasos, arruinó su vida por la mierda por la que estaba pasando, yo buscaba mejorar la mía. Quería hacer grandes cosas. Quería alejar a mi familia del lado malo y especialmente lejos de mi padre abusivo… pero sabía que no podía hacerlo limpio. No podría salir a menos que también cometiera delitos ...Hice lo que tenía que hacer y Rafael lo sabía todo. Era mi mejor amigo y jamas digo nada de mi pasado, pero no estaba seguro si todavía lo haría.
A pesar de todo extrañaba muchísimo a mi madre y hermana, pero ya no estaban en este mundo. Las drogas fueron su perdición.
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