— Mami yo quiero estar cerca de Aria como antes, ella no es mala como dices, no te ha hecho nada y a mí tampoco. — Suspiró Luna abatida, extrañaba mucho jugar con Aria como antes, pero Camille se lo había prohibido diciéndole que si lo hacía ella tendría que irse de nuevo y como ella no deseaba dejar de ver a su mamá tuvo que obedecer.
— Claro que sí me ha hecho, me quito a tu papá, si ella no estuviera aquí, los tres podríamos ser tan felices como antes, pero ahora yo estoy tan triste, se que ella te quiere alejar de mí como lo hizo con tu padre, no quiero que eso suceda. — Dijo Camille fingiendo tristeza al mirar a su hija. — ¿Tú quieres que me quedé sola y triste?
— No mami, yo te quiero mucho, yo no me voy a alejar de ti. — Aseguró Luna de inmediato abrazándola, no quería verla triste, no importaba si ella se tenía que sacrificar por la felicidad de su mamá.
Camille la envolvió en sus brazos y sonrió sin que Luna la pudiera ver.
— Por eso tienes que hacer todo lo que yo te diga hija, no importa lo que sea, lo tienes que hacer por el bienestar de los tres y así pronto volveremos a ser una familia feliz. — Espetó Camille sin dejar de sonreír, ya tenía algunos planes para sacar a Aria de sus vidas y solo estaba esperando el momento correcto y que Luna la obedeciera.
— Mami pero si mi papá es feliz con Aria tú podrías también buscar otro esposo, igual yo siempre estaré cerca de ti. — Propuso Luna separándose del abrazo de su madre, pensando que está podría ser la mejor opción, ella quería seguir viendo feliz a Aria y a su padre, pero también quería que su mamá pudiera ser feliz.
— Yo amo es a tu padre, no puedo amar a nadie más, además Aria no lo quiere, solo está con él por dinero, ella a quien quiere es a otro hombre, solo que tú padre no lo entiende. — Sollozó Camille de inmediato. — tienes que creerme cuánto te digo que lo único que quiero es lo mejor para todos, incluso Aria estará más feliz alejada de nosotros, así que prométeme que me vas a obedecer por favor. — Pidió Camille entre lágrimas sin dejar de mirar a Luna y el pequeño corazón de Luna empezó a doler por ver a su madre tan triste.
— Esta bien mami, te lo prometo, pero no llores más por favor. — Dijo la niña con tristeza intentando secar las lágrimas de su madre con sus pequeñas manos, no sabía si lo que decía su mamá era verdad o no, pero no quería verla llorar.
— Gracias, eres la mejor hija del mundo. — Espetó Camille y abrazo a Luna para darle un beso en la mejilla. — Ya verás que todos seremos muy felices, te amo mucho.
— Yo también te amo mami. — Susurró Luna, sintiéndose un poco mal por lo que acababa de prometer, porque ella no quería que Aria se fuera de la casa, veía a su papá y Aria tan felices juntos que no quería que se separen, pero su madre por otro lado estaba tan triste y podía volver a desaparecer, no podía soportarlo, así que no tenía otra opción que aceptar la petición de Camille.
Camille solo sostuvo a su hija y empezó a sonreír con malicia, estaba segura de que Aria no podría salir bien de lo que tenía preparado para ella, aunque Lucien la ame mucho, había algo que nunca le podría perdonar, ni siquiera le daría oportunidad de que pueda explicar.
— Bajemos a cenar princesa. — Dijo Camille y Luna la soltó.
— Esta bien mami. — Aceptó Luna y luego las dos se dirigieron al comedor donde estaban Lucien y Aria.
— Buenas noches, ¿Has tenido mucho trabajo hoy? Si necesitas algo recuerda que yo también tengo experiencia en esas cosas y puedo ayudarte en lo que necesites, como lo hacía antes. — Ofreció Camille con una sonrisa coqueta mientras tomaba asiento.
— No hace falta, empecemos a comer. — Espetó Lucien y luego empezó a servir un poco de comida en el plato de Aria. — deberías comer más, parece que has perdido peso estos días.
— Gracias. — Susurró Aria con una pequeña sonrisa, le encantaban estos pequeños detalles de su parte y que él no le prestará demasiada atención a Camille, esto la hacía sentir segura.
Camille miro la escena y luego bajo la mirada a su plata, intentando disimular su molestia, hasta que la cena finalmente culminó y Lucien acompañó a Luna a su habitación como de costumbre para contarle un cuento, eso no había cambiado y Aria miró a los dos alejarse con un poco de nostalgia, extrañaba esos días en los que solo eran tres.
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