-¡Mami, hermano, miren, el edificio es enorme!
Salieron del aeropuerto y entraron en un taxi, Samuel señaló con picardía al cielo azul a través de la ventana; había un rascacielos que atravesaba las nubes, era visible para ellos incluso a una distancia considerable.-
—Sí, es enorme, alto y magnífico. —La mirada de Ximena siguió su dedo y se sorprendió al ver un anuncio en bucle que se mostraba en una pantalla enorme.
El anuncio mostraba una estrella femenina de moda, cuyo rostro reconocería al instante incluso en su lecho de muerte. Era Rubí Ancona. Durante los últimos cinco años, pasó cada segundo rezando para que el karma cayera sobre su madrastra Soraya Urriaga y Rubí Ancona con el fin que se arrodillaran ante su difunta madre y se disculparan por sus errores.
Por desgracia, el mundo nunca había sido justo. Los dioses no habían castigado a Rubí, sino que se había vuelto cada vez más famosa en el mundo del entretenimiento, siendo la dama angelical más célebre del momento.
«Una dama angelical, pff.»
En sus días de estudiante, Rubí peleaba con frecuencia y faltaba a clases, además su vida personal era aún más monstruosa. En cuanto a su madrastra, Soraya debió haber estado hablando pestes al padre de Ximena para convencerlo de que deje que su incompetente hijo, José Ancona, herede la empresa familiar. Sin embargo, había regresado para empezar de nuevo y cuando tuviera la oportunidad, los haría pagar.
¡Chir! Un Ferrari rojo se detuvo ante ellos y salió una seductora dama que meneó su esbelta cintura mientras entraba en el ascensor dedicado al presidente bajo los envidiosos ojos de la multitud. La próxima semana, a la misma hora, se casaría con la figura más misteriosa y distinguida del mundo de los negocios.
Rubí curvó sus brillantes labios rojos hacia arriba y trató de controlar su ansiedad mientras se acercaba a la exquisita puerta poco a poco; después de tres golpes, abrió la puerta con cuidado y, con sus cautivadores ojos, miró al hombre fornido que estaba de pie ante las ventanas francesas.
Él medía casi 1.90 metros de alto, con un cuerpo que era más exquisito que cualquier modelo del alto nivel y portaba un majestuoso traje oscuro con una camisa negra, exudando un aura misteriosa; sus largas piernas estaban envueltas en un par de pantalones que coincidían con el color de su traje. Su indiferencia añadía una sensación de apatía a su temperamento y, como resultado, la habitación estaba llena de un aire de apatía flotando a su alrededor.
El hombre giró un poco su cara para revelar su cautivadora y perfecta mandíbula. Sin duda era un hijo amado de los dioses.
El hombre dejó los documentos en su escritorio y dijo con indiferencia:
—¿Necesitas algo?
—Mario, ¿puedes ir a la subasta conmigo esta noche? — Rubí sabía que ella era diferente, porque todo el mundo
pensaba que era ella durante esa noche hace años.
-Lo siento, mi agenda está llena. -Tan pronto como dijo esto, sonó el timbre de una videollamada.
—Entonces... entonces me voy. —El corazón de Rubí se hundió al instante, puso una sonrisa tensa y dejó la oficina.
-Padrino, ¿también eres soltero y feliz?
—Sí, padrino, ¿no dijiste que te casarás con mi mamá si en cinco años seguías soltero?
-Daniel, Samuel, coman algunas frutas y dejen de decir tonterías, ¿de acuerdo? -Ximena los interrumpió enseguida.
¿Acaso era tan miserable como para ser ofrecida por sus hijos?
-Mami, ¿estás pasando por la menopausia? —Samuel parpadeó sus encantadores ojos.
Ximena se quedó sin palabras. «¿Qué? ¿Menopausia?
¡Todavía soy joven!»
—Mami, ¿por qué no buscas un hombre decente y te casas? —dijo Daniel apático.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Ex-marido, ahora fabuloso amante