La boda se celebró en La Primavera. Fue un acontecimiento lujoso y animado para los Quiroga y los Acosta, y el lugar estaba decorado con flores recién cortadas de color rosa viejo y blanco. Se respiraba un aire de romanticismo y era una escena preciosa; ambas familias irradiaban alegría mientras los invitados los felicitaban por la feliz ocasión. Ataviada con un hermoso vestido de novia de color blanco marfil, Sabrina observaba, inmóvil, como si la boda no tuviera nada que ver con ella. Después del banquete, bebió al punto de que no tenía ¡dea de quién la había llevado o ayudado a llegar a la habitación que compartía con Emiliano.
Mientras ella se recostaba en la cama, lo único en lo que podía pensar era en lo suave que era la cama; después de todo, hacía años que no podía dormir en una tan cómoda. Después de pasar tres años en prisión, no había podido descansar bien en la residencia Acosta, por lo tanto, esa cama era lo que necesitaba después de tanto maltrato. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de dormirse, alguien la agarró por las muñecas; estaba tan ebria que ni siquiera pudo abrir sus pesados párpados para ver quién era. No obstante, el perfume de la persona le resultaba muy familiar y sus recuerdos revolotearon hacia aquella horrible noche cuatro años atrás. Recordó una oleada de rostros borrosos y terminó pasando una noche apasionada con un desconocido.
-¡Duele! -Sabrina luchó instintivamente y trataba de liberarse del hombre-, ¡Déjame ir!
Sin embargo, el hombre no prestó atención a sus forcejeos e inmovilizó todo su cuerpo. Cuando se despertó, le dolía todo. «Uf... ¿por qué duele tanto?» Entonces se movió un poco en una posición más cómoda creyendo que había dormido en el lado equivocado de la cama. Al darse la vuelta, su mirada se posó en un rostro muy apuesto a su lado que la asustó: «Emiliano es tan atractivo, apuesto a que se lo puede comparar a esas celebridades tan famosas. Si no fuera un tonto, muchas mujeres estarían detrás de él. Aunque... anoche estaba ebria, entonces... ¿qué pasó?»
Tras mirar a su alrededor, se dio cuenta de que su ropa estaba esparcida en el suelo. Sintió un repentino escalofrío por la fresca brisa de medianoche y miró su propio cuerpo desnudo. «No, esto no puede ser, ¡es imposible! ¿Este tonto me hizo eso anoche? ¿De verdad?» Sabrina estaba a punto de perder el control; en estado de pánico, saltó de la cama y recogió su ropa del suelo. Olvidó que todavía había alguien más en la cama y comenzó a maldecir en voz baja. Mientras tanto, Emiliano se despertó, abrió los ojos y le esbozó una sonrisa antipática. Mientras sujetaba su ropa entre los brazos, Sabrina miró sorprendida al hombre que llamaba su esposo; en ese mismo momento, no parecía ser un tonto, de hecho, parecía una persona común.
—¿Qué...me hiciste? -preguntó avergonzada.
Sentado, él le tendió la mano para sujetarle el mentón.
-Hice lo que cualquier pareja casada haría en la cama -pronunció en tono amenazante.
Sabrina le apartó la mano y apretó la ropa contra su cuerpo, intentando cubrir cada parte.
-No, por favor. Perdóname...
Tras ignorar sus ruegos, él le bramó:
-¡Mi esposa debe sangrar en nuestra primera noche juntos!
Dicho eso, la empujó a la cama como una bestia salvaje desatada...
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